¿Sigue siendo el Evangelio una alternativa? Una Iglesia desconcertada y desconcertante

El Papa firma el Pacto de Asís
El Papa firma el Pacto de Asís

Poco a poco, y de acuerdo con los relatos se fue releyendo, de manera coral y plural, la historia de Jesús de Nazaret. Los evangelios canónicos y apócrifos nos dan testimonio de este etapa. 

No obstante, por lo que sabemos, de lo que nos cuentan los primeros escritos, aquella primera Iglesia, después del desconcierto inicial, con el impulso del Resucitado, fue encontrando caminos certeros para que su mensaje se fuera extendiendo de manera progresiva por el mundo conocido en aquel momento.

A partir de las cadenas constantinianas lo que aparentemente era una liberación se hizo hermética. La Iglesia se asimiló al poder político, incluso en las vestimentas, arquitectura, forma de vida…Y eso dura en parte hasta nuestros días.

Este ayer es, hoy, actual. ¿Cómo dar respuesta a tantas cruces en nuestro mundo actual? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué pensaría Jesús de su Iglesia en estos momentos? ¿Tiene la Iglesia suficiente fuerza moral para anunciar de manera creíble la frescura del evangelio de Jesús? ¿Sigue el evangelio siendo una alternativa para los hombres y mujeres de nuestro tiempo? No cabe duda que muchos ven a la Iglesia como la meretrix, les cuesta ver la “casta”.

Me preocupa que sean verdad aquellas palabras de un nuncio en Paris, que afirmaba, antes de la Primera Guerra Mundial, que nuestro mundo necesitará más de una Iglesia fuerte que de Dios. ¡Terrible! ¿Una Iglesia al margen de Dios?

Convertirnos en mensajeros de paz y esperanza, como Francisco de Asís en su tiempo, no es una tarea fácil, pero nos tiene que encontrar convergiendo, cada uno de desde nuestra identidad, con hombres y mujeres creyentes. O no creyentes, que, codo con codo, trabajan por La Paz y el Bien.

¡Cuántas veces nos hemos imaginado a aquel grupo de hombres y mujeres, todavía no institucionalizados, al pie de la Cruz de  Cristo! Sabemos que algunos estaban cerca, y que no les importaba dar la cara. Otros estaban más lejos, escondidos y temerosos, pero “estaban”. Y los más, junto con los anteriores, desconcertados. ¿Y, ahora qué? Esta sería la primera pregunta…Sin duda, los relatos de la ”Resurrección” intentan dar respuesta a este interrogante crucial e inicial. Poco a poco, y de acuerdo con los relatos se fue releyendo, de manera coral y plural, la historia de Jesús de Nazaret. Los evangelios canónicos y apócrifos nos dan testimonio de este etapa. 

Institucionalización 

La pronta llegada de la “institucionalización” apaciguó las inquietudes y los desconciertos, pero los “impulsos” iniciales, sin duda, sufrieron una merma. El paso de la intuición a la institucionalización es una ley sociológica insoslayable. No obstante, por lo que sabemos, de lo que nos cuentan los primeros escritos, aquella primera Iglesia, después del desconcierto inicial, con el impulso del Resucitado, fue encontrando caminos certeros para que su mensaje se fuera extendiendo de manera progresiva por el mundo conocido en aquel momento. Una Iglesia que tuvo que confrontarse a los poderes políticos, que no contemplaban el pluralismo religioso, y por lo tanto aparecieron las primeras persecuciones. Era el precio de la fidelidad.

Desconcertante

El comportamiento de esa Iglesia primigenia fue desconcertante, y desde la Cruz, surgieron comunidades, no sin tensiones, tanto en el área judeocristiana como la que venía de la gentilidad. El Espíritu del Resucitado aleteaba con fuerza. Sin embargo, eso no eliminaba, como siempre a lo largo de la historia de la Iglesia, las fuerzas internas y externas, que veces  luchaban para frenar el avance. Esa fricción entre el Espíritu y las fuerzas del mal, presentes en la Iglesia, formada por hombres, la refleja muy bien un santo padre de las primeros tiempos de la Iglesia, san Justino, cuando afirma que la Iglesia es la “casta meretriz”. Si olvidamos esta realidad perdemos una clave hermenéutica necesaria para leer la historia de una Iglesia que desea ser fiel al Señor, pero que se encuentra muchas veces bloqueada por sus pecados y limitaciones. Y esto ha sido así, es así y lo será…

Asimilada al poder político

A partir de las cadenas constantinianas lo que aparentemente era una liberación se hizo hermética. La Iglesia se asimiló al poder político, incluso en las vestimentas, arquitectura, forma de vida…Y eso dura en parte hasta nuestros días. El Espíritu del Resucitado ha tenido que trabajar mucho para despertar a una Institución, que escogió el camino de la “esclerotización”. 

