Por el asesinato homofóbico del joven Samuel Luiz Lgtbifobia y otra fobias que fomentan la violencia
"Más allá de la homofobia que llevó en este caso a una violencia extrema, se trata de otra expresión más del odio. ¡Hace falta mucho odio para ser capaz de matar a golpes a una persona!"
"Esta postura, que está causando la mayor parte de la violencia en este país, en vez de ser una verdadera expresión de poder, es la manifestación de todo lo contrario. Es la expresión del miedo"
"Desgraciadamente, el odio está metido en todos los rincones de la sociedad; también –aunque no lo reconozca- en nuestra Iglesia patriarcal, que dice representar a una religión cuyo fundador manifestó un amor especial por los diferentes"
"También hay colectivos católicos homosexuales y curas que bendicen a las parejas homosexuales e iglesias que acogieron la Gaypride"
"Desgraciadamente, el odio está metido en todos los rincones de la sociedad; también –aunque no lo reconozca- en nuestra Iglesia patriarcal, que dice representar a una religión cuyo fundador manifestó un amor especial por los diferentes"
"También hay colectivos católicos homosexuales y curas que bendicen a las parejas homosexuales e iglesias que acogieron la Gaypride"
| Victorino Pérez Prieto
Las manifestaciones multitudinarias no solo en A Coruña y en todas las ciudades y villas gallegas, sino en toda España, por el asesinato homofóbico del joven Samuel Luiz, son la expresión de un auténtico clamor de ¡basta ya! frente a la discriminación y la violencia contra personas ycolectivos LGTBI+. Un grito cada vez más grande, más amplio y con menos miedo de salir a la luz. Aunque la justicia, que ya ha detenido a cuatro presuntos culpables de la paliza mortal que recibió el joven, dice que aún no sabe con seguridad si el horrible asesinato fue realmente por homofobia, los testigos han afirmado claramente que los atacante lo mataron a golpes al grito de “maricón”. Un cartel con las manos pintadas con los colores de la bandera arcoíris de la diversidad chorreando sangre, sirvió como primera convocatoria.
Más allá de la homofobia que llevó en este caso a una violencia extrema, se trata de otra expresión más del odio. ¡Hace falta mucho odio para ser capaz de matar a golpes a una persona! Odio como expresión de homofobia, lgtbifobia, misoginia, aporofobia o xenofobia. Pero también de efebofobia, paidofobia o gerontofobia; acusando últimamente a los jóvenes de peligrosos propagadores del COVID y aún a los niños, o viendo a los viejos como un estorbo inútil y una ruina para la Seguridad Social. En fin, es la centralista catalanofobia, gallegofobia y vascofobia por querer “romper la sagrada unidad de la patria”, que vivimos en los últimos tiempos, pero que es tan antigua en España como su historia desde los llamados Reyes Católicos.
Es el odio al contrario y aún al diferente, simplemente por ser lo que es: diverso y diferente. Es el odio al derecho a ser uno lo que es, diferente de lo que yo soy, y expresarse como tal; el odio a una armonía en la diversidad, como se llama este blog. Este odio es la expresión de que lo que yo soy y representa mi colectivo macho, heterosexual, blanco, occidental y cristiano, es “lo que debe ser”. En consecuencia, esta presunta superioridad manifiesta que todo lo que diverge de lo que yo soy y represento, es una depravación; o, en todo caso, un atraso que es necesario esconder, corregir, purgar y aún extirpar para el bien de la sociedad, pues se trata de una peligrosa enfermedad que amenaza con extenderse como un cáncer si no se elimina.
Pero esta postura, que está causando la mayor parte de la violencia en este país, en vez de ser una verdadera expresión de poder, es la manifestación de todo lo contrario. Es la expresión del miedo, aunque los que la ejercen pretendan manifestarse como todo lo contrario. Es una manera de canalizar su impotencia con un falso poder.
He manifestado muchas veces de palabra y por escrito mi convicción de que el machismo es una expresión del miedo a que las mujeres, con sus valores en los que superan a los varones, puedan cuestionar y aun quitarles el puesto superior que los varones, macho-blanco-hetero, tienen en la sociedad patriarcal, ganado a pulso a lo largo de la historia.
Lo mismo sucede con la presunta superioridad de los blancos, los occidentales y aún los europeos -olvidando que hemos sido los causantes de las dos guerra más devastadoras de la historia humana- para legitimar su dominio colonial sobre los negros, los mulatos, los amarillos, etc.
Desgraciadamente, el odio está metido en todos los rincones de la sociedad; también –aunque no lo reconozca- en nuestra Iglesia patriarcal, que dice representar a una religión cuyo fundador manifestó un amor especial por los diferentes, por los que son marginados por serlo: los pobres, los enfermos, las mujeres. Aunque teóricamente esta Iglesia acepte y anuncie el mensaje de amor y paz de Jesús de Nazaret para las personas, colectivos y toda la sociedad, su discriminación de los diferentes, de los que representan algo que no coincide con sus presupuestos, es una violencia ejercida frente a todo tipo de marginados.
Si antes eran los indios o los negros y luego los orientales, como sustento ideológico-religioso de la colonización, luego fueron los que tenían una orientación sexual diferente, condenados como degenerados o enfermos aunque la vivieran como expresión del amor; o las mujeres que reclama el derecho a ejercer el ministerio en una Iglesia solo gobernada por varones.
Afortunadamente, frente a la lgtbifobia que aun padece la Iglesia, sobre todo las jerarquías episcopales y vaticanas –a pesar de las buenas palabras de Francisco-, hay colectivos católicos homosexuales y curas que bendicen a las parejas homosexuales e iglesias que acogieron la Gaypride. Aunque ha sido mayormente fuera de España, también en esta país hay colectivos de católicos como “Cristianos gays”, que se autodefinen como un “espacio de encuentro para cristian@ unid@s contra la la lgtbfobia”, “Betania LGTBI+”, “un grupo formado por gays, lesbians, trans y personas que quieren acercarse a la realidad creyente LGTBI+”; o “Crismhom”, una “Comunidad Cristiana LGTBI+H. Asociación de Diversidad Sexual e Indentidad de Género”, y otros, que también cuenta con el apoyo de curas, frailes y monjas, como el Padre Angel. Este último colectivo afirma: “Como comunidad, queremos tender un puente basado en el respeto, la compasión y la sensibilidad, tal como lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica”.
Si este odio a los diferentes es expresión de una ideología y aun una pedagogía social, una manera de educar en la que los niños son niños deben “portarse como hombres”, y las niña son niñas y debe portarse como “mujercitas”, la única alternativa es educar en una sociedad basada en la tolerancia, el respeto a la diversidad y la empatía ante los diferentes. Y esto también deberá acontecer en la Iglesia; de lo contrario padecerá la misma enfermedad de odio y proliferarán los abusos, aunque cada vez serán menos impunes, porque la sociedad, a pesar de violencias como la apuntada aquí, avanza en la progresión de los derechos humanos y animales.