Tiempo Ordinario, 2024
Culminadas las fiestas navideñas,
de días agridulces por ausencias,
mas días luminosos por la fe,
porque Dios se ha hecho compañero.
Las luces de colores se apagaron.
Al ritmo cotidiano se retorna.
No se inventa la paz ni la alegría,
insertadas en el quehacer diario.
Son secretos que los monjes descubren
habitantes en el eremo intenso,
de soledad colmado, y de trabajo,
de oración elevada como ofrenda.
Toman regladas y sagradas leyes,
herramientas ceñidas al quehacer.
Sobrios, anónimos, humildes gestos,
de obedecer los hechos que acontecen.
Es danza queda, ungida de salmodia,
Hacendosa misión, brazos alzados.
Sin saber ni buscar a dónde llega
la vida sumergida en la presencia.
Otros, sin nombre, viven solitarios,
fieles a sus tareas cotidianas,
por llevar a sus casas paz y pan,
vidas insertas en ambientes recios.
Hoy para todos comienza el camino,
más allá de la identidad sagrada.
Todos podemos descubrir lo bello,
y pasar por la vida siendo buenos.
Bf. 8 de enero