A una aldea humilde, lejos del centro religioso, a una pobre de catorce años, llega el Amor Domingo 4º Adviento B 20.12.2020): En las entrañas de una mujer, María de Nazaret
Como María aceptamos los riesgos de tu vida, Señor
Comentario: “hágase en mí según tu palabra”. (Lc 1, 26-38)
El texto proclama el origen humano de Jesús, obra del Espíritu de Dios. La escena del anuncio del nacimiento de Jesús es un texto teológico sobre la “actuación del Padre y del Hijo” (Jn 5,17) de cara al mundo, iniciada con la creación. La concepción de Jesús está en paralelo con la creación de Adán. Con Jesús nace una humanidad nueva. Por ello el texto está redactado con ecos de la creación primera, narrada en el Antiguo Testamento. Empieza algo nuevo, y hay, por tanto, una actuación del Espíritu creador.
Lucas narra el núcleo de la fe cristiana: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios” (v. 35). La vida terrena del Hijo de Dios se inicia como la nuestra: en las entrañas de una mujer, María de Nazaret. En su pueblo recibe la llamada a ser la madre del Mesías. Prometida a José, con esponsales solemnes, esperaba la boda y la convivencia dentro del año. El anuncio del ángel es triple: a) Alégrate: te han llenado de gracia, el Señor está contigo, bendita entre las mujeres. b) “Concebirás en tu vientre...”. c) Respuesta a la objeción de María, que estaba prometida, no casada: “El Espíritu vendrá... la fuerza del Altísimo te cubrirá...”. El Espíritu creador hace real la humanidad de Jesús, regalo de Dios: “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito...” (Jn 3,16); “se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres” (Tit 2,11). La expresión “la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra” alude al tabernáculo sobre el que permanecía la nube de Yahvé. En María no están las tablas de la ley, el maná y la vara de Moisés. Ahora María es la tienda y el arca de la alianza, donde habita el Verbo de Dios, la Palabra hecha carne, la nueva alianza.
La contestación de María es modélica del creyente: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.Es la fe que salva. “Bienaventurada la que ha creído”, le dirá Isabel (Lc 1,45). María, por su fe en el amor de Dios, está disponible a su voluntad. Acepta ser virgen madre. Algo humanamente imposible. Sólo desde la gracia es explicable esta actitud. La disposición de María es signo de bendición divina, ya presente en su concepción. Cada bautizado puede mirarla y tomarla como modelo. Somos templos del Espíritu Santo que habita en nosotros. El Espíritu nos sugiere siempre, como a María, el “haced lo que él os diga” (Jn 2, 5). Propongo rezar hoy la oración de la Exhortación apostólica `Evangelii Gaudium´ (24.11.2013):
“Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo,llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo, cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio,
de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros. Amén. Aleluya.” (EG 288).
Oración: “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,26-38)
Meditamos hoy, Jesús, hijo de María, el anuncio de tu nacimiento:
a una aldea humilde, lejos del centro religioso, llega el Amor;
donde nadie lo esperaba: “¿de Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1,46);
entre mujeres poco recomendables, según el dicho de la época:
“a quien Dios castiga le da por mujer una nazaretana”;
a una chica pobre, llamada María, prometida con José.
María creía mucho en el amor de Dios:
sin saber cómo, siente en lo profundo un gozo inaudito:
“alégrate, llena de gracia,el Señor está contigo;
bendita tú entre las mujeres”.
El Padre Dios le da a sentir su presencia singular:
“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo,
y le pondrás por nombre Jesús”.
El desconcierto de María sería abrumador:
¿Estaré soñando? ¿Me habré vuelto loca?
¿Cómo será posible esta maternidad?
¿Vendrá de nuevo la fuerza creadora de Dios?
¿Seré yo el “arca” acompañada por la sombra del Altísimo?
