“La ley fundamental de la perfección humana, y, por tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor” Jesús se hace “epifanía” en el ser humano (06.01.2023)
El Misterio es “Cristo en vosotros, esperanza de la gloria” (Col 1,27)
| Rufo González
Comentario: “También los gentiles son miembros del mismo cuerpo” (Ef 3, 2-3a.5-6)
Buen texto para la Epifanía. La vida de Jesús es toda “epifanía” (manifestación) del Amor: “quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,9). Celebramos hoy la epifanía a los Magos (Mt 2,1-12). Los adeptos de Basílides (s. II, dirigente gnóstico) celebraban la Encarnación del Verbo en Jesús al ser bautizado. Así “cristianizaban” la fiesta del solsticio, que en Egipto y en Arabia se celebraba el 6 de enero, a trece días del cambio estacional. Festejan al sol vencedor de la noche con mitos antiguos. En el s. IV, la Iglesia, Navidad en Occidente, Epifanía en Oriente (llamada: “santa luz”), responde a la celebración solar.
Los destinatarios de Efesios saben que “Pablo es apóstol, no por mediación de ningún hombre, sino por Jesucristo y Dios Padre” y que “el Evangelio anunciado por él no es de origen humano; sino recibido por revelación de Jesucristo” (Gál 1,1.11-12). Evoca su “gracia”, dada por Dios “en favor de los gentiles”. “Gracia” que los máximos dirigentes eclesiales “vieron que se me ha encomendado anunciar el Evangelio a los incircuncisos, lo mismo que a Pedro a los circuncisos, pues el mismo que capacita a Pedro para su misión entre los judíos, me capacita a mí para la mía entre los gentiles; reconociendo la gracia que me ha sido otorgada, Santiago, Cefas y Juan, considerados como columnas, nos dieron la mano en señal de comunión a Bernabé y a mí, de modo que nosotros nos dirigiéramos a los gentiles y ellos a los circuncisos” (Gál 2,7-9).
“Leedlo y veréis cómo comprendo yo el misterio de Cristo”. Hay que leer lo escrito en el capítulo primero (Ef 1,3-9). El misterio de Cristo es el proyecto divino: la elección para ser hijos adoptivos por medio de Jesús, la realización en Cristo que revela y da el Espíritu, y la revelación a judíos y gentiles. “Ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio” (vv.5-6). La carta a los Colosenses aclara: “Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios, el misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles,que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria” (Col 1,25-27).
El Misterio, pues, se hace “epifanía” al creer a “Cristo en nosotros”. Sentir a “Cristo en nosotros”: mirar, aceptar, hablar y actuar: “Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. No habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!». Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él” (Rm 8,14-17).
Este es el misterio de Jesús, acreditado por el evangelio: “tuve hambre y sed, fui forastero, estuve desnudo, enfermo y en la cárcel... Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 31-46). Implica dejar una espiritualidad dedicada a desagraviar a Dios: contentarle con ritos, plegarias... La “gloria de Dios” no es lo que sugiere nuestro egoísmo, sino la voluntad divina: hacer bien al ser humano. “No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Hebr 13,16). Dios quiere la realización de todos: salud integral, comida, relaciones sanas, sentido vital...
Oración: “También los gentiles son miembros del mismo cuerpo” (Ef 3, 2-3a.5-6)
Jesús, Hijo de Hombre, hermano de todos:
celebramos la dimensión universal de tu vida;
te llamas “el Hijo del Hombre”, “el hijo del Humano”;
brillas por tu acción plenamente humana:
curas, alimentas, hermanas, enseñas a orar;
compartes nuestros riesgos de debilidad, pasión y muerte;
alimentas la esperanza de plenitud en tu modo de vida.
Todos podemos comulgar contigo:
procedemos del Amor creador del Padre;
tu vida fue una manifestación inaudita de humanismo:
siendo Verbo de Dios, “te hiciste carne y habitaste entre nosotros,
contemplamos tu gloria: gloria como del Unigénito,
lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14).
