“Después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo” (Mt 14, 23).
Jesús nos enseña uno de los ámbitos de la oración más íntima, la estancia en soledad, para posibilitar el encuentro con su Padre. No es huida, ni agorafobia, porque el Maestro sea persona asocial. Jesús busca la soledad como espacio de relación con Dios. “Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará” (Mt 6, 6).
La Maestra espiritual enseña: “Es cosa que se siente muy claro y da mucha satisfacción y contento cuando se tiene, y es muy gran aparejo para que, en teniendo tiempo de soledad o desocupación de negocios, venga el alma a muy sosegada quietud” (V 17, 4). “¿Cómo se adquirirá este amor? Cualquiera de estas dos cosas que se ofrezcan, piden tiempo para dejar el que nosotros tanto deseamos dar a Dios, que a nuestro parecer es estarnos a solas pensando en El y regalándonos con los regalos que nos da” (F 5, 3)
Es conocido el apotegma teresiano que define la oración mental: “Que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5).
Prueba a entrar en las latitudes de la soledad como espacio de relación con Dios.