El dilema de Francisco
Distintas listas aparecidas en este digital nos muestran, de vez en cuando, la lista de opositores a las reformas del Papa Francisco. Una lista demasiado amplia en la Curia Romana y bastante extendida también en nuestra tierra. Los nombres son tan de sobras conocidos, que no hace falta citarlos para no darles más publicidad. Alguno se enronca, otro planifica y alguna vez se encuentra en camino o por los cerros de Andújar. Actúan las más de las veces con la sutileza romana, pero se les ve el plumero a la mínima y el Papa, según me cuentan, lo sabe. En el Vaticano las paredes oyen, y las miradas y las medias palabras, delatan las conjuras de los necios. Y en España las salidas de pata de palo de algunos prelados son bastante sonoras mediáticamente. Tenemos un episcopado, salvo excepciones, de un tono medio bajo. Y los afines a tope al Papa Francisco en la piel de toro se pueden contar, probablemente, con una mano y media. De boquilla todos, pero a la hora de la verdad, el capitán, aunque ha dejado de ser elector, todavía tiene mando en plaza. Pero se equivocan…Como me contaba un experto vaticanista, cuando un cardenal deja de ser elector poco poco lo sumen en el ostracismo. Esto explica la rebelión de los cardenales octogenarios, en su momento, a Juan Pablo II. La fidelidad a la Iglesia y al Papa debería ser inquebrantable. El Concilio Vaticano II supuso un gran sufrimiento para mucha gente, que no entendía el cambio, pero también mucha generosidad y respeto de muchos cardenales y obispos conservadores, que escucharon la voz del Espíritu Santo de la Historia.
En cualquier caso ante esto qué puede hacer el Papa. Bergoglio con su talante evangélico intenta no imponer, sino convencer, aunque muchos le recuerden que esto es absolutamente imposible. Pero el Papa no renuncia a su fe en el Dios de la misericordia, que espera con los brazos abiertos a sus hijos más recalcitrantes. Sinceramente, Bergoglio, no es un inocentón, pero se lo cree de verdad. Confía en su “conversión”, aunque tengan callos y espuelas. Francisco desea vislumbrar algún signo de acercamiento y comprensión. Recuerdan en la película “Las sandalias del pescador”, aquel cardenal regordete totalmente opositor al Papa y su política. Antony Quinn, un poco naif, se emocionó al final de su vida del cambio de aquel hombre, que se consideraba honestamente cancerbero del sistema. Estos no parecen tan honestos y limpios. Obedecen a otros intereses, no confesados. Así me lo relatan desde Roma y Madrid. Sin duda, el Papa, diariamente sigue adelante con sus reformas, aunque no les guste a estas gentes y sus seguidores. Además no tiene demasiado margen de maniobra. Aunque sea el último gobernante, que teóricamente tiene todo el poder, sin embargo no puede prescindir de ellos de un plumazo. Y, si puede hacerlo, no lo hará, ya que estos señores libres y sueltos son más peligrosos. Tiene que asumirlos con todas las consecuencias. Al menos, si los tiene cerca, los puede controlar mejor, pero no es una situación fácil. A alguno, si que tiene que alejarlo de su primer cinturón. Del mismo modo, que ellos han condenado teólogos por bordear la ortodoxia, ahora tienen que esperarse, como mínimo, reprimendas o críticas por contradecir al Papa. Nadie les niega la palabra, pero que asuman la responsabilidad y las consecuencias de sus desmanes. En cualquier caso, Papa Francisco, siga a la suya…que es la de muchos.
Una cosa es evidente, el Papa, debe vigilar cuidadosamente la nominación de los cardenales. El criterio de la fidelidad dinámica a la Iglesia tiene que primar sobre otras cuestiones de tipo político. La Iglesia de Francisco atenderá el carácter internacional, pero debe mirar también a las personas, y no las naciones o los continentes. Esos compromisos deben terminar. El presente y el futuro de la Iglesia, todavía dependen de una buena elección de obispos y, sobre todo de cardenales. “Todavía” significa, hoy; mañana veremos…La Iglesia no podrá mantener el mismo sistema en la “elección” de sus líderes mucho más tiempo. Algo dirán las nuevas tecnologías, las corrientes de opinión, las nuevas generaciones.
En cualquier caso ante esto qué puede hacer el Papa. Bergoglio con su talante evangélico intenta no imponer, sino convencer, aunque muchos le recuerden que esto es absolutamente imposible. Pero el Papa no renuncia a su fe en el Dios de la misericordia, que espera con los brazos abiertos a sus hijos más recalcitrantes. Sinceramente, Bergoglio, no es un inocentón, pero se lo cree de verdad. Confía en su “conversión”, aunque tengan callos y espuelas. Francisco desea vislumbrar algún signo de acercamiento y comprensión. Recuerdan en la película “Las sandalias del pescador”, aquel cardenal regordete totalmente opositor al Papa y su política. Antony Quinn, un poco naif, se emocionó al final de su vida del cambio de aquel hombre, que se consideraba honestamente cancerbero del sistema. Estos no parecen tan honestos y limpios. Obedecen a otros intereses, no confesados. Así me lo relatan desde Roma y Madrid. Sin duda, el Papa, diariamente sigue adelante con sus reformas, aunque no les guste a estas gentes y sus seguidores. Además no tiene demasiado margen de maniobra. Aunque sea el último gobernante, que teóricamente tiene todo el poder, sin embargo no puede prescindir de ellos de un plumazo. Y, si puede hacerlo, no lo hará, ya que estos señores libres y sueltos son más peligrosos. Tiene que asumirlos con todas las consecuencias. Al menos, si los tiene cerca, los puede controlar mejor, pero no es una situación fácil. A alguno, si que tiene que alejarlo de su primer cinturón. Del mismo modo, que ellos han condenado teólogos por bordear la ortodoxia, ahora tienen que esperarse, como mínimo, reprimendas o críticas por contradecir al Papa. Nadie les niega la palabra, pero que asuman la responsabilidad y las consecuencias de sus desmanes. En cualquier caso, Papa Francisco, siga a la suya…que es la de muchos.
Una cosa es evidente, el Papa, debe vigilar cuidadosamente la nominación de los cardenales. El criterio de la fidelidad dinámica a la Iglesia tiene que primar sobre otras cuestiones de tipo político. La Iglesia de Francisco atenderá el carácter internacional, pero debe mirar también a las personas, y no las naciones o los continentes. Esos compromisos deben terminar. El presente y el futuro de la Iglesia, todavía dependen de una buena elección de obispos y, sobre todo de cardenales. “Todavía” significa, hoy; mañana veremos…La Iglesia no podrá mantener el mismo sistema en la “elección” de sus líderes mucho más tiempo. Algo dirán las nuevas tecnologías, las corrientes de opinión, las nuevas generaciones.