“En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme» (Jn 21, 18-19).
Dios le dijo a Moisés cómo debían cenar la primera noche de Pascua: “Ceñidas las cinturas”. Jesús se puso a los pies de los discípulos en la Última Cena ceñido con la toalla. Ceñirse significa disponerse a una tarea que exige hacer esfuerzo.
Jesús le dice a Pedro que de joven iba ceñido adonde quería, pero que de mayor, otros le ceñirán e irá a entregar la vida. Los mártires no son los que se entregan de manera fanática a los verdugos, sino aquellos que mientras les llevan a la muerte sienten el privilegio de seguir al Nazareno.
El discípulo vive como una gran suerte parecerse a su maestro. El seguimiento de Jesús se manifiesta en quienes han llegado a dar su vida por amor, bien de manera cruenta, o como los monjes, martiría blanca. San Pedro ha aprendido las consignas de Jesús y nos las enseña: “Por eso, ceñidos los lomos de vuestra mente y, manteniéndoos sobrios, confiad plenamente en la gracia que se os dará en la revelación de Jesucristo” (1Pe 1, 13).
¿Te sientes seguidor de Jesús?