Jesús “escucha al Padre que ve y habla en lo secreto”. Es lo que oye nuestra conciencia Domingo 19º TO (08.08.2021): Jesús de Nazaret nos atrae y fascina

La vida de Jesús de Nazaret conecta con lo mejor de nuestro corazón

Comentario: “Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí” (Jn 6,41-51)

Creen muchos exégetas que el discurso del pan de vida en Cafarnaún (Jn 6, 26-59) es una homilía cristiana sobre Éxodo 16,15 (“Al verlo, los hijos de Israel se dijeron: `¿qué es esto?´.Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: `Este es el pan que el Señor os dade comer´”)y sobre el Salmo 78,24 (“hizo llover sobre ellos maná, les dio pan del cielo”). Siguiendo la tradición rabínica de los midrás (explicación), explicaría desde los hechos antiguos la vida de Jesús y la celebración de su memoria.

El Padre nos da a Jesús como verdadero pan. Respondemos adhiriéndonos a Jesús que nos revela y da el amor del Padre. Lo dijo ya el Bautista: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él... Yo lo he visto y he dado testimoniode que este es el Hijo de Dios” (Jn 1, 32-34). El texto leído se inicia con la crítica de los judíos del régimen: un hombre no “puedebajar del cielo”. Además ahí están sus orígenes humanos: “el hijo de José...” (vv. 41-42). Su humanidad le impide, según ellos, comunicarse directamente con Dios. No creen en el amor, generoso y gratuito, del Padre Dios, que actúa en el ser humano. Jesús les dice: “no critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me ha enviado...” (vv. 43-44). Quien va a Jesús es porque ha visto algo del Padre en él. Les cita a los profetas: “`serán todos discípulos de Dios´ (Is 54,13). Más claro: “Todo el queescucha al Padre y aprende, viene a mí” (v. 45). Quien crea en el Creador y oiga su voz de Dador de vida, lógicamente, se sentirá atraído hacia Jesús, que “ha visto al Padre”, ha tenido experiencia de su amor, se siente Hijo suyo, ha recibido su Espíritu. “Las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago, dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado” (Jn 5, 36). Son obras de amor: para que tenga vida en abundancia.

La segunda parte (6,51-59) aplica el comentario a la eucaristía. No tendría sentido y resultaría ininteligible este modo de hablar de la eucaristía antes de su institución. El protagonista es Jesús que se da en alimento, y sus creyentes comen y beben su carne y su sangre, es decir, su persona resucitada. Las palabras de Jesús son de un gran realismo. Suponen la fe en la presencia resucitada de Jesús en la Eucaristía: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.. El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre” (vv. 51.58).

Quedan patentes los efectos de celebrar la memoria de Jesús: dar vida (alimento, salud, buena relación, esperanza en el amor más fuerte que la muerte...) y vivir “por el Padre y por Jesús”. Jesús da vida “humanizándose”: “despojándose de sí mismo, tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los seres humanos, reconocido como persona humana por su presencia...” (Flp 2,7). El resucitado habita en nosotros y nosotros en él. Así nos humanizamos y hacemos presente el Amor del Padre, amando como él.

Oración: “Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí” (Jn 6, 41-51)

Jesús, creyente y educador de creyentes:

Te has presentado como “pan bajado del cielo”,

alimento que el Padre nos envía,

dador del verdadero Espíritu de hijos de Dios y de hermanos.

Viniste a tu casa, y los tuyos no te recibieron” (Jn 1,11):

pensaban que el Misterio de la Vida no puede hacerse humano:

“¿no es éste Jesús, el hijo de José?

¿no conocemos a su padre y a su madre?

¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?” (v. 42).

Les invitas a entrar en su experiencia de fe:

está escrito en los profetas:

`serán todos discípulos de Dios´” (Is 54,13; Jer 31,33);

todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí” (v. 45);

nadie puede venir a mí, sino lo atrae el Padre que me ha enviado” (v. 44).

