En el don de la vida tenemos la llamada a realizarnos como personas y como pueblo Nuestra vida es don y llamada irrevocable (Domingo 20º TO A 2ª Lect. 20.08.2023)
Vida y Evangelio buscan la realización de toda persona
| Rufo González
Comentario: “Los dones y la llamada de Dios son irrevocables” (Rm 11,13-15.29-32)
En la primera parte de Rm 11,Pablo asegura que “Dios no ha rechazado a su pueblo, al que había elegido de antemano” (Rm 11,2). Él, israelita, ha obedecido a Dios al creer a Jesús. El que los jefes y gran parte del pueblo no haya creído a Jesús no rompe el plan de salvación divina: “también en la actualidad ha quedado un resto, elegido por gracia” (11, 5). Este resto de Israel aceptó a Jesús: “lo recibieron, les dio dio poder para ser hijos de Dios, a los creen en su nombre” (Jn 1,12). Ese resto, la comunidad de Jesús, convoca al camino evangélico a judíos y no judíos, siguiendo el amor universal de Jesús.
Pablo, llamado al seguimiento de Jesús, está gozoso de llevar el mensaje de Jesús a los no judíos, “los gentiles”. Antes les ha dicho: “no me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree, primero al judío y tambiéndel griego” (Rm 1,16). Lo argumenta con sencillez: “¿Acaso Dios lo es solo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? También lo es de los gentiles, si es verdad que no hay más que un Dios, el cual justifica a los circuncisos en virtud de la fe y a los no circuncisos también por la fe” (Rm 3, 29-30).
En el primer fragmento, que leemos (vv. 13-15), se reafirma en la misión a los gentiles: “Haré honor a mi ministerio” (v. 13). Al comprobar el cambio de vida y la alegríade las nuevas comunidades, siente más esperanza con la vuelta de sus congéneres: “por ver si doy celos a los de mi raza y salvo a algunos de ellos. Pues si su rechazo es reconciliación del mundo, ¿qué no será su reintegración sino volver desde la muerte a la vida?” (Rm 11,14-15). La fe en Jesús otorga “nacer de nuevo” (Jn 3,3ss).
Utiliza dos comparaciones, no leídas hoy: las primicias y el olivo de ramas desgajadas e injertadas. La raíz y savia de las primicias y del olivo es el amor de Dios, manifestado en Jesús. El Israel fiel, que ha aceptado a Jesús como Mesías de Dios, es el primer fruto del amor de Dios. Los gentiles, el segundo fruto. Al creer a Jesús todos son injertados en el Amor de Dios. Por eso brinda esta reflexión a los gentiles: “Si algunas de las ramas fueron desgajadas, mientras que tú, siendo olivo silvestre, fuiste injertado en su lugar y hecho partícipe de la raíz y de la savia del olivo, no te enorgullezcas en contra de las ramas. Y si te enorgulleces, piensa que no eres tú quien sostiene a la raíz, sino que la raíz te sostiene a ti” (vv.17-18). Es el amor de Dios quien sostiene y alegra la vida.
El segundo fragmento (Rm 11, 29-32) razona la voluntad salvadora universal del Dios de Jesús, explicitada claramente en una carta comunitaria, inspirada en el pensamiento de Pablo: “Dios, nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4). Apoyado en la fe de los profetas (Is 59, 20; 27, 9; Jer 31, 31-34), proclama que: “todo Israel será salvo” (Rm 11, 26). Leemos hoy la razón: “los dones y la llamada de Dios son irrevocables” (v. 29). La vida es don y, en la misma don, tenemos la llamada a realizarnos como personas y como pueblo. Esto lo experimenta el pueblo israelita desde los patriarcas. Es un hecho que gentiles y judíos no siempre han sido obedientes a las llamadas de la vida en la conciencia personal y colectiva, en los patriarcas, sabios y profetas. La desobediencia de unos y otros tiene siempre respuesta en la misericordia infinita de Dios: “Dios nos encerró a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos” (v. 32).
Esta buena noticia de la misericordia de Dios concuerda con el evangelio de hoy. Una extrajera, gentil, le enseña al judío Jesús la verdad más importante de la Biblia: el amor a todos, especialmente a los más débiles. Tras mostrar preferencias de tipo nacionalista, al fin descubre que esta mujer cananea cumple la voluntad divina. El amor a su hija enferma es la mejor fe: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas” (Mt 15,28). Vida en amor es vida de fe: “todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1Jn 4,7-8).
