El gesto, tan fuerte, responde a la fuerte manipulación de Dios que hacían los dirigentes Domingo 3º (07.03.2021): Reconocer en el ser humano al Hijo de Dios
Comentario: “Pero él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2,13-25)
| Rufo González
Mateo, Marcos y Lucas sitúan este episodio al final del ministerio de Jesús, unos días antes de la Pasión. Para ellos es purificación del templo y enfrentamiento definitivo con los dirigentes judíos, porque han hecho de “la casa de oración,una cueva de bandidos” (Lc 19,46).
El evangelio de Juan, leído hoy, lo sitúa al inicio de la predicación. Es “sustitución” más que “purificación”: “él hablaba del templo de su cuerpo”. Obedece a su planteamiento teológico: “se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre... Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad” (Jn 4, 21.23). Adorar al Padre es vivir en el espíritu y la verdad de Jesús. Reconocer en el ser humano al Hijo de Dios. Los primeros cristianos, sintiéndose “otros Cristos”, se verán como templos de Dios: “nosotros somos templo del Dios vivo” (2Cor 6,16; 1Cor 3,17; 6,19). También es purificación: “no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. Es característica de la época mesiánica, según Zacarías: “aquel díano quedará ni un comerciante en el templo del Señor del universo” (Zac 14, 21c). Igual: “El celo de tu casa me devora” (Sal 69,10).
En el texto sobresale la sustitución del templo. La presencia cercana de Dios estuvo primero en la tienda de la reunión (Ex 33,7-11), después en el templo (1Re 8,10-11), en “la plenitud de los tiempos”, en el Hijo hombre: “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14). “El mismo Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo ser humano” (GS 22). Culminará en la nueva Jerusalén: “en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero” (Apoc 21,22).
Elgesto simbólico, leído hoy, está cargado de intención. El templo era muy aceptado por nacionalistas radicales (zelotes), fariseos, escribas, saduceos, sacerdotes de diversa categoría. Jesús denuncia la utilización de Dios para legitimar el mercado, el poder, el dinero, las categorías sociales, hasta la miseria y el desprecio a los marginados. Lo social, político, económico y religioso era un entramado muy sólido y muy controlado por la oligarquía económica, blindado por los intelectuales orgánicos y los sacerdotes de casta, bien engrasados de prestigio, atuendo y dinero. El gesto, tan fuerte, responde a la fuerte manipulación de Dios que hacían los dirigentes. Por ello piden un signo de su autoridad: “¿qué signos nos muestras para obrar así?”.
“Destruid este templo y en tres días lo levantaré”. Los dirigentes, desde sus intereses, lo entienden literalmente. Lo utilizarán como acusación formal para justificar su condena. Juan reconoce que los discípulosentendieron el gesto y sus palabras al tomar conciencia de la presencia resucitada. El texto de hoy nos lo propone ya de manera definitiva: “él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2, 21). Juan lo remachará: “se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre... Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad” (Jn 4, 21.23). “Cristo resucitó, con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: ¡Abba, Padre!” (Conc. Vat. II: GS 22, Rm 8,15; Gál 4,6; Jn 15,26).
Oración: “Pero él hablaba del templo de su cuerpo” (Jn 2,13-25)
Jesús, profeta de Dios:
Te contemplamos hoy “subiendo a Jerusalén” (v. 13b),
“la ciudad de nuestro Dios” (Sal 48,2),
“la ciudad del gran rey” (Mt 5,35),
lugar mundial de peregrinación.
Esta decisión de ir a Jerusalén es fundamental en tu vida:
“endureciste el rostro para ir a Jerusalén” (traducción literal Lc 9,51);
como el siervo de Isaías, con quien te identificas (Lc 4, 18s):
“endurecíel rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado” (Is 50,7);
allí dirás abiertamente a los representantes de Dios:
“las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo,
esas obras que hago dan testimonio de mí:
que el Padre me ha enviado...
Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro,
y su palabra no habita en vosotros,
porque al que él envió no le creéis...
Os conozco y sé que el amor de Diosno está en vosotros” (Jn 5,36-42);
al final, con corazón dolorido, resumirás tu amor a Jerusalén:
“¡Cuántas veces intenté reunir a tus hijos,
como la gallina reúne a los pollos bajo sus alas,
y no habéis querido!” (Mt 23, 37).
