"No caminas cual huérfano perdido. Sabes que hay Alguien que te defiende" Tú ves... tú le ves
Tú ves que es mejor los abrazos que las hachas,
el cariño y la mansedumbre
a la hiel de la crítica anónima y cruel
de los inquisidores de la historia
Caminas con una sonrisa por la vida
en medio del terremoto,
porque tú ves.
Ves los milagros cotidianos de Dios
en la vida de tantas personas:
muchos cojos caminan,
los demonios del miedo son vencidos
y la ciudad se llena de alegría pequeña
y revolucionaria.
Tú ves que es mejor los abrazos que las hachas,
el cariño y la mansedumbre
a la hiel de la crítica anónima y cruel
de los inquisidores de la historia.
Tu ves que aunque te pierdas o te equivoques
tienes una Padre que te quiere
porque eres sangre de sus sangre,
tan pequeño e insignificante
pero tan valioso que te salva la muerte
y la sangre de todo un Dios.
No caminas cual huérfano perdido.
Sabes que hay Alguien que te defiende
y siempre está contigo,
en el bar, en el bus, en la escuela, en la playa,
en la cena, en el duelo, en la iglesia en la fiesta
y en el trabajo y pan de cada día.
Tu lo ves.
Tu ves con el poder de la ultravisión
de la fe:
donde hay competidores ves hermanos,
donde hay un problema, una superación,
donde hay una disputa, el valor del perdón,
donde hay muerte y miseria,
resurrección, esperanza y capacidad de renacer.
La humanidad va ciega de prejuicios,
de ira, de cerrazón, de gritos y disputas.
Pero tú ves a Dios y lo conoces
en medio de la ajetreada multitud.
El AMOR QUE NOS HACE ESTAR VIVOS.
Tú lo ves.
Vivo, fuerte, sonriente,
como cuando vivía en Nazaret y serraba tablas en un taller anónimo.
Como cuando curaba y perdonaba
y bendecía a los niños.
Tu le ves.
Y el también te ve.
Y así, los dos erguidos en medio del tsunamí de la historia
os sabéis muy amigos.
Y no hay miedo.
Tú le ves.
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