La pasión y muerte fue tu gloria, la cima consumada del amor VIERNES SANTO (02.04.2021): Dios se manifiesta en el Crucificado por amar
¿“Quemar herejes va contra la voluntad del Espíritu Santo” (Dz 773)?
| Rufo González
Comentario: “Inclinando la cabeza, entregó el Espíritu” (Jn 18,1 - 19,42)
En dos huertos -“al otro lado del torrente Cedrón” (18,1) y “en el sitio donde lo crucificaron” (19,41)-, lugares fecundos, sucede el drama de la pasión, muerte y resurrección del Hijo del Hombre. Drama de glorificación del Amor y de fecundidad de vida humana en abundancia. El Amor manifestado en la cruz será la gloria de Jesús y de todos lo que sigan su camino. El amor del Padre, manifestado en Jesús, brilla de modo singular en la pasión y muerte. Es la gloria de la persona fiel al amor. La cruz viene dada por la limitación natural y por quienes rechazan el amor. Jesús la acepta por el amor. Así nos atrae hacia él: “elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” ( 12 ,32). “Así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna... Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (3, 14ss).
En el primer huerto, Judas preside la oposición a Jesús de sacerdotes y fariseos. Van con “faroles, antorchas y armas”, en tinieblas y con instrumentos de odio y muerte. Se manifiesta la Vida con la fórmula que le identifica como Mesías: “Yo soy”. “Retroceden y caen en tierra”; es un modo simbólico de expresar la derrota total. Lo que vence al mundo es el amor, la entrega gratuita. Jesús intercede por los suyos: “dejad marchar a estos”. Pedro sigue sin comprender que Jesús, dándose, traerá vida. Tira de espada. Al criado (representante) del sumo sacerdote, “le corta la oreja derecha”. Jesús responde a la violencia con el amor: “el cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?”.
En casa de Anás, el suegro del sumo sacerdote Caifás, Pedro niega a Jesús, y éste da la cara: “Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo...”. Hay también oposición entre el discípulo “conocido” como tal, que “entra con Jesús”, y Pedro “que se queda fuera”, porque no tiene valor. Incluso lo niega. Jesús mantiene su libertad ante el poder. La reacción del guardia que abofetea es propia de esclavo. Jesús intenta que comprenda su brutalidad irracional.
Ante Pilato, Jesús muestra su soberanía, pero sin parecido con los soberanos de este mundo. Su misión es dar testimonio de la verdad: sobre Dios (amor sin medida) y sobre el hombre (hijo de Dios y hermano de todos). Libremente y sin violencia. Barrabás, figura de la violencia, es preferido al amor de Jesús, por quienes desean una vida de violencia-represión, espiral del odio sin salida.
Cuatro soldados (símbolos de los cuatro puntos cardinales) se reparten su ropa (símbolo del Reino –1Re 11,29-32; 1Sam 15,26-28-, y de su espíritu profético –1Re 19,19ss; 2Re 2,1-15-). La túnica sin costura, de una pieza, simboliza la unidad personal de Jesús, que no puede romperse. Juan, el único discípulo perseverante, recibe el testamento de Jesús: “Ahí tienes a tu Hijo, ahí tienes a tu madre”. El vinagre, símbolo del odio, se opone al “vino” del amor que ofrece Jesús. “Tomó el vinagre”: acepta la muerte fruto del odio. Así remata su obra de amor: “todo ha sido cumplido”. “Inclinando la cabeza” (libertad de la muerte), “entrega el Espíritu”. Se convierte en dador de vida.
La lanza, símbolo de odio, provoca en Jesús “sangre y agua”, símbolos de la eucaristía y del bautismo. Como al cordero pascual “no le quebrarán un hueso” (Ex 12,46). Jesús es el nuevo alimento de quienes se unan a su éxodo. “Mirarán al que traspasaron” recuerda el día del Señor en el cual “derramaré...un espíritu de perdón y oración, y volverán sus ojos hacia mí, al que traspasaron” (Zac 12,10).
Oración: “Inclinando la cabeza, entregó el Espíritu” (Jn 18,1 - 19,42)
Jesús crucificado, te contemplamos con los ojos del discípulo amado:
para él, tu vida fue una pro-vocación al amor;
la pasión y muerte fue tu gloria, la cima consumada del amor.
En la detención brota tu amor no violento:
Judas y Pedro utilizan la fuerza bruta para arrestarte y para defenderte;
a su odio y violencia respondes con amor: “mete la espada en la vaina;
el cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?”.
