Políticos mediocres en una España débil
En unos días empieza oficialmente la campaña electoral. Pero estamos inmersos en ella desde hace meses. Muchos ciudadanos tienen la impresión que nos encontramos en un túnel interminable, cuya salida parece incierta. La sospecha es que los mimbres van a ser los mismos y, la capacidad de dialogo y negociación parecidas. ¿Qué va a pasar? El día 26 de junio por la noche lo sabremos. En cualquier caso, sea cual sea el resultado de la negociación final: España estará conducida por una clase política bastante ramplona y mediocre. No son los líderes que necesita la España del siglo XXI. Pero eso es lo que hay…Tienen que mover el banquillo. En todos hay caras nuevas, mejores.
Las entrevistas y discursos, en estas últimas semanas, de los cuatro líderes de los partidos mayoritarios, revelan que cada uno de ellos es fruto de su laboratorio. Los consejeros áulicos los manejan a su antojo, al compás de las encuestas y de los medios. Las pocas ideas al servicio de la estrategia, por eso son previsibles. Manda la coyuntura, por eso se contradicen. Tenemos unos políticos de diseño, cuya divisa es únicamente arrebatar unos pocos votos más al adversario. Manejan la ambigüedad con maestría y cuando hablan claro en algún momento es para asustarse, ya que demuestran que no saben lo que llevan entre manos. Los cuatro (Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera) se lo están poniendo difícil a los votantes indecisos, que no son militantes o se identifican con las siglas. La pose, el tono y el postureo son esenciales para acariciar unos votos más, según el lugar y contexto, por eso probablemente asistamos a una campaña muy agresiva, que nos avergüence en algún momento. Lamentablemente, ninguno de ellos habla con la suficiente firmeza y credibilidad. Y, además han perdido la virginidad ante los ojos de todos los españoles, en los meses post-electorales. Muchísima gente no sabe que hacer, ya que el panorama es bastante desolador. ¿Qué necesitamos para levantar el ánimo y generar un ligero optimismo realista?
No palabras huecas y vacías, o promesas vanas, los ciudadanos, queremos un discurso de horizontes lejanos e ilusionante, acompañado de medidas para que al día siguiente se note un cambio real, que apunte hacía las raíces de nuestros problemas de ayer y de hoy. En esa línea me gustaría que empezaran por asumir algunas propuestas muy concretas que Cáritas se ha permitido recordarles a estos señores con motivo de las elecciones. Algunas muy importantes: “garantía de ingresos para los hogares en situación de pobreza severa…un sistema de garantía de ingresos mínimos de ámbito estatal supondría una medida eficaz para luchar contra la pobreza en general y, muy especialmente, contra la pobreza severa; Proceder a reformas estructurales que garanticen el derecho a una vivienda digna y adecuada…reformar la Ley de Enjuiciamiento Civil y la Ley Hipotecaria, así como la implementación de medidas como un Pacto por la Vivienda que aborde de manera estructural la emergencia habitacional que afecta a cientos de familias; Empleo digno y salario justo..un Salario Mínimo Interprofesional que tienda a equipararse siempre con el salario medio y no, como sucede ahora, al umbral de la pobreza; Apuesta por la economía social y solidaria en la contratación pública; Evitar la irregularidad sobrevenida…la renovación de las autorizaciones de residencia de las personas extranjeras que no se vincule exclusivamente a estar en posesión de un contrato en vigor o una oferta de empleo; Garantizar los derechos humanos en los procedimientos de expulsión; Cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible; Destinar el 0,7 % del PIB a ayuda oficial al desarrollo para garantizar la financiación de un modelo de desarrollo sostenible”. Música celestial para ellos, que si se plantean alguno de estos temas es de manera absolutamente electoralista, pero poco creíble.
Al final iremos a votar, pero con una pinza en la nariz, ya que las papeletas desprenderán un cierto tufo de corrupción y prepotencia. Por favor, que alguien nos devuelva la confianza en la clase política. ¡Inocente, inocente!