“Vuestro donativo es suave olor, sacrificio aceptable y grato a Dios” Nuestros donativos expresan nuestro amor (Domingo 28º TO A 2ª Lect. 15.10.2023)
Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a “profetizar”
| Rufo González
Comentario: “hicisteis bien en compartir mis tribulaciones” (Flp 4,12-14.19-20)
Leemos parte de la conclusión (4,10-23) de la carta a los Filipenses. Creo que habría que leer los vv. 10-20. Pablo agradece a la comunidad cristiana de Filipos la ayuda económica y personal que le han enviado. Con ese motivo, ofrece su testimonio de “indiferencia espiritual” cristiana y el sentido cristiano de los donativos en la Iglesia.
El primer fragmento (vv. 12-14) está precedido por el hecho de que los filipenses se preocupan de ayudar a Pablo: “me alegré muchísimo en el Señor de que ahora, por fin, haya vuelto a florecer vuestro interés por mí; siempre lo habíais sentido, pero os faltaba la ocasión. Aunque ando escaso de recursos, no lo digo por eso; yo he aprendido a bastarme con lo que tengo” (4,10-11). “Bastarse con lo que se tiene” es regla moral de la autarquía o autosuficiencia. El sabio estoico es autárquico: depende sólo de su virtud. Su consecuencia: “Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy avezado en todo y para todo: a la hartura y al hambre, a la abundancia y a la privación” (v. 12). Concepto cercano a “ataraxia” (imperturbabilidad), “apatía” (ausencia de pasiones) e “indiferencia” ante vida-muerte, placer-dolor, salud-enfermedad, pobreza-riqueza, reputación buena o mala...
La motivación de Pablo cambia la raíz estoica: siente que vive la libertad ante los bienes-males de la vida por el Espíritu que le ha regalado Jesús: “todo lo puedo en aquél que me conforta” (v. 13). Literalmente: “domino todas las cosas en el que me fortalece”. Pablo siente la voz de Cristo: “«Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad». Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades,para que resida en mí la fuerza de Cristo. Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2Cor 12,9-10). En la ayuda mutua reconoce la acción del Espíritu: “hicisteis bien en compartir mis tribulaciones” (v. 14).
En los versículos siguientes (vv. 15-18), no leídos, reconoce y valora la ayuda de los filipenses: “Vosotros, filipenses, sabéis además que, desde que salí de Macedonia y empecé la misión, ninguna iglesia, aparte de vosotros, me abrió una cuenta de haber y debe. Ya me mandasteis a Tesalónica, más de una vez, un subsidio para aliviar mi necesidad; no es que yo busque regalos, busco que los intereses se acumulen en vuestra cuenta. Tengo lo necesario, y me sobra. Estoy plenamente satisfecho habiendo recibido de Epafrodito vuestro donativo, que es suave olor, sacrificio aceptable y grato a Dios” (vv. 15-18).Ayuda “para aliviar mi necesidad”; es la misma motivación de la colecta para pobres de Jerusalén (2Cor 9,1-15). Los donativos son expresión del amor cristiano: “vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor” (Ef 5,2).
“En pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza en Cristo Jesús. A Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (vv. 19-20). Dios “proveea todas nuestras necesidades” con la vida de Jesús, con su banquete, con su mesa común, donde todos son llamados y agraciados. Quienes viven la vida como regalo, como don, están capacitados para compartir. Especialmente con los que no tienen más que necesidades, marginación, desgracias... Estos son primeros en el reino, en el banquete de Jesús. Ellos deben estar a la cabeza de la mesa para ser servidos y aprender a servir cuando puedan.
Oración: “hicisteis bien en compartir mis tribulaciones” (Flp 4,12-14.19-20)
Jesús, centro de nuestra vida:
con veneración escuchamos hoy a Pablo decir:
“todo lo puedo en aquél que me conforta”;
Pablo es persona débil como nosotros:
“Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros
a anunciaros el misterio de Dios,
no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría,
pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna,
sino a Jesucristo, y este crucificado.