Oración: “Los dones y la llamada de Dios son irrevocables” (Rm 11,13-15.29-32)
Jesús, Hijo de Dios y Hermano universal:
evangelio y lectura de Pablo implican el Amor universal:
“Dios quiere que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4);
“mi alimento, decías, es hacer la voluntad del que me envió
y llevar a término su obra” (Jn 4,34);
tu vida y de tu evangelio buscan la realización de toda persona:
“yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10).
Hoy una mujer no judía te abre los ojos al Amor (Mt 15,21-28):
a sus gritos de auxilio: “ten compasión de mí, Señor Hijo de David.
Mi hija tiene un demonio muy malo”, “no respondes nada”;
¿creías que era esa la voluntad de Dios?;
los discípulos te ayudan: “atiéndela, que viene detrás gritando”;
no lo ves claro: “sólo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel”.
La mujer “postrándose te dice: “Señor, ayúdame”;
Respondes con la doctrina oficial de tu religión:
“No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”.
La respuesta amorosa de una madre consigue cambiarte:
“tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen
las migajas que caen de las mesas de los amos”.
El amor incondicional de la madre te ilumina el amor del Padre:
“Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.
El evangelio de Pablo es idéntico al tuyo:
“los dones y la llamada de Dios son irrevocables”;
vida personal y social son “dones y llamada de Dios”;
todo ser humano ha sido obsequiado y llamado con la vida:
a poner esfuerzo en la construcción del reino de la vida;
a ser sincero, racionable, homrado, amoroso...;
a dejarse llamar por todo acontecimiento y circunstancia;
a comprometerse, sin fanatismo, humilde, con toda realidad...
Esta voluntad nuestra coincide con tu vida, Cristo Jesús:
quienes se atreven a creer en ti, reciben tu mismo Espíritu:
que “les da poder de ser hijos de Dios...
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios” (Jn 1,12-13);
El Espíritu “da testimonio a nuestro espíritu
de que somos hijos de Dios” (Rm 8, 16);
nos capacita para amar a todos como tú nos amas;
tu amor nos realiza como personas y como pueblo.
Ayúdanos, Cristo Jesús, a vivir como tú:
“judíos, griegos, esclavos y libres, varón o hembra...
todos somos uno en ti, Jesús Mesías” (Gál 3, 28).
Preces de Fieles (D. 20º TO A 2ª Lect. 20.08.2023)
El Dios de Jesús quiere que todas la personas se realicen. Por eso Jesús nos dice: “yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10). Por eso cura, perdona, comparte la comida, vive como hermano. Pidamos incorporarnos a su tarea diciendo: “Queremos trabajar contigo, Señor”.
Por la Iglesia:
- que todos los cristianos sintamos el Amor universal de Jesús;
- que seamos testigos de ese Amor con nuestras obras.
Roguemos al Señor: “Queremos trabajar contigo, Señor”.
Por las intenciones del Papa (agosto 2023):
- que “la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa siga ayudando a los jóvenes”;
- que “caminen, dando testimonio del Evangelio con su propia vida”.
Roguemos al Señor: “Queremos trabajar contigo, Señor”.
Por los gobernantes de los pueblos:
- que sean modelo de honradez y trabajo por sus pueblos;
- que busque siempre la paz, en acuerdo, atentos a los más débiles.
Roguemos al Señor: “Queremos trabajar contigo, Señor”.
Por los servidores de las comunidades cristianas:
- que se dejen llevar de su Espíritu, no de las apariencias y vanagloria;
- que fomenten la libertad, alejando toda imposición innecesaria.
Roguemos al Señor: “Queremos trabajar contigo, Señor”.
Por nuestros mayores:
- que sean ejemplo de prudencia, humildad, verdad...;
- que les atendamos con paciencia en sus debilidades.
Roguemos al Señor: “Queremos trabajar contigo, Señor”.
Por esta celebración:
- que nos llene de esperanza en el ser humano;
- que sintamos su amor compasivo por toda debilidad.
Roguemos al Señor: “Queremos trabajar contigo, Señor”.
Creemos, Señor, que “lo irrevocable es el don y la llamada de Dios”. Por su Espíritu, que nos habita, nos dice por dentro que somos sus hijos (Rm 8, 16-17) y que y quiere, como el mejor padre, que seamos felices, que nos realicemos personal y socialmente. Ayúdanos, Jesús, a realizarnos. Tú, Cristo, hermano nuestro, que vives por los siglos de los siglos.
Amén.