“Descendiendo el mismo Espíritu Santo sobre el que oraba, Cristo había sido actuado para la obra de su ministerio” (AG 4) Bautismo del Señor (10.01.2021): El Espíritu capacita a Cristo para la misión
Espíritu Santo, ¡aviva en nosotros tu amor!
| Rufo González
Comentario: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1,7-11)
La fiesta del Bautismo de Jesús pertenece oficialmente al tiempo de Navidad. Jesús no recibe el bautismo en el ámbito del nacimiento, sino en el inicio de su misión pública (sobre los treinta años). Mejor sería “domingo 1º del Tiempo Ordinario”. Concuerda con el “domingo 2º del TO”: “En efecto, después de la Epifanía se leen los comienzos de la predicación del Señor, que guardan una estrecha relación con el Bautismo y las primeras manifestaciones de Cristo” (Calendario Litúrgico Pastoral).
Marcos inicia el evangelio con la predicación de Juan Bautista y el bautismo de Jesús. El Espíritu Santo intima a Jesús de Nazaret su unión con el Padre Dios y le acredita como enviado, ungido, mesías. El Vaticano II recoge esta vinculación en el Decreto sobre la “Actividad misionera de la Iglesia”. Pone en paralelo el envío de Cristo y de la Iglesia: “En Pentecostés empezaron los `hechos de los Apóstoles´, así como, viniendo el Espíritu Santo sobre la Virgen María, Cristo había sido concebido y, descendiendo el mismo Espíritu Santo sobre el que oraba, Cristo había sido actuado para la obra de su ministerio -“actus fuerat ad opus ministerii sui”- (cf. Lc 3,22; 4,1; He 10,38)” (AG 4). El Espíritu capacita a Cristo para la misión: “desciende sobre él cuando oraba y le activa para la obra de su servicio”. De modo similar, el Espíritu actúa en la Iglesia, “actuando” y enviando a la misma misión de Jesús. Es el bautismo del Espíritu, el sacramento fundamental.
Jesús acude a la convocatoria de Juan. El movimiento de Juan aviva su vocación. Juan y Jesús parten de la vida profana, no del templo ni los sacerdotes, a pesar de que Juan era hijo de sacerdote (Zacarías). Ninguno de ellos representa la religión oficial. Nacen en la humanidad deshumanizada, llena de desigualdad e injusticia. Sienten la llamada de Dios a cambiar la vida. “Apenas salió del agua”, al terminar la experiencia bautismal, Jesús “ve y oye” (experiencia interior, que el mismo texto sugiere que sólo Jesús percibió):
- a) “vio rasgarse los cielos”(ver Is 63, 19). Jesús siente que Dios habla de nuevo. Es “su Hijo, que vino desde el silencio” (S. Ignacio de Antioquía: Ad Magn. 8,2).
- b) “vio al Espíritu que bajaba hacia él como una paloma”. Es una descripción de la experiencia del Espíritu Santo. El Espíritu da a Jesús, como a todo hombre, “luz y fuerza para que pueda responder a su máxima vocación” (GS 10), hace crecer su fe “por la que llega a contemplar y saborear el misterio del plan divino” (GS 15). Jesús se comprende ya como amado del Padre y ungido por el Espíritu para hacer su voluntad: “el Espíritu Santo está sobre mí... me ha enviado a evangelizara los pobres...” (Lc 4, 18).
- c) “se oyó una voz desde los cielos: `Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco´”. Son palabras del Segundo Isaías (Is 42,1) relativas al siervo de Dios. El término griego que designa la relación de Jesús con el Padre ("uios”) significa: hijo y siervo. Como Hijo se siente vinculado con el amor del Padre. Como Siervo cumplirá la voluntad del Padre.
Oración: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1, 7-11)
Asistimos, Jesús, a la manifestación adulta de tu fe:
has crecido en “sabiduría, en estatura y en gracia...” (Lc 2,52);
tu vida ronda los treinta años, edad para opciones serias;
el movimiento del Bautista te ha afectado profundamente;
dejas tu casa y llegas para ser bautizado por Juan en el Jordán.
“Apenas saliste del agua, viste rasgarse los cielos
y al Espíritu que bajaba hacia Ti como una paloma.
Oíste una voz desde los cielos:
`Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco´”.
Tanto Juan como Tú arrancáis desde la vida normal:
no desde el templo ni los sacerdotes,
a pesar de que Juan era hijo de un sacerdote (Zacarías);
ninguno de vosotros es representante de la religión oficial;
vuestra vocación surge en la humanidad deshumanizada:
en la vida real, llena de desigualdad e injusticia,
de hipocresía y manipulación interesada...
sentís la llamada de Dios a cambiar la vida.
