El celibato obligatorio no “cobró fuerza de costumbre...”. Se fue imponiendo a la fuerza bruta, incluso con violencia física, hasta hacerla “costumbre de fuerza” Los  monjes “gregorianos” imponen a los clérigos seculares su opción celibataria

Hablemos claro sobre la ley del celibato (13)

Sigo comentando el artículo: “Disciplina eclesiástica del celibato sacerdotal. Breve exposición histórica desde el N. Testamento a nuestros días” (Juan Carlos Sack, religioso del Instituto del Verbo Encarnado. Catholic.net). El último comentario (04.08.2023) fue: “La continencia autoritaria culmina en celibato dictatorial y violento” (s. IX-XI). Ahí dejé claro que el articulista “silencia los siglos IX, X y XI”. Siglos oscuros de la Iglesia, donde, en vez de volver al Evangelio para purificar la Iglesia, se eligió el camino de la dictadura, del imperialismo papal, del poder opresor, tan denostado por el Evangelio.

Olvidando el “no será así entre vosotros (Mt 20,25-27; Mc 10,42-44; Lc 22,25-26) se pasó a imponer la creencia de que el Papa es “el señor del mundo”: “obedecer a Dios significa obedecer a la Iglesia y esto, a su vez, significa obedecer al Papa y viceversa” (Y. Congar). Este es el camino emprendido por Gregorio VII (finales del s. XI). Su “Dictatus Papae” “marcó los trazos de una eclesiología jurídica dominada por la institución papal. Su acción determinó el giro más decisivo que ha conocido la eclesiología católica” (Y. Congar). En este clima eclesial cuajó la ley del celibato obligatorio para el ministerio.

Por eso los defensores de la ley pasan de puntillas estos siglos. Mirad cómo enmarca J. Carlos Sack la ley celibataria del primer concilio ecuménico: “c) Del siglo XII a nuestros días: Recién en el año 1123, con el primer concilio Laterano, se reglamentó que el candidato a las órdenes debe abstenerse de mujer, y que el matrimonio de una persona ordenada era inválido, de modo que todo trato con mujer una vez recibida la ordenación pasaba a ser simple concubinato. En este espíritu reglamentarían todos los Concilios posteriores. Es claro que no inmediatamente la ley se puso en práctica en todos lados, pero poco a poco fue cobrando fuerza de costumbre en todas las iglesias de occidente”.

“En este espíritu reglamentarían todos los concilio posteriores”. Sin pretenderlo, tiene razón: esta ley nació y se mantiene en el espíritu del “sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen” (Mt 20,25-27, y par.). Ese fue el espíritu y el procedimiento que siguieron los llamados “gregorianos”, casi todos cardenales elegidos por Gregorio VII, en la promoción de los papas inmediatos. Todos monjes, con vocación célibe, quieren imponer a los clérigos seculares su opción celibataria. Cierto que “la ley no se puso en práctica en todos lados, pero... fue cobrando fuerza de costumbre en todas las iglesias de occidente”. No “cobró fuerza de costumbre...”. Se fue imponiendo a la fuerza bruta, incluso con violencia física, hasta hacerla “costumbre de fuerza”.

Víctor III, monje benedictino, abad de Montecasino, fue el sucesor de Gregorio VII. Apenas pudo gobernar, por las luchas contra el antipapa Clemente III, impuesto por el emperador Enrique IV.