María está íntimamente convencida de que:
la grandeza de Dios mira nuestra pequeñez;
el Poderoso hace maravillas en cada uno de nosotros;
su misericordia recorre toda historia humana;
su fuerte brazo desbarata nuestra soberbia y poderío;
su fortaleza enaltece a los humildes;
su voluntad colma de bienes a los hambrientos;
su actividad hace que los ricos se sientan vacíos (Lc 2,46-55).
María reacciona como un creyente razonable:
“¿cómo será eso, pues no conozco varón?”;
medita su maternidad criticable y el posible repudio de José,
el descrédito social y la ruptura del matrimonio soñado...
El Misterio inspira a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti,
la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra”.
Sólo su confianza en Dios podrá serenarla;
noticias de su prima Isabel la ayudan a creer lo imposible:
“También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez,
y ya está de seis meses la que llamaban estéril”.
Termina aceptando el misterio: “He aquí la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra”;
se hace arcilla ante la comunicación de Dios;
se siente pobre y desvalida ante la grandeza incomprensible;
desmonta sus planes para acoger la novedad creadora.
Así, Cristo Jesús, entras en la historia humana:
la fe de una joven acoge tu misterio en sus entrañas;
así sigues acercándote a nuestra historia:
buscando personas sencillas que acepten tu revelación;
llamando a gente vulnerable al Amor gratuito;
invitando a una vida como la tuya.
Como María, tu madre, queremos escuchar tu propuesta:
también nosotros nos sentimos agraciados ante Dios:
“mirad qué amor nos ha tenido el Padre
para llamarnos hijos de Dios,pues ¡lo somos!” (1Jn 3,1);
“ese mismoEspíritu da testimonio a nuestro espíritu
de que somos hijos de Dios” (Rm 8,16).
Como María aceptamos los riesgos de tu vida:
reconocemos los conflictos del mundo basado en el egoísmo;
creemos que otro mundo y otra iglesia son posibles;
Trabajaremos por la supresión de la injusticia y el desamor;
daremos a luz modos nuevos de fraternidad, de igualdad, de libertad;
“sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida
porque amamos a los hermanos” (1Jn 3,14);
decimos sí a cada hermano,
“ángel, enviado por Dios”, aceptándole y ayudándole.
Preces de los Fieles (D. 4º Adviento B 20.12.2020)
Nos dice el Papa Francisco (EG 286): “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura”. A esto, a construir la casa de Jesús, nos invita hoy María, antes de la Navidad. Pidamos celebrar bien el Nacimiento de Jesús, diciendo: “hágase en mí según tu palabra”.
“Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza”:
- que, como ella, oigamos la voz del Padre que nos acaricia;
- que, como ella, proclamemos la grandeza del Señor.
Roguemos al Señor: “hágase en mí según tu palabra”.
“Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas”:
- que, como ella, alegremos la vida de nuestra familia, vecinos, necesitados...
- que, como ella, confiemos en su Hijo, hermano nuestro.
Roguemos al Señor: “hágase en mí según tu palabra”.
“Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas”:
- que, como ella, seamos sensibles a toda miseria humana.
- que, como ella, corramos presurosos a ayudar a los más débiles.
Roguemos al Señor: “hágase en mí según tu palabra”.
“Ella es la misionera que nos acompaña por la vida”:
- que nuestro anuncio evangélico surja de la amistad con Jesús en la oración;
- que “nuestra relación con Jesucristo se alimente de Palabra de Dios y de oración”.
Roguemos al Señor: “hágase en mí según tu palabra”.
“Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros,
y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios”:
- que la miremos y la sintamos siempre cerca y confiemos en su amor.
Roguemos al Señor: “hágase en mí según tu palabra”.
“María reúne a su alrededor a los hijos... para mirarla y dejarse mirar por ella”:
- que ahora, en esta celebración, sintamos “la caricia de su consuelo maternal;
- que oigamos: “No se turbe tu corazón […] ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?”.
Roguemos al Señor: “hágase en mí según tu palabra”.
“Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida..., ayúdanos a decir nuestro “sí” ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús” (EG 288), que vive por los siglos de los siglos.
Amén.
Leganés (Madrid), 20 de diciembre de 2020