Francisco denuncia el paradigma tecnocrático y consumista, que arrasa la tierra, la libertad y la justicia, y se convierte en un verdadero ídolo que sustituye a Dios A cinco años de la publicación de la encíclica "Laudato Si’" (3)
| Victorino Pérez Prieto
Decía en mi anterior post que había fundamentalmente dos claves en los desafíos de la encíclica ecologista de Francisco: a) una denuncia de la degradación ecológica y una llamada a una respuesta ética consecuente; b) una cosmovisión nueva, marcada por una concepción relacional de la Realidad. Comentaba que este segundo aspecto era el que me parecía el más novedoso, aunque fue más ignorado. Pero voy a hablar hoy de la primera de las claves, pues sus afirmaciones no por conocidas resulta menos necesario volver sobre ellas; además, las reacciones en contra de la encíclica vinieron sobre todo estas valientes palabras.
Francisco denuncia unsistema que quiere “convertir la realidad en mero objeto de uso y dominio” (n. 10). Es una crítica alparadigma tecnocrático/tecnoeconómico que rige el pensamiento, la ciencia, la política y la economía; no sólo ya la occidental, sino cada vez más también la oriental, en un mundo marcado por las orientaciones del mercado y la producción: la concepción liberal-capitalista y la economía de mercado. Francisco lo llama sobre todo “paradigma tecnocrático” (n. 101, 108, 109…), pero también “paradigma eficientista de la tecnocracia” (n. 189), y “paradigma consumista” (n. 215); e incluso “paradigma unidimensional” (n. 106), que nos trae ecos de Marcuse, aunque evidentemente la encíclica no lo cita.
Este paradigma tecnocrático, productivo y económico dominante, es “el corazón de la bestia que hoy está arrasando el mundo”, como dice magníficamente el filósofo catalán Jordi Pigem (Ángeles o robots. La interioridad humana en la sociedad hipertecnológica); y crece bajo el materialismo y el nihilismo contemporáneos. Un paradigma que la encíclica identifica como “el problema fundamental” (n. 106), que está “omnipresente” (n. 122), que “condiciona la vida de las personas y el funcionamiento social” (n. 107), que “contradice la realidad hasta dañarla” (n. 101) y que “arrasa no sólo la política sino también la libertad y la justicia” (n. 52), convirtiéndose en un verdadero ídolo que sustituye a Dios y a la religión. Toda la encíclica Laudato si’ es una crítica al paradigma tecnocrático o tecnoeconómico.
Desde este punto de partida, en el capítulo I (“Lo que está pasando a nuestra casa”) Francisco hace unas denuncias del atentado ecológico, hechas con fundamento científico; denuncias que han sido tradicionales en la crítica ecologista.
1. La contaminación, la basura y la “cultura del descarte”
“La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes” (n. 20).
“La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería” (n. 21).
“Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas” (n. 22).
La contaminación afecta a todos los ámbitos de la sociedad. La tecnología y las finanzas pretenden ser la única solución a esos problemas, pero suelen ser incapaces de ver el misterio de las últimas relaciones que existen entre las cosas; resuelven unos problemas creando otros.
2. El cambio climático
“El cambio climático esun problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas” (n. 23).
Como coinciden en afirmar no solo las organizaciones ecologistas, sino la mayor parte de los científicos actuales, el cambio climático constituye la mayor amenaza medioambiental a la que se enfrenta la humanidad. Sus consecuencias pueden ser devastadoras. En este problema global –como denuncia la encíclica– unos (los ricos) son más culpables que otros (los pobres); pero los peores impactos recaen sobre los más pobres (n. 52).
3. La injusta distribución del agua
“El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas” (30).
La cuestión del acceso al agua potable como un derecho humano, trajo mucha polémica; sobre todo por parte de las empresas multinacionales que quieren explotarla como un producto al que tienen derecho a sacar una rentabilidad económica.
4. Depredación de los recursos naturales y pérdida de la biodiversidad
“Los recursos de la tierra están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva” (32).
