¿Un Concilio global y tecnológico?

Cuando Juan XXIII, comunicó a los Cardenales la idea de convocar un Concilio, sin duda, saltaron chispas dentro de los muros de San Pedro. Se trataba de una idea absolutamente descabellada, que no tenía ningún sentido. Para la Iglesia aquella intuición del Papa, a pesar de los pesares, fue una auténtica bendición. El antes y el después del Concilio significó remover muchas cosas, que estaban fosilizadas en una Iglesia que nacía a un mundo nuevo, con unos moldes vetustos. Un viento de esperanza recorrió los cinco continentes.
Una de las características de nuestro tiempo es la facilidad y velocidad de las comunicaciones. En tiempo real podemos transmitir o recibir texto, imagen o sonido desde cualquier lugar de nuestro planeta. En esta etapa de la historia de la Humanidad, la Iglesia, debería plantearse una “movida” global, que pudiera desembocar en un Concilio Ecuménico. Las nuevas tecnologías de la comunicación son un signo de los tiempos. Los retos de esta etapa de la Humanidad son ya diferentes a los del Concilio Vaticano II. Nos estamos quedando atrás en muchas cosas. Necesitamos respuestas nuevas para situaciones diferentes.




Me imagino al Papa Francisco anunciando la posibilidad de iniciar un movimiento de consulta a todos los fieles del mundo sobre temas importantes y conflictivos para recabar su parecer. Evidentemente los calificativos peyorativos para esta iniciativa, por parte de algunos, serían mayúsculos. ¡Una locura! ¡El colmo de los colmos! ¡Lo que nos faltaba…! Este se ha tomado demasiado en serio lo de la Sinodalidad y Colegialidad.

La experiencia de los cuestionarios enviados con motivo de los dos Sínodos sobre la Familia, entiendo que ha sido positiva. Supongo que las repuestas estarán archivadas en algún ordenador de esa santa casa. Gracias a a esta iniciativa papal, muchos hemos tenido la oportunidad de expresar nuestra opinión. Sin embargo, hay muchos temas candentes y urgentes sobre los cuales en base a cuestionarios de ese tipo, el Papa, podría obtener el parecer de millones de fieles, que desearían participar en esta iniciativa. Evidentemente, debería de garantizarse que, de una manera u otra, los cuestionarios llegasen a todo el mundo. Y, al mismo tiempo, elegir un equipo de trabajo que esté por la labor, a la hora de tratar los datos recibidos.



Una “movida” así podría ser un revulsivo para muchas iglesias “aletargadas” e “indiferentes”. Una sensación de Iglesia en marcha, viva e inquieta recorrería los cinco continentes. Una convocatoria a una reflexión común en los tiempos de la globalización sería maravillosa. Esto generaría mucha ilusión, corresponsabilidad y madurez cristiana. No cabe duda que hay muchas Diócesis, en las que se está trabajando muy bien y con mucha inquietud para animar y cualificar la vida parroquial, como ámbito para una vida cristiana más comprometida. Pero esta reflexión significaría activar ese “sensus fidei” de manera global. Es cierto que la “brecha tecnológica” puede ser una dificultad, pero donde hay un obispo inquieto está el ordenador e internet. Me imagino a Juanjo Aguirre, en Centroafrica, reuniendo a sus comunidades y enviando los datos sin problemas o a mi amigo Juan Oliver, obispo de Requena, en plena selva peruana, haciendo lo mismo.



La culpa de que este tipo de ideas circule entre los fieles es del papa Francisco, que nos precede en creatividad e imaginación y quiere “jaleo”. Sin duda, Santidad, todo ese material, y esa reflexión nos ayudaría a una renovación profunda, a sentirnos Iglesia con la Iglesia Universal. Una liturgia universal, una reflexión eclesial también universal, siempre teniendo en cuenta las distintas culturas y pueblos, pero caminando en la misma dirección. Un par de años de trabajo sostenido y sostenible podrían ofrecer un material precioso, fruto de la reflexión seria y responsable de muchos para el bien de la Iglesia.

Y todo ese contenido podría ser la base para un Concilio Vaticano III Pastoral, que lleve a la Iglesia a conectar con los tiempos de las nuevas tecnologías y las comunicaciones. Escuchar la voz de todos aquellos que quieran contribuir, con su punto de vista y su experiencia, a una Iglesia más evangélica y más significativa para esta etapa de la historia de la Humanidad. La lista de temas sobre las cuales el Pueblo de Dios en marcha podría opinar es inmensa. Cada uno podríamos hacer alguna, pero esa gente de Roma son inteligentes y, seguro, que prepararían buenos cuestionarios, que nos ayudarían a reflexionar y responder, desde la oración y la razón. ¡Que no se asusten algunos que creen tener la exclusiva del Espíritu Santo!…Ancianos y jóvenes, laicos y sacerdotes, religiosos y religiosas, -parafraseando las palabras del profeta Joel (3,1-5)- soñemos y construyamos, todos juntos, la Iglesia del siglo XXI. ¡Ufff, me acabo de despertar!

Volver arriba