Vivir sólo para ti, para tu familia, para tu pequeño mundo:
no cuadra con tu Dios “compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia y lealtad” (Ex 34,6).
El culto de la sinagoga, del templo, de los sacerdotes...
no hace un mundo más humano,
ni suprime el hambre y la marginación...
Esta organización religiosa jerarquizada, poco fraterna...
ha culpabilizado la enfermedad, la pobreza, la desgracia;
no aporta a los más débiles respeto, justicia, vida, libertad...
El Espíritu de Dios te abrió el corazón:
te acarició como una paloma a sus polluelos;
sentiste su amor desbordante del mejor Padre-Madre;
tu humanidad recibe “luz y fuerza para responder a tu máxima vocación” (GS 10).
Escuchas en lo profundo: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”:
sientes que Dios te ama, te llena, está en ti con intimidad singular;
reconoces que su amor “hace salir el sol sobre buenos y malos” (Mt 5,45);
te conmueves, como Él, al ver a la gente como ovejas sin pastor;
te escuecen los enfermos, los descreídos, los que no van al templo...;
te duele la oración interesada, el culto comercial, la vestimenta suntuosa,
los títulos de honor, la hipocresía... de quienes dicen representar a Dios.
El Espíritu de Dios conducirá ya tu vida:
te empujará al desierto de la sociedad,
donde “fieras y ángeles” zarandean a todo ser humano;
ahí, en medio de la vida, se va caldeando tu alma;
darías vuelta a los profetas:
“no me traigáis más inútiles ofrendas...
buscad la justicia, socorred al oprimido,
proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda...” (Is 1,13.17).
“Antes de que salieras del seno materno, te consagré:
te constituí profeta de las naciones...
Irás a donde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene.
No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte...
Voy a poner mis palabras en tu boca...
Desde ahora te convierto en plaza fuerte, en columna de hierro
y muralla de bronce, frente a todo el país:
frente a los reyes y príncipes de Judá,
frente a los sacerdotes y al pueblo de la tierra” (Jer 1,5.7-9.18).
El último empujón del Espíritu fue la detención del Bautista:
es la fuerza del Espíritu que habita y mueve tu corazón:
“se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios.
Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc1, 14-15).
Preces de los Fieles (Bautismo de Jesús 10.01.2021)
Hoy contemplamos el inicio de la misión de Jesús. Su bautismo del Espíritu aguzó su consciencia de Hijo de Dios, le intimó el amor del Padre y le movió a comunicarlo. Renovemos nuestro bautismo diciendo: Espíritu Santo, ¡aviva en nosotros tu amor!
Por la Iglesia:
- que sea responsable al bautizar, bautizando a creyentes convencidos;
- que tenga paciencia apostólica, siembre la Palabra y espere sus frutos.
Roguemos al Señor: Espíritu Santo, ¡aviva en nosotros tu amor!
Por las intenciones del Papa (Enero 2021):
- que “el Señor nos dé la gracia de vivir en plena fraternidad
con hermanos y hermanas de otras religiones,
rezando unos por otros, abriéndonos a todos”.
Roguemos al Señor: Espíritu Santo, ¡aviva en nosotros tu amor!
Por los padres que quieren bautizar sus hijos pequeños:
- que no pidan el bautismo por costumbre social o superstición;
- que sean cristianos de verdad, y puedan ser modelos de sus hijos.
Roguemos al Señor: Espíritu Santo, ¡aviva en nosotros tu amor!
Por los bautizados:
- que sientan el Espíritu de hijos de Dios y hermanos de todos;
- que se valoren como miembros de la Iglesia, participando según su conciencia.
Roguemos al Señor: Espíritu Santo, ¡aviva en nosotros tu amor!
Por la gente más necesitada:
- que se sientan acompañados por quienes dicen ser cristianos;
- que sean amigos de Jesús, que les acompaña siempre y está en ellos.
Roguemos al Señor: Espíritu Santo, ¡aviva en nosotros tu amor!
Por esta celebración:
- que reavive el Espíritu, que nos habita y mueve siempre al bien;
- que nos lleve a ser activos del bien en la Iglesia y en la sociedad.
Roguemos al Señor: Espíritu Santo, ¡aviva en nosotros tu amor!
Ven, Espíritu Santo,arehacer y afianzar nuestro bautismo. Por él tenemos la misma dignidad de hijos y hermanos. Ayúdanos a tener conciencia de Iglesia, con derechos y deberes. Todos “aprendemos y enseñamos” tu Evangelio, conducidos por ti, Espíritu del Padre y del Hijo, que vives por los siglos de los siglos.
Amén
Leganés (Madrid), 10 de enero de 2021