Muchos creyentes viven una fe pervertida:

“llamamos Dios a lo que no es Dios, y no-Dios a lo que es Dios”;

le creemos aislado en su cielo, caprichoso y rival de nuestra libertad;

“autor del que procede la desigualdad de derecho y poder”;

por eso “no todos los hombres son por naturaleza iguales”

(Encíc. Quod Apostoli. 1878, de León XIII);

un “dios” egoísta que pone al hombre a su servicio;

un “dios” que no hace a sus más devotos, sensibles a la justicia,

cercanos y luchadores contra el sufrimiento ajeno;

creen contentarle con ceremonias en templos llenos de tesoros...

No escuchanal Padre que ve y está en lo secreto” (Mt 6,4.6):

“cuya voz resuena en nuestra intimidad, en nuestra conciencia” (GS 16):

ahí oímos que “él nos hizo y somos suyos” (Sal 100,3);

que nos ha regalado libremente la vida;

que quiere exclusivamente nuestro bien; 

que no desea esclavos ni palmeros que proclamen su gloria; 

que quiere nuestra existencia feliz en todos los aspectos;

que “su gloria es el hombre viviendo...”;

que “su obrar consiste en modelar al hombre a su imagen”; 

que “sigue atento y respetuoso nuestra evolución vital”;

que “hace suya nuestra alegría, lucha con nosotros contra todo mal”;

que “soporta nuestra rebeldía por respeto a nuestra libertad”;

que “sigue siempre junto a nosotros ofreciéndonos compañía y rehabilitación”.

Desde esta fe acogemos agradecidos la vida como un don:

conscientes de su riqueza y limitaciones;

llamados a organizarla en armonía personal y comunitaria;

entendida como desarrollo histórico de muchas potencialidades;

comprendida como voluntad de Padre: 

en amor gratuito a todos,

en mesa compartida y alegría en el servicio mutuo.

Tu vida, Jesús de Nazaret, nos atrae y fascina:

coincide con lo “escuchado al Padre” en nuestra conciencia; 

nos trae vida verdadera: salud, alimento, fraternidad...

Preces de los Fieles (D. 19º TO 08.08.2021)

La vida de Jesús de Nazaret nos atrae y fascina. Es una vida que conecta con lo mejor de nuestro corazón. Es una vida que “escucha al Padre que ve y habla en lo secreto”. Es lo que oye nuestra conciencia: “ama y practica el bien, evita todo mal”. Pidamos seguir siempre esta voz interior diciendo: “queremos ser fieles a nuestra conciencia”.

Por las intenciones del Papa (agosto 2021):

- que “la Iglesia acepte la gracia y fuerza del Espíritu Santo”;

- que esta “gracia y fuerza” la lleven a “reformarse a la luz del Evangelio”.

Roguemos al Señor: “queremos ser fieles a nuestra conciencia”.

Por la salud de los ciudadanos:

- que todos colaboren en el cuidado de los enfermos;

- que los medios de salud lleguen a todos.

Roguemos al Señor: “queremos ser fieles a nuestra conciencia”.

Por el mundo del trabajo:

- que todos vean recompensado su trabajo;

- que los bienes de la tierra lleguen a todos.

Roguemos al Señor: “queremos ser fieles a nuestra conciencia”.

Por los políticos:

- que trabajen por el bien común con honradez;

- que sean sinceros y cumplan sus promesas.

Roguemos al Señor: “queremos ser fieles a nuestra conciencia”.

Por las personas más débiles:

- que veamos su situación y la atendamos;

- que sientan nuestro afecto desinteresado.

Roguemos al Señor: “queremos ser fieles a nuestra conciencia”.

Por esta celebración:

- que miremos la dedicación de Jesús a la salud;

- que nos dé su mismo Espíritu de amor y vida.

Roguemos al Señor: “queremos ser fieles a nuestra conciencia”.

Tú, Jesús, sentías en tu conciencia el Espíritu del Padre. Espíritu que te impulsaba a ser buena noticia para los pobres, a liberar de esclavitudes, a abrir al amor a los ciegos de egoísmo, a proclamar abierto el perdón... Ayúdanos, Señor, a ser fieles al mismo Espíritu que habita en nuestra conciencia. Te lo pedimos a ti, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.

Jaén, 8 de agosto de 2021

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