Al realizar los derechos humanos, la vida se hace presencia y reino de Jesús ¡Venga a nosotros tu reino! (D. 34º: Jesucristo, rey del universo A 2ª Lect. 26.11.2023)

En el Amor de Cristo todos encontramos la vida verdadera

Comentario: “en Cristo todos serán vivificados” (1Cor 15,20-26a.28)

1Corintios 7-15 responde a cinco cuestiones planteadas por los corintios en una carta, que no se ha conservado, pero se deduce su existencia de textos como estos: 1) “acerca de lo que habéis escrito, es bueno que el hombre no toque mujer” (7,1-40). 2) “acerca de lo sacrificado a los ídolos” (8,1-11,1); 3) “os alabo porque os acordáis  en todo de mí...-eucaristía- (11,2-34); 4) “acerca de los dones espirituales” (12,1-14-40); 5) “os recuerdo, hermanos, el Evangelio...” -resurrección de los muertos- (15,1-58).

Este es el mensaje principal de hoy: Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto”. En voz pasiva, “Cristo ha sido resucitado” ( Xristós eguéguertai), nos recuerda lo ya dicho en voz activa: “Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros con su poder” -ò zeós tòn kírion égueiren-(1Cor 6,14). Jesús resucitado es designado como “primicia de los muertos” (aparxé), primer fruto, no en sentido cronológico, sino ontológico: “Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo” (Col 1,18). Jesús resucitado manifiesta el proyecto de Dios sobre la humanidad.

Para explicar esta conexión, Pablo recurre al paralelismo aludido en Romanos (5,12ss), entre Adán y Cristo. “por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Pues lo mismo que en Adán mueren todos, así en Cristo todos serán vivificados” (vv. 21-22). Pablo imagina esta “vivificación” como un proceso de incorporación a la vida plena de Jesús. Cristo ya ha resucitado, como primicia: “el primero en todo”. Después “todos los que son de Cristo”. Los que “creyendo en él habéis sido marcados con el sello del Espíritu Santo prometido. Él es la prenda (arrabòn) de nuestra herencia, mientras llega la redención del pueblo de su propiedad...” (Ef 1,13-14). “Nosotros, que poseemos las primicias(aparxén) del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo” (Rm 8.23). Jesús y su Espíritu son “primicia” (aparxé) y “prenda” (arrabòn), términos equivalentes en griego.

El reino de Dios va realizándose en la historia: Después el final, cuando Cristo entregue el reino a Dios Padre, cuando haya aniquilado todo principado, poder y fuerza. Pues Cristo tiene que reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la muerte, porque lo ha sometido todo bajo sus pies”. Pablo ve el reino de Dios como superación de los males del ser humano: hambre, enfermedad, marginación, falta de trabajo, odio, avaricia, esclavitud propia y ajena... Jesús vive superando “todo principado, poder y fuerza” deshumanizadores. Religión, familia, trabajo, convivencia... necesitan ponerse bajo el reino del Amor. También la muerte, valla última opuesta al reino del Amor, es superada por el Amor divino. 

En el bautismo, “la persona cristiana, conformada con la imagen del Hijo, que es el Primogénito entre muchos hermanos, recibe las primicias del Espíritu (Rm 8,23), las cuales le capacitan para cumplir la ley nueva del amor. Por medio de este Espíritu, que es prenda de la herencia (Ef 1,14), se restaura internamente todo el hombre hasta que llegue la redención del cuerpo (Rm 8,23)” (GS 22). Nos convertimos en “portadores del Espíritu”, que nos “restaura” y adelantan la escatología, convirtiendo los azares de la vida en medios de resurrección. El Amor afecta a toda realidad: “la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; la creación fue sometida a la frustración..., con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto” (Rm 8,19-22). Este es el evangelio de Jesús: al realizar los derechos humanos (alimentación, hospedaje, vestido, sanidad, cuidado de los presos...), la vida se hace presencia y reino de Jesús (Mt 25,31ss).

Oración: “en Cristo todos serán vivificados” (1Cor 15,20-26a.28)

Jesús, rey del amor universal:

tu realeza ha sido deformada por los dirigentes eclesiales:

- “el Papa es señor supremo del mundo, todos le deben sometimiento

incluidos los príncipes, los reyes y el propio emperador”(Dictatus Papae);  

- “declaramos, afirmamos y definimos que someterse al Romano Pontífice

es para toda creatura humana absolutamente necesario para la salvación”

(Bula `Unam sanctam´ -18.09.1302- de Bonifacio VIII; DS 872-75).