También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo;
mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana,
sino en la manifestación y el poder del Espíritu,
para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres,
sino en el poder de Dios(1Cor 2,1-5).
Pablo ha sentido en lo profundo tu voz, tu Espíritu:
“«Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad».
Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades,
para que resida en mí la fuerza de Cristo.
Por eso vivo contento en medio de las debilidades, los insultos,
las privaciones, las persecuciones y las dificultades
sufridas por Cristo.
Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2Cor 12,9-10).
Ante la ayuda personal y económica de los filipenses, reconoce:
“yo he aprendido a bastarme con lo que tengo” (v. 11);
agradece profundamente la ayuda recibida:
“hicisteis bien en compartir mis tribulaciones”;
“no es que yo busque regalos,
busco que los intereses se acumulen en vuestra cuenta” (4,17);
busca que los filipenses colaboren en el evangelio;
que su ayuda sea fruto del amor solidario;
sólo así “vuestro donativoes suave olor,
sacrificio aceptable y grato a Dios” (v. 18).
Jesús, fortaleza de nuestra vida:
aviva en nosotros el don de Dios:
“Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía,
sino de fortaleza, de amor y de templanza.
Así pues, que no nos avergoncemos del testimonio de nuestro Señor
ni de Pablo, su prisionero;
antes bien, que tomemos parte en los padecimientos por el Evangelio,
según la fuerza de Dios” (2Tim 1,7-8).
Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a “profetizar”:
a descubrir lo que está oculto en nuestro corazón;
a decir lo que Dios quiere decir;
a vivir la “profecía” de su amor concreto;
a mostrar “que «Dios está verdaderamente entre nosotros»” (1Cor 14,23-25).
Preces de los Fieles (D. 28º TO A 2ª Lect. 15.10.2023)
Jesús soñaba la vida como mesa compartida, donde puedan sentarse todos, incluso los que no tienen nada más que su debilidad. Pidamos hacer para todos un banquete de salud, de alimento y fraternidad.., diciendo: Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a “profetizar”.
Por la Iglesia:
- que sea una casa abierta, donde todos puedan vivir en fraternidad;
- que nuestra comunidad sea solidaria en los gastos comunes y ayuda a los necesitados.
Roguemos al Señor: Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a “profetizar”.
Por las intenciones del Papa (octubre 2023):
- que el Sínodo “adopte la escucha y el diálogo como estilo de vida eclesial”;
- que “la Iglesia se deje guiar por el Espíritu Santo hacia las periferias del mundo”.
Roguemos al Señor: Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a “profetizar”.
Por nuestra sociedad:
- que ofrezca a todos posibilidades de desarrollo personal y social;
- que nadie pase hambre, sea analfabeto, muera solo, esté marginado...
Roguemos al Señor: “Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a “profetizar”.
Por los gobernantes:
- que sean legales, distribuyan las cargas con proporcionalidad;
- que sean ejemplo de honradez, de trabajo, de austeridad, de ayuda...
Roguemos al Señor: Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a “profetizar”.
Por la paz de todos los pueblos:
- que se elimine la violencia como camino de entendimiento;
- que los más débiles encuentren protección, compañía, solidaridad...
Roguemos al Señor: Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a “profetizar”.
Por las religiones:
- que respeten los derechos humanos, obra del Creador;
- que se unan en favor de las necesidades sociales y éticas.
Roguemos al Señor: Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a “profetizar”.
Por esta celebración:
- que muestre “que «Dios está verdaderamente entre nosotros»” (1Cor 14,23-25);
- que fortalezca nuestra vida personal y comunitaria.
Roguemos al Señor: Que tu Espíritu, Señor, nos ayude a “profetizar”.
Señor, queremos que nuestra vida sea manifestación de tu amor: que invita a la comunión de bienes, de sentimientos, de perdón, de ayuda mutua. Bendícenos a todos y fortalece nuestro espíritu con tu Espíritu, que vive por los siglos de los siglos.
Amén.