La pérdida de biodiversidades un valor muy importante; por ello el ecologismo defiende que se tomen medidas para preservar la biodiversidad amenazada por causas humanas. Para Francisco esta pérdida no es solo una cuestión práctica, sino que exige también ver “el daño grave de valores que exceden todo cálculo” (n. 36). Por una parte, frente a la voluntad de homogeneización de las culturas la pérdida de biodiversidad afecta a los valores humanos (“su significado para las personas y las culturas, los intereses y necesidades de los pobres”, 190). Y, por otra, está el valor de las propias especies en sí mismas, que tienen sus derechos propios en esta realidad interconectada.
5. El deterioro de la calidad de vida humana y la degradación social urbana
“Hoy advertimos el crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres para vivir… [Además] en algunos lugares, la privatización de los espacios ha hecho que el acceso de los ciudadanos a zonas de particular belleza se vuelva difícil” (44-45).
El deterioro de la calidad humana individual y social se ve denunciado en la encíclica particularmente por la contribución a la degradación de las ciudades; un crecimiento vinculado a “la exclusión social, la inequidad en la disponibilidad y el consumo de energíay de otros servicios, la fragmentación social y el crecimiento de la violencia” (46). El papa denuncia también la realidad de los llamados barrios cerrados, que conoció en Buenos Aires, y a los que alude sin nombrarlos, y critica esta privatización.
6. La injusta distribución de la riqueza, el robo del norte al sur
“El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos… ¿Qué significa el mandamiento ‘no matarás’ cuando un veinte por ciento de la población mundial consume recursos en tal medida que roba a las naciones pobres y a las futuras generaciones lo que necesita para sobrevivir?” (n. 94-95).
Es una realidad criminal. La solución de esta inequidad no puede ser otra que “pasar de la avidez a la generosidad… con una ascesis que significa aprender a dar”, dice el papa (n. 9).
7. La mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta
“La idea de un crecimiento infinito o ilimitado ha entusiasmado a economistas, financistas y tecnólogos. Supone la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta, que lleva a ‘estrujarlo’ hasta el límite y más allá del límite”(n. 106).
El año 2008 no fue solamente el de la explosión de la burbuja económica y financiera de Wall Street, que amenazó con colapsar el sistema económico mundial, una semana después de aquel fatídico 15 de septiembre llegó lo que se llamó el “Earth Overshott Day”, el día de la superación de las capacidades naturales de la Tierra. Ese año 2008, la humanidad consumió un 30% más de lo que el planeta podría producir. De seguir así, en 2050 necesitaremos los recursos de dos planetas Tierra para el consumo. Se trata de lo que Jordi Pigem llama espejismo continuista: “dejar frívolamente que las cosas continúen como siempre.
8. Un drama mucho más fuerte en el Tercer Mundo
“El deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de un modo especial a los más débiles del planeta” (n. 48).
La visita de Francisco al Ecuador, Bolivia y Paraguay es la expresión de lo que dijo un asesor próximo al papa: “Él quiere demostrar que se puede ver más claramente desde la periferia que desde el centro”.
Concluye Francisco que son ridículas las reacciones de los gobiernos del mundo: “Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente” (n. 54). Aunque se valora como experiencias positivas la Cumbre de la Tierra (Rio de Janeiro 1992), el Convenio de Basilea (2005), la Conferencia de la ONU sobre el Desarrollo Sostenible Rio+20 (2012) y otras, “urgen acuerdos internacionales que se cumplan” (n. 173).
La tierra “no es un bien económico” para la explotación indiscriminada de los humanos, sino “un espacio sagrado donde interactuar” (n.146). En la presentación de la encíclica, Francisco, junto con el Patriarca Bartolomé, habló de la necesidad de arrepentirse de “las propias maneras de dañar el planeta”. Nuestro pecado destructores “un crimen contra la naturaleza, contra nosotros mismos y un pecado contra Dios” que exige reparación.