Se suele situar la elección de Clemente como sucesor de Pedro en el año 88, y su muerte por martirio entre los años 97 y 99. Fue el tercer sucesor de San Pedro (después de Lino y Cleto) y gobernó la Iglesia desde el año 93 hasta finales de siglo. San Ireneo, quien vivió en el siglo II, afirma que Clemente conoció a los santos apóstoles Pedro y Pablo y trató con ellos.
En el año 860, San Cirilo y San Metodio llevaron a Roma los restos de San Clemente, que fueron recibidos con gran solemnidad en la Ciudad Eterna, donde aún se conservan. Clemente I, también llamado Clemente Romano, escribió una espléndida carta a los corintios con el propósito de fortalecer entre ellos los vínculos de paz y concordia. En ella exhorta: “Seamos, pues, humildes, hermanos, y, deponiendo toda jactancia, ostentación, insensatez y arrebatos de ira, cumplamos lo que está escrito, pues lo dice el Espíritu Santo: No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza, sino el que se gloría, gloríese en el Señor, para buscarle a Él y practicar el derecho y la justicia.” (San Clemente I, Carta a los Corintios).
Al igual que las vírgenes mártires son mencionadas en el Canon Romano de la misa, también se citan, después de los apóstoles, los primeros papas: “Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio”. En estos tiempos tan convulsos para la Iglesia, es una buena oportunidad para orar por el papa Francisco.
Reza por la Iglesia, reza por el Papa.