Francisco: hacia una Iglesia más fraterna y tierna
No cabe duda que el Papa Francisco lo tiene complicado. Se le nota que no tiene más remedio que aceptar todavía muchos peajes en aspectos secundarios para no herir sensibilidades y que son muchos los elementos que juegan en su contra. Sin embargo se percibe también que el Espíritu Santo aletea dándole fuerza. Tanto el sábado en la Vigilia como el domingo en la Misa del segundo domingo de Pascua, Domingo de la Misericordia, pronunció palabras verdaderamente proféticas. Por eso la “contra” puede tener victorias parciales, pero el Papa al final ganará, porque además de la fuerza de la razón, tiene la del amor. Esto nos da una gran alegría y tranquilidad.
Estos días, en Roma, he sido testigo del compromiso de este hombre por caminar hacia una Iglesia más fraterna. Más cercana a los problemas concretos y reales del hombre de nuestro tiempo. Una Iglesia que desea alejarse de los muros y barreras que nos impiden presentar al Cristo llagado, como dijo en la Vigilia del sábado, cuando dejó los papeles. Un Cristo llagado que nos empuja a ocuparnos de tantos “llagados” de nuestro mundo cercano y lejano. Decía así: “¿Cuántos son los rostros de la misericordia, con los que Él viene a nuestro encuentro? Son verdaderamente muchos; es imposible describirlos todos, porque la misericordia de Dios es un crescendo continuo. Dios no se cansa nunca de manifestarla y nosotros no deberíamos acostumbrarnos nunca a recibirla, buscarla y desearla. Siempre es algo nuevo que provoca estupor y maravilla al ver la gran imaginación de Dios, cuando sale a nuestro encuentro con su amor.” Una palabras únicas que nos hablan de un Dios con “fantasía creadora”. Impresionante imagen para decirnos como debemos actuar en relación con la acción misericordiosa.
Y, además, con naturalidad, soltó -como improvisando- que le gustaría que en todas las diócesis del mundo, en este año de la Misericordia, se crearan instituciones de misericordia. Algo así como residencias de ancianos abandonados, casas de acogida para la gente de la calle, residencias para niños autistas…etc. Sin duda, muchos obispos dirán que ya tiene muchas de estas cosas; pero tendríamos que preguntarles: ¿Acaso no hay lugar para alguna más, que no exista y se necesite? Es cuestión de imaginación, creatividad y, claro, medios. Y el pueblo de Dios si lo ve claro, responderá con generosidad para ese tipo de acciones, que manifiestan la misericordia de Dios por medio de nosotros. Por eso, había dicho un poco antes: “la misericordia nunca puede dejarnos tranquilos. Es el amor de Cristo que nos "inquieta" mientras no hayamos alcanzado el objetivo; que nos empuja a abrazar y estrechar a nosotros, a involucrar, a quienes tienen necesidad de misericordia para permitir que todos sean reconciliados con el Padre (cf. 2 Co 5,14-20). No debemos tener miedo, es un amor que nos alcanza y envuelve hasta el punto de ir más allá de nosotros mismos, para darnos la posibilidad de reconocer su rostro en los hermanos. Dejémonos guiar dócilmente por este amor y llegaremos a ser misericordiosos como el Padre”.
Finalmente, como si fuera aun testamento espiritual nos describe la imagen del logo del Año de la Misericordia, cuyo autor es el Padre Rupnik : “Dios toma a cada uno de nosotros y nos alza hasta sus mejillas. ¡Cuánta ternura contiene y cuánto amor manifiesta! He pensado en esta palabra del Profeta cuando he visto el logo del Jubileo. Jesús no sólo lleva sobre sus espaldas a la humanidad, sino que además pega su mejilla a la de Adán, hasta el punto que los dos rostros parecen fundirse en uno”. La misericordia es la ternura de Dios. Por eso nos invita a ser instrumentos de esta ternura: Dios, en este año de la Misericordia nos da esta magnífica oportunidad a todos.
Estos días, en Roma, he sido testigo del compromiso de este hombre por caminar hacia una Iglesia más fraterna. Más cercana a los problemas concretos y reales del hombre de nuestro tiempo. Una Iglesia que desea alejarse de los muros y barreras que nos impiden presentar al Cristo llagado, como dijo en la Vigilia del sábado, cuando dejó los papeles. Un Cristo llagado que nos empuja a ocuparnos de tantos “llagados” de nuestro mundo cercano y lejano. Decía así: “¿Cuántos son los rostros de la misericordia, con los que Él viene a nuestro encuentro? Son verdaderamente muchos; es imposible describirlos todos, porque la misericordia de Dios es un crescendo continuo. Dios no se cansa nunca de manifestarla y nosotros no deberíamos acostumbrarnos nunca a recibirla, buscarla y desearla. Siempre es algo nuevo que provoca estupor y maravilla al ver la gran imaginación de Dios, cuando sale a nuestro encuentro con su amor.” Una palabras únicas que nos hablan de un Dios con “fantasía creadora”. Impresionante imagen para decirnos como debemos actuar en relación con la acción misericordiosa.
Y, además, con naturalidad, soltó -como improvisando- que le gustaría que en todas las diócesis del mundo, en este año de la Misericordia, se crearan instituciones de misericordia. Algo así como residencias de ancianos abandonados, casas de acogida para la gente de la calle, residencias para niños autistas…etc. Sin duda, muchos obispos dirán que ya tiene muchas de estas cosas; pero tendríamos que preguntarles: ¿Acaso no hay lugar para alguna más, que no exista y se necesite? Es cuestión de imaginación, creatividad y, claro, medios. Y el pueblo de Dios si lo ve claro, responderá con generosidad para ese tipo de acciones, que manifiestan la misericordia de Dios por medio de nosotros. Por eso, había dicho un poco antes: “la misericordia nunca puede dejarnos tranquilos. Es el amor de Cristo que nos "inquieta" mientras no hayamos alcanzado el objetivo; que nos empuja a abrazar y estrechar a nosotros, a involucrar, a quienes tienen necesidad de misericordia para permitir que todos sean reconciliados con el Padre (cf. 2 Co 5,14-20). No debemos tener miedo, es un amor que nos alcanza y envuelve hasta el punto de ir más allá de nosotros mismos, para darnos la posibilidad de reconocer su rostro en los hermanos. Dejémonos guiar dócilmente por este amor y llegaremos a ser misericordiosos como el Padre”.
Finalmente, como si fuera aun testamento espiritual nos describe la imagen del logo del Año de la Misericordia, cuyo autor es el Padre Rupnik : “Dios toma a cada uno de nosotros y nos alza hasta sus mejillas. ¡Cuánta ternura contiene y cuánto amor manifiesta! He pensado en esta palabra del Profeta cuando he visto el logo del Jubileo. Jesús no sólo lleva sobre sus espaldas a la humanidad, sino que además pega su mejilla a la de Adán, hasta el punto que los dos rostros parecen fundirse en uno”. La misericordia es la ternura de Dios. Por eso nos invita a ser instrumentos de esta ternura: Dios, en este año de la Misericordia nos da esta magnífica oportunidad a todos.