Tu Espíritu, Jesús, nos consagró en el bautismo: nacimos de nuevo y de arriba, “del agua y del Espíritu” (Jn 3,5); nos abrazó contigo y con tu causa Jesús resucitado, danos a sentir tu Espíritu (Domingo de Pascua 20.04.2025)
Tu Espíritu nos hace hijos del Padre, hermanos tuyos, enviados a tu misma misión
| Rufo González
Comentario: “buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo…” (Col 3,1-4)
El texto supone la teología paulina del bautismo:“Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos. Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él” (Col 2,12-13). “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva” (Rm 6,4). “Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo” (Gál 3,27). “Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí. Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gál 2,20).
Leemos las consecuencias del bautismo:
a) “si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra” (vv. 1-2). Dos imperativos fluyen de la “vida nueva”: “buscad los bienes de allá arriba (τὰ ἄνω ζητεῖτε: examinad las cosas de arriba) …”. Y “aspirad a los bienes de arriba (τὰ ἄνω φρονεῖτε: “estad centrados arriba”). Este segundo imperativo procede del verbo “froneo”, originario de “fren”: “toda membrana que envuelve un órgano”: el corazón, el hígado, las vísceras, etc. De aquí pasa a significar aquello que da unidad al ser humano: corazón, alma, inteligencia, voluntad... Facultades unificadoras de personas y grupos. En cristiano lo más unificador es el Espíritu de Dios que ungió a Jesús para evangelizar a pobres, liberar oprimidos, abrir ojos de ciegos y proclamar el amor incondicional de Dios (Lc 4,17-21). Estas pretensiones (buscar y unificar) evocan lo que dice el “sermón de la montaña”: “Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia…” (Mt 6,33).
b) Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él” (3,3-4). Es la enseñanza de Pablo en Romanos: “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Pues si hemos sido incorporados a él en una muerte como la suya, lo seremos también en una resurrección como la suya” (Rm 6,4-5).
Los versículos siguientes, no leídos, recalcan más el mensaje leído. Invitan a eliminar lo inhumano y “vestir” las actitudes del Espíritu: “dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría… Deshaceos de ira, coraje, maldad, calumnias y groserías… ¡No os mintáis unos a otros!... Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta” (Col 3,5.8-9.12-14).
Oración: “buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo…” (Col 3,1-4)
Jesús “centrado en lo de arriba”, en el Espíritu:
Hoy, la carta a los cristianos de Colosas nos recuerda
que “hemos resucitado contigo, Cristo”.
Un poco antes (2,12) nos ha dicho:
“Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo
y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios
que lo resucitó de los muertos”.
Es lo que dice Pablo a los Romanos:
“Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte,
para que, lo mismo que Cristo resucitó
de entre los muertos por la gloria del Padre,
así también nosotros andemos en una vida nueva.
Si hemos muerto con Cristo,
creemos que también viviremos con él” (Rm 6,4.8).
Tu Espíritu, Jesús, nos consagró en el bautismo:
nacimos de nuevo y de arriba: “del agua y del Espíritu” (Jn 3,5);
nos abrazó contigo y con tu causa;
tu Espíritu nos hizo hijos del Padre,
hermanos tuyos y de todos,
enviados a realizar tu misma misión.
Como tú, podemos proclamar:
“El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19).
Tu bautismo nos introduce en la comunidad eclesial:
comunidad de enviados a anunciar y realizar el reino de Dios;
corresponsables todos de dicha misión;
iguales en dignidad y libertad de hijos de Dios;
habitados todos por tu Espíritu Santo;
urgidos a amarnos como tú nos amas.
A todos nos recuerda hoy la lectura:
“Buscad los bienes de allá arriba,
aspirad a los bienes de arriba”;
estas pretensiones están en el “sermón de la montaña”:
“Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia…” (Mt 6,33).
Esta lucha por el Reino envolvió tu vida entera:
escuchabas la voz del Espíritu en tu corazón;
hacías las obras que el Padre te inspiraba;
“lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia.
El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras.
Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí.
Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí,
también él hará las obras que yo hago,
y aún mayores, porque yo me voy al Padre” (Jn 14,10-13).
Jesús resucitado, danos a sentir tu Espíritu:
queremos escucharlo en “nuestra vida
escondida contigo en Dios” (Col 3,3);
queremos hacer “tus obras y aún mayores”
de amor gratuito a cualquier persona necesitada.
rufo.go@hotmail.com