Hasvisto la perversiónen el trato con el Padre Dios:
pobres y ricos seducidos por el mercado y la religión egoísta;
negocio de compra-venta de animales para los sacrificios;
cambio del dinero de los peregrinos por la moneda del templo;
ofrendas de cosas, en vez de ofrenda de vida en amor...
Tu respuesta es tan contundente como la manipulación ideológica:
esparces sus ovejas y bueyes, tiras las monedas, vuelcas las mesas;
a quienes venden palomas, oferta de los pobres, les dices:
“quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”;
el templo como mediación para el encuentro con el Padre Dios:
no expresaba su amor gratuito, igualitario, cuidador de los débiles...
La comunidad cristiana lo comprendió tras tu resurrección:
no sólo querías purificar el templo como mediación religiosa;
querías sustituir el templo material por tu realidad resucitada:
“él hablaba del templo de su cuerpo”;
para nosotros, Jesús amado, se vuelve imposible:
“comerciar” con Dios, camelarle, manipularle;
venerarle en la robustez y grandiosidad artificiales;
darle culto jerárquica y piramidalmente.
Nosotros reconocemos y veneramos al Padre:
que nos ama gratis, siempre y en todo lugar;
que se hace presente en la fragilidad de los más pobres;
que nos reúne contigo en la fraternidad.
Los templos, las ermitas, las catedrales... son casas de tu pueblo:
donde debe estar ausente la explotación comercial;
donde sea posible la reunión fraternal, de iguales, sin categorías;
donde los carismas se complementan en comunión y diversidad;
donde tus dones son valorados como signos del amor divino, sin vanagloria;
donde tu Amor, que nos preside siempre, es significado
por la humildad de algún hermano.
Aumenta nuestra fe, Jesús, para vivir religados:
al Padre que nos ama y sostiene en su amor continuo;
a Ti, resucitado, presencia abierta, compañero, hermano;
a tu Espíritu que llena el universo y “nos recuerda tus palabras” (Jn 14,26).
a todo ser humano, a los más débiles, donde tú habitas.
Preces de los Fieles ((D. 3º Cuaresma B 07.03.2021)
Jesús, el Hijo del Hombre, es el verdadero templo, lleno del Espíritu de Dios. A todos nos ha dado su Espíritu, que nos habita y nos hace templos vivos de Dios. Pidamos vivir esta verdad de fe diciendo: “nosotros estamos en Ti y Tú en nosotros” (Jn 14,20)
Por toda persona humana:
- que sea reconocida y respetada su dignidad de persona, hija de Dios;
- que los más débiles (no nacidos, enfermos, sin recursos...) sean atendidos.
Roguemos al Señor: “nosotros estamos en Ti y Tú en nosotros” (Jn 14,20).
Por los gobernantes:
- que sus leyes defiendan la dignidad humana en toda situación;
- que sean justos y equitativos en la distribución de cargas y beneficios.
Roguemos al Señor: “nosotros estamos en Ti y Tú en nosotros” (Jn 14,20).
Por la Iglesia:
- que no sea sujeto ni objeto de negocio ni de manipulación interesada;
- que nos incite a vivir en verdad y en amor a los hermanos.
Roguemos al Señor: “nosotros estamos en Ti y Tú en nosotros” (Jn 14,20).
Por las intenciones del Papa (marzo 2021):
- que “vivamos el sacramento de la reconciliación con renovada profundidad”;
- que “saborear la infinita misericordia de Dios”.
Roguemos al Señor: “nosotros estamos en Ti y Tú en nosotros” (Jn 14,20).
Por los templos, catedrales, ermitas...:
- que sean lugares de encuentro fraterno;
- que sus tesoros sirvan para ayudar a los necesitados.
Roguemos al Señor: “nosotros estamos en Ti y Tú en nosotros” (Jn 14,20).
Por esta celebración:
- que nos ayude a comprender la palabra de Jesús;
- que nos mueva a adorar a Dios en espíritu y en verdad.
Roguemos al Señor: “nosotros estamos en Ti y Tú en nosotros” (Jn 14,20).
Sí, Señor, creemos que “en Ti vivimos, nos movemos y existimos” (He 17,28). Más aún, somos “templo del Espíritu Santo” (1Cor 6,19), y nuestro culto es nuestra vida. Con ella queremos honrarte como lo hizo tu Hijo Jesús, que vive por los siglos de los siglos.
Amén.
Leganés, 7 de marzo de 2021