Tu pretensión vital, Jesús, era ser rey de otro modo:

- “Los reyes de las naciones las dominan..., se hacen llamar bienhechores.

Vosotros no hagáis así...

Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,25ss).

- “los reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan,

y los grandes los oprimen.

No será así entre vosotros...

Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido,

sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mc 11,42ss).

- “Mi reino no es de este mundo..., mi reino no es de aquí...

Soy rey, para esto he nacido y para esto he venido al mundo:

para dar testimonio de la verdad...” (Jn 18, 36-37).

Tu verdad, Jesús del amor y de la vida, es el ser humano:

“única criatura terrestre que Dios ha amado por sí misma;

no puede encontrarse si no en la entrega de sí mismo -Lc 17,33-” (GS 24);

tu proyecto de vida es devolver la dignidad a cada persona;

el objetivo de tu vida es colaborar en su realización plena;

por eso, curas, comes con todos, invitas al amor mutuo,

procuras que nos sintamos amados por el misterio de Dios,

Contemplar tu vida es percatarse de tu reino:

hablas con y de Dios como Padre lleno de misericordia;

Padre que no “castiga” a los alejados, sino que los “busca”;

cuando los encuentra, no pide cuentas, ni reprocha ni amenaza;

encontrarse con él es una alegría inmensa, una fiesta (Lc 15, 1-10).

Tu proyecto de vida busca la comunión en el Amor:

acoges a todos: extranjeros, enemigos, pecadores, de otras religiones y cultos...;

tú no separas, ni divides, ni enfrentas a unos creyentes con otros;

para ti lo sagrado es lo que hay de común en todo ser humano;

por eso te identificas con todos, especialmente con los que más sufren:

- “venid, benditos de mi Padre, tuve hambre...;

lo que hicisteis con uno de estos lo hicisteis conmigo” (Mt 25, 31-46).

Ayúdanos, Jesús, rey de nuestra vida, a vivir tu reino:

que tu Iglesia y nuestra se atenga más al Evangelio;

que la diversidad de ministerios no incluya supremacía;

que la mujer, “uno en Cristo Jesús” (Gál 3, 28),

pueda ejercer cualquier ministerio;

que celibato y ministerio no sean obligatoriamente unidos;

que no se margine a los críticos, sino que los escuchemos;

que los pobres sean nuestros maestros del Evangelio...

Preces de los Fieles (D. 34º TO A 2ª Lect. 26.11.2023)

Hoy nos recuerda Pablo que “en Cristo todos serán vivificados” (1Cor 15,22). En el Amor de Cristo todos encontramos la vida verdadera: sintiéndonos amados por el Padre y amando con su Amor. Pidamos vivir así, diciendo: ¡Venga a nosotros tu reino!.

Por la Iglesia:

- que la diversidad de ministerios no incluya supremacía alguna;

- que reconozca a la mujer como “uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28).

Roguemos al Señor: ¡Venga a nosotros tu reino!.

Por las intenciones del Papa (noviembre 2023):

- que “el Papa siga ejerciendo su misión de acompañamiento en la fe;

- que sienta y acoja “la ayuda del Espíritu Santo”.

Roguemos al Señor: ¡Venga a nosotros tu reino!.

Por nuestra sociedad:

- que sea capaz de superar toda violencia;

- que cuide especialmente de las víctimas de la violencia.

Roguemos al Señor: ¡Venga a nosotros tu reino!.

Por los más débiles (sin techo, en paro, enfermos...):

- que crean en Jesús que se identifica con ellos;

- que se ayuden y trabajen por su dignidad y rehabilitación.

Roguemos al Señor: ¡Venga a nosotros tu reino!.

Por nuestra comunidad (diócesis, parroquia...):

- que crezcamos en verdad, en fraternidad...;

- que podamos dialogar, proponer y decidir conforme al Evangelio.

Roguemos al Señor: ¡Venga a nosotros tu reino!.

Por esta celebración:

- que sintamos el amor de Jesús que nos vivifica;

- que ese amor no mueva a ayudar a los necesitados.

Roguemos al Señor: ¡Venga a nosotros tu reino!.

Cristo resucitado, afianza en nosotros la fe en que estamos resucitando contigo, cuando hacemos tus mismas obras: cuidando al hambriento, al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al encarcelado... (Mt 25,31ss). Te lo pedimos a ti, Jesús resucitado, que vives por los siglos de los siglos.

Amén.  

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