Urbano II Papa (1088-1099), de nombre Eudes u Odón de Lagery,francés. Prior del monasterio benedictino de Cluny desde 1073, es enviado por San Hugo a Roma como  monje, solicitado por Gregorio VII. Lo hace obispo y cardenal de Ostia, consejero y asistente principal, y su delegado en Alemania. Tras morir Víctor, el grupo de Gregorio se reunió en Terracina. Acordaron que Odón de Lagery había sido sugerido por Gregorio y Víctor como su sucesor. El 12 de marzo de 1088, fue elegido por unanimidad, tomando el título de Urbano II. Su primera actuación consistió en anunciar al mundo su elección y animar a los príncipes y obispos, fieles a Gregorio VII, a seguir su reforma. Declaró el mismo propósito de Gregorio:  “todo lo que él rechazaba, yo lo rechazo, lo que él condenaba, yo lo condeno, lo que él amaba, yo lo abrazo, lo que él consideraba como verdadero, yo lo confirmo y apruebo”. Tardó seis años en instalarse en Roma, ocupada por el antipapa Clemente III, impuesto por el emperador Enrique IV. Luchas, asedios a Roma, concilios con sus partidarios para afianzar la reforma. Del imperio oriental piden ayuda para combatir a los sarracenos turcos. En 1095 predica por Francia la Primera Cruzada para defender y recuperar los Santos Lugares. Hasta estos extremos degeneró la institución eclesial con su pretensión de poder sobre el mundo. El Papa justificó la fusión de fe y violencia para vengar crímenes terribles del islam en Jerusalén. ¡Qué lejos del evangelio del amor a los enemigos (Lc 6,27ss, y par.)! A Urbano II se debe el término “Papa”, impuesto también en una orden suya en 1098: “servirá para designar a todos los pontífices, ya que reúne las iniciales de Pedro, Apóstol, Pontífice y Augusto”.

Otro benedictino de un monasterio cluniacense de la Toscana, elegido cardenal por Gregorio VII, es el cuarto sucesor “gregoriano”, el papa Pascual II. Continuó la lucha por el derecho exclusivo de la Iglesia en la investidura de cargos eclesiales. Tras hacerle prisionero el emperador Enrique V, se avino a firmar un tratado de investiduras en favor del emperador, accediendo a coronarle y a no volver a excomulgarlo. Los partidarios de la reforma se sublevaron, y celebraron un concilio local (a. 1112) en san Juan de Letrán para declarar nulos sus acuerdos con el emperador. Pascual no confirmó dichos acuerdos.

De la misma orden es el papa Gelasio II (1118-1119), monje en Montecassino hasta su nombramiento de cardenal diácono de Santa María en Cosmedin. Canciller papal hasta su elección en enero de 1118. Su enfrentamiento con el emperador Enrique V y el antipapa Gregorio VIII, le condujo al destierro en su pueblo natal y en Francia. Poco más de un año duró pontificado, intentando imponer las reformas gregorianas donde podía.

Calixto IIfue el papa del concilio LateranenseI. Pertenecía al monasterio de Cluny. El papa Urbano II, le nombró en 1088 arzobispo de Vienne, convirtiéndose en el obispo francés más beligerante de la reforma gregoriana. De nombre secular Guido de Borgoña, estaba emparentado con el rey hispano de León, Alfonso VII, hijo y heredero Urraca I de León y Raimundo de Borgoña, hermano de Calixto II. Santiago de Compostela le debe mucho a este papa: le adjudicó el arzobispado de Mérida, promovió jubileo y camino.

Tras pactar con diversas fuerzas políticas, logra deshacerse del excomulgado antipapa Gregorio VIII, recluyéndole en un monasterio. Se asienta en Roma. Para solucionar de modo definitivo el tema de las investiduras, propone al emperador, Enrique V, celebrar una dieta en Worms. En 1122 logra reunir a obispos y príncipes y acuerdan la renuncia imperial al derecho de investidura, exclusiva de la Iglesia. El emperador sólo tendrá derecho a asistir la investidura y a entregar el cetro distintivo del cargo a los investidos.

Convoca el Primer Concilio de Letrán (18 marzo - 11 abril de 1123), primer concilio ecuménico celebrado en Occidente. El fin principal es confirmar y sancionar con toda solemnidad  el Concordato de Worms, logrado con el emperador Enrique V, superando el problema de las investiduras episcopales. Es más un concilio de monjes que de obispos. Estos no superaban los 300, y los abades llegaron a los 600. Sus decisiones fueron todas disciplinares. Decretaron 25 cánones contra la simonía, el concubinato del clero, decretos contra los violadores de la Tregua de Dios, ladrones de iglesias y falsificadores de documentos eclesiásticos. Se renovaron las indulgencias ya concedidas a los cruzados y se definió más claramente la jurisdicción del obispo sobre el clero, tanto secular como regular. Los analizaremos otro día.

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