Y llegaron las polémicas y las separaciones por razones fundamentalmente políticas. Pero también el Espíritu fue abriéndose camino con grandes profetas, fundadores de órdenes, y santos, que muchos de ellos, por sus opciones, denunciaban la vida de la Iglesia, y sufrieron persecuciones por parte de ella…El Concilio Vaticano II fue un hito extraordinario del Espíritu Santo. Muchas de sus propuestas están por estrenar, después de varios frenazos…

Un ayer actual

Este ayer es, hoy, actual. ¿Cómo dar respuesta a tantas cruces en nuestro mundo actual? ¿Qué podemos hacer? ¿Qué pensaría Jesús de su Iglesia en estos momentos? ¿Tiene la Iglesia suficiente fuerza moral para anunciar de manera creíble la frescura del evangelio de Jesús? ¿Sigue el evangelio siendo una alternativa para los hombres y mujeres de nuestro tiempo? No cabe duda que muchos ven a la Iglesia como la meretrix, les cuesta ver la “casta”. No hace falta enumerar la cantidad de hechos, que han provocado el alejamiento de muchos creyentes de la Iglesia. Están en la mente de todos…Pero la Iglesia sigue siendo la institución garante de la Palabra, La Tradición y el Magisterio…

¿Cuál es la situación en la que nos encontramos? El relato sin ser exhaustivos, ni caer en un negativismo a ultranza es bastante sólido. La irrupción de una pandemia que ha descolocado a la Humanidad, un cambio climático cada vez más patente y real, las guerras vivas y absurdas en estos momentos en los cinco continentes; y, una de ellas, con amenaza nuclear incluida. Los corolarios de estos datos: hambrunas cada vez más severas y devastadoras, crisis económicas amenazantes en el mundo rico…Nuestro mundo da la impresión que está desbocado y que no tiene líderes capaces de controlar estas situaciones. Asunta pensar el sinsentido de muchas opciones de nuestros políticos, que parecen, a pesar del dramatismo, electoralismo cuando no palos de ciego. 

Grandes problemas y limitaciones

Este es el mundo en el que la Iglesia de hoy, con sus grandes problemas y limitaciones, tiene que interactuar. Evidentemente para que su mensaje sea creíble tiene que dejar de lado los puritanismos, y asumir que tiene que ganarse el prestigio moral perdido a lo largo de los últimos tiempos. Desde la humildad es posible que su voz sea más escuchada, y menos oída. 

¿Cómo ser una “institución” que está en el mundo, sin ser de este mundo? Esta es una de las claves para entender la labor de la Iglesia en el ámbito político, económico, social, cultural…Transitar, no sin dificultades y tensiones, del angelismo efímero al compromiso transformador de la realidad es el gran reto. Una Iglesia que no se implica en todo sus ámbitos local y global en los problemas de este mundo ha perdido su razón de ser y existir. Pero al mismo tiempo sin dejarse asimilar por los poderes de este mundo que la quieren fagocitar y servirse de ella. ¡Cuántos ejemplos a lo largo de la historia, cerca y lejos de nosotros! La relectura de la “Lumen Gentium” podría ser muy interesante en estos momentos.

En los primeros tiempos, y a lo largo de la historia, la Iglesia ha tenido aciertos y fracasos, logros y pifias. No es necesario enumerarlas…, pero lo que no debe nunca es perder de vista que el espíritu del Resucitado la conduce, pero no de manera mágica, sino con personas que desde su inteligencia y desde su fe buscan los mejores caminos para responder a los impulsos del Espíritu Santo. Por eso la Iglesia, después de una buena catarsis histórica, tiene que preguntarse si está respondiendo de verdad a las propuestas del Espíritu Santo…¿Está lo suficientemente conectada a él como para que eso sea así? ¿O se encuentra bloqueada por su ensimismamiento en tradiciones poco relevantes? 

Me preocupa que sean verdad aquellas palabras de un nuncio en Paris, que afirmaba, antes de la Primera Guerra Mundial, que nuestro mundo necesitará más de una Iglesia fuerte que de Dios. ¡Terrible! ¿Una Iglesia al margen de Dios?

Los retos de la Iglesia, y de cada creyente se entremezclan e esta coyuntura. Convertirnos en mensajeros de paz y esperanza, como Francisco de Asís en su tiempo, no es una tarea fácil, pero nos tiene que encontrar convergiendo, cada uno de desde nuestra identidad, con hombres y mujeres creyentes. O no creyentes, que, codo con codo, trabajan por La Paz y el Bien. La mies es mucha….¿y los obreros? Apuntémonos a una Iglesia desconcertante y revolucionaria del amor.

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