“Tú revelas que Dios es amor (1Jn 4,8):
enseñas que la ley fundamental de la perfección humana,
y, por tanto, de la transformación del mundo,
es el mandamiento nuevo del amor.
A los que creen en el Amor les das la certeza
de que abrir a todos los humanos los caminos del amor
y esforzarse por instaurar la fraternidad universal
no es cosa vacía, inútil, baldía...
A la vez avisas de que este amor no hay que vivirlo sólo en cosas grandes,
sino, ante todo en las circunstancias ordinarias de la vida.
Soportando la muerte por todos nosotros pecadores,
enseñas con tu ejemplo a llevar la cruz
que el egoísmo del mundo echa sobre los hombros
de los que buscan la paz y la justicia.
Constituido Señor por tu resurrección, tú, Cristo,
actúas ya por la fuerza de tu Espíritu en los corazones humanos,
no sólo suscitando el deseo del cielo,
sino animando, purificando y robusteciendo los generosos propósitos
con que la gente procura volver más humana su vida...
Los dones de tu Espíritu Santo son diversos:
llamas a unos a dar testimonio claro del deseo del cielo
y a conservarlo vívido entre las gentes;
llamas a otros al servicio material de sus hermanos,
preparando así la materia del reino de los cielos.
A todos liberas, para que,
negando nuestro amor propio,
poniendo todas nuestras energías a favor de la vida humana,
nos lancemos hacia las realidades futuras,
donde la humanidad se hará ofrenda agradable a Dios” (GS 38).
“La dignidad humana, la unión fraterna y la libertad...:
frutos excelentes de la naturaleza y de nuestro esfuerzo,
tras haberlos propagado en tu Espíritu,
volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha,
iluminados y transfigurados,
cuando Tú, Cristo, entregues al Padre el reino eterno y universal:
reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia,
reino de justicia, de amor y de paz...” (GS 39).
Ayúdanos, Jesús misionero del Amor, a:
“no desear nada más ardientemente que servir
generosa y eficazmente a la gente de nuestro tiempo” (GS 93).
Preces de los Fieles (La Epifanía del Señor. 06.01.2022)
Los cristianos somos “epifanía”, manifestación, del Amor de Jesús. Lo realizamos con obras que ayudan a vivir humanamente: curando, alimentando, abriendo los ojos, dando sentido y razón... Pidamos vivir “en Cristo”, diciendo: “queremos hacer el bien”.
Por la Iglesia:
- que respete y promueva los derechos y deberes humanos;
- que, como Jesús, cure, alimente, abra los ojos, dé sentido y razón...
Roguemos al Señor: “queremos hacer el bien”.
Por las intenciones del Papa (enero 2023):
- que “los educadores sean testigos creíbles, enseñen la fraternidad,
y ayuden especialmente a los jóvenes más vulnerables”.
Roguemos al Señor: “queremos hacer el bien”.
Por la reforma dela Iglesia:
- que se inspire más en la vida de Jesús, en el evangelio;
- que promueva comunidades fraternales, asequibles humanamente.
Roguemos al Señor: “queremos hacer el bien”.
Por los misioneros:
- que reconozcamos su “gracia” y les ayudemos;
- que confíen en el Evangelio, en la fraternidad universal.
Roguemos al Señor: “queremos hacer el bien”.
Por los más débiles:
- que reconozcamos en ellos la presencia singular de Jesús;
- que les dediquemos tiempo, ayuda, corazón...
Roguemos al Señor: “queremos hacer el bien”.
Por esta celebración:
- que nos descubra el misterio de “Cristo en nosotros”;
- que nos anime a cargar con la cruz de nuestros hermanos.
Roguemos al Señor: “queremos hacer el bien”.
Como Jesús, queremos ser hermanos de todos, por encima de cualquier ideología o religión... Fortalece, Señor, nuestros deseos de bien. Que tu Espíritu nos acompañe y guíe nuestra vida por los siglos de los siglos.
Amén.