Ante Anás y Caifás brilla el amor que “goza con la verdad”:
“Yo he hablado abiertamente al mundo;
yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo...
no he dicho nada a escondidas”.
“Por qué me pegas”, dices a un palmero del poder.
La verdad exige racionalidad, argumentación, diálogo, respeto...
El afán de medrar, la adulación, la codicia...
conducen a la ocultación, a la mentira, a la irracionalidad...
Ante Pilato, Jesús de la verdad, reconoces tu misión:
“tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y he venido al mundo:
para dar testimonio de la verdad”:
la verdad es que Dios es Amor “sobre justos e injustos”;
la verdad es que somos hijos del Amor y hermanos todos.
Los poderes y sus afines siguen prefiriendo a Barrabás:
“he aquí al hombre”, a Jesús, el hombre verdadero;
el disfraz que le han puesto es una burla, un engaño;
los jefes políticos y religiosos con sus atuendos de poder,
odian al Hombre desnudo, libre, que sólo ama la vida.
Con qué saña, hombres religiosos piden: “¡crucifícalo!”.
Historia repetida: “según nuestra ley tiene que morir”:
El papa León X (1513-1521) condenó como error la proposición de Lutero:
“quemar herejes va contra la voluntad del Espíritu Santo” (D. 773).
Los jueces de la Inquisición no toleran el testimonio de una mujer:
“manifestó que lo que más le conmovió fue el coraje con que murió...,
que a la vista de sus arrestos, ella diría que Nuestro Señor
le quiso hacer un favor aquel día”.
Por ello: “Preguntada la atestante si ella creía de buena fe
que Dios nuestro Señor podía hacer favor a un hereje,
respondió que el ojo de nuestro Señor
no era de la misma condición que el de los humanos,
que el ojo de nuestro Señor no reparaba en las apariencias
sino que iba directamente al corazón de los hombres,
razón por la que nunca se equivocaba”
(M. Delibes: El hereje. Destino. Barcelona 2002, p. 498).
Por fin Pilato “te entregó para que te crucificaran”:
el poder cree que puede hacer todo: dejar vivir y cortar la vida;
impedir la vocación personal, si no concuerda con sus leyes;
tolerar ministerios sin amor, observando exteriormente la ley...
Cuatro soldados se reparten tu ropa:
no son judíos y se reparten tu herencia universal;
es tu Reino abierto a todos, repartido para todos;
es tu Espíritu que “está a la puerta y llama a toda conciencia;
si alguien escucha su voz y abre la puerta,
entras en su casa y cenas con él” (Apoc 3,20).
La túnica sin costura, de una pieza, simboliza tu unidad de amor:
“en esto se manifestó el amor que Dios nos tiene:
en que Dios envió al mundo a su Unigénito
para que viviéramos medio de él” (1Jn 4,9);
“de tu plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia;
lagracia y la verdad nos han llegado por medio de ti, Jesucristo” (Jn 1,16-17).
Juan, discípulo perseverante, recibe tu voluntad amorosa:
“Ahí tienes a tu Hijo”;es tu mejor regalo:
una madre llena de tu mismo Espíritu;
ella nos cuidará con tu mismo amor.
“Ahí tienes a tu madre”: la miraremos, intentaremos parecernos a ella.
El vinagre, símbolo de odio, se opone al “vino” del amor que ofreces Tú.
“Tomaste el vinagre”: aceptaste la muerte fruto del odio.
“Inclinando la cabeza”, durmiéndote en las manos del Amor,
“entregas el Espíritu” del Amor que había conducido tu vida.
La lanza, otro símbolo de odio, provoca en ti “sangre y agua”:
signos de amor hasta la muerte y de vida fecunda;
“haced esto en memoria mía..., amaos como yo os amo;
haced discípulos bautizándoles con Espíritu Santo”.
“No te quebraron las piernas”, como al cordero pascual.
“Mirarán al que traspasaron” recuerda el día del Señor
en que “derramaré...un espíritu de perdón y oración,
y volverán sus ojos hacia mí, al que traspasaron” (Zac 12,10).
Gracias, Jesús de la vida entregada por amor:
la vida “que existía desde el principio,
la que hemos oído, la que hemos visto con nuestros propios ojos,
la que contemplamos y palparon nuestras manos
acerca del Verbo de la vida;
pues la Vida se hizo visible, y nosotros la hemos visto,
damos testimonio y os anunciamos la vida eterna
que estaba junto al Padre y se nos manifestó.
Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos,
para que estéis en comunión con nosotros
y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo.
Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo” (1Jn 1,1-4).
Leganés, 2 de abril de 2021