La intuición exclusiva femenina, ¿no vale para los ministerios ordenados? El Papa Francisco desconcierta cuando habla de las mujeres (1)

¿Hay cosas que solo las mujeres intuyen?

En el mismo día, Francisco ha pronunciado dos discursos en los que defiende el rol de las mujeres. El primero, según VATICAN NEWS, el dirigido a “los participantes en el Congreso internacional sobre el futuro de la teología”, organizado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación (9 diciembre 2024). El segundo, a la Delegación de la Comisión Permanente de "Manos Unidas'' (9 diciembre 2024). Comento el primero.

Leyendo el discurso, se percibe el sentido humanitario de Francisco: “Me alegra veros”, les dice. También le agrada que haya tantos -más 500- profesores de teología que estén interesados en imaginar el futuro de la teología. Subraya las preguntas que se hacen hoy a la teología: "dónde estás", "con quién vas", "¿qué estás haciendo por la humanidad?”. Y, con este motivo, les sugiere:

          “Es un camino que estáis llamados a recorrer juntos, teólogos. Recuerdo lo que relata el Segundo Libro de los Reyes. Durante la restauración del Templo de Jerusalén, se encontró un texto; tal vez sea la primera edición de Deuteronomio, que se ha perdido. Un sacerdote y algunos eruditos lo leyeron; hasta el rey lo estudia. Intuyen algo, pero no lo entienden. Entonces el rey decide entregarlo a una mujer, Juldá, que inmediatamente lo entiende y ayuda al grupo de eruditos, todos hombres, a entenderlo (2Reyes 22:14-20). Hay cosas que solo las mujeres intuyen y la teología necesita su aporte. Una teología de los hombres es sólo una teología a medias. Todavía queda mucho camino por recorrer en este sentido”.

Del texto bíblico no se infiere que la consulta a la profetisa Juldá sea por ser mujer. Es por ser “profeta”. La lectura del libro impresiona al rey Josías al ver la distancia entre las exigencias del Señor y la situación del pueblo. Las amenazas sobre el pueblo le mueven a “consultar al Señor por mí, por el pueblo y por todo Judá”. Organizan una delegación a la conocida profetisa, mujer de un funcionario del templo, encargado del vestuario (2Re 22,14), que vivía en Jerusalén. El hecho muestra que también las mujeres son profetas de Dios. Juldá les aclara que el texto anuncia gran desastre al pueblo por haber caído en la idolatría (2Re 22,16-17). Y al rey, por “haberse conmovido y humillado” al escuchar a Dios, le anuncia que “será enterrado en paz y no verá el desastre” (2Re 22,18-20).

Que la mujer hoy pueda ser teóloga es una consecución de las mujeres en nuestro tiempo. Es fruto de la lucha por el progresivo reconocimiento de su dignidad personal. No creo que sea porque “hay cosas que solo las mujeres intuyen”, y por eso, “la teología necesita su aporte”. La “intuición”, en sus diversas formas, no es atributo del género. Hay hombres que tiene tanta intuición como las mujeres. Teología y cualquier otro saber depende de la inteligencia, la dedicación, la realidad vital, social, cultural, religiosa… Esta razón de la “intuición”, si se acepta como atributo del género femenino, habría que aplicarla también a la dimensión ministerial de la Iglesia. Todo ministerio se enriquece con intuición sensible, intelectual o afectiva. Las mujeres llevan muchos ministerios: cáritas, enfermos, catequesis… Su intuición ¿no vale para los ministerios ordenados?

El ministerio ordenado como servicio de representar a Jesús, cabeza de la Iglesia, está reservado a los hombres por tradición cultural eclesial, en su derecho canónico. Desde la teología bíblica no puede afirmarse que “representar a Cristo, cabeza de la Iglesia” exige género masculino. Se deduce claramente de este texto de Pablo: “todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo. No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,26-28). Si todo bautizado “ha sido revestido de Cristo”, ¿cómo no todos van a poder representar a Cristo?

Por mucho que se empeñe la jerarquía eclesial, la inmensa mayoría de católicos sigue pensando que esta decisión es fruto de la ideología clerical. Tal ideología, patriarcal, interesada por mantener el poder masculino, aparece claramente en textos decisivos del Papa Juan Pablo II. Primero en la Carta apostólica “Mulieris dignitatem” sobre la dignidad y la vocación de la mujer con ocasión del año mariano (15 agosto 1988):

“Si Cristo, al instituir la Eucaristía, la ha unido de una manera tan explícita al servicio sacerdotal de los apóstoles, es lícito pensar que de este modo deseaba expresar la relación entre el hombre y la mujer, entre lo que es «femenino» y lo que es «masculino», querida por Dios, tanto en el misterio de la creación como en el de la redención. Ante todo, en la Eucaristía se expresa de modo sacramental el acto redentor de Cristo Esposo en relación con la Iglesia Esposa. Esto se hace transparente y unívoco cuando el servicio sacramental de la Eucaristía —en la que el sacerdote actúa «in persona Christi»— es realizado por el hombre. Esta es una explicación que confirma la enseñanza de la Declaración “Inter insigniores”, publicada por disposición de Pablo VI, para responder a la interpelación sobre la cuestión de la admisión de las mujeres al sacerdocio ministerial” (n. 26).

También es “lícito pensar” que tal hecho no indica que haya que conectar tal decisión con el género. “Es lícito pensar” que ese hecho puede no “expresar la relación entre el hombre y la mujer, entre lo que es «femenino» y lo que es «masculino», querida por Dios”. Máxime cuando sabemos que hombres y mujeres bautizados “son uno en Cristo Jesús”. El hecho puede explicarse por razón cultural, propia de la época histórica.

Y, en segundo lugar, en la Carta apostólica “Ordinatio sacerdotalis” sobre la ordenación sacerdotal reservada sólo a los hombres (22 mayo 1994):

“Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.

Eso de que la ordenación de mujeres “atañe a la misma constitución divina de la Iglesia” es muy discutible en teología. Una buena pregunta del Papa a los teólogos actuales. El que Jesús “eligiera sólo a hombres” porque quería expresamente que siempre, sólo y únicamente, los hombres le representaran como cabeza de su Iglesia, no consta bíblicamente. De hecho, algunas iglesias cristianas (anglicana, luteranas…), expertas e inspiradas en el Nuevo Testamento, “ordenan” mujeres.

Cada vez está creciendo el número de católicos que apoyan las varias “revueltas” de las mujeres que luchan por el reconocimiento igualitario de la mujer en la Iglesia. Hasta consideran como hecho profético la ordenación en 2002, de Ida Raming, junto a otras mujeres, en Linz, Austria. No sería extraño que Roma termine por decir lo que decía al autorizar la comunión en la mano: “si ya es costumbre en el lugar, autorícese”. Esperemos que no pasen otros doscientos años (retraso de la Iglesia, según el cardenal Martini) para conectar con la cultura actual.

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