Del auto judicial de procesamiento de los autores intelectuales y materiales del asesinato de los jesuitas La reunión finalizó con los oficiales dándose la mano, rezando, y solicitando “iluminación divina”
El Ministro de Defensa, Rafael Humberto Larios preguntó si alguien tenía alguna objeción. Nadie levantó la mano y se acordó que se consultaría entonces al presidente Cristiani.
El Presidente Cristiani se encontraba en el cuartel general del Comando Conjunto mientras se desarrollaba la operación del asesinato de los Jesuitas.
| Baltasar Bueno corresponsal en Valencia
“Ponce autorizó la eliminación de cabecillas, sindicalistas, y reconocidos miembros líderes del FMLN y se tomó la decisión de bombardear haciendo uso de la Fuerza Aérea y artillería y tanques para desalojar al FMLN de las zonas que ocupaba. El Ministro de Defensa, Rafael Humberto Larios preguntó si alguien tenía alguna objeción. Nadie levantó la mano y se acordó que se consultaría entonces al presidente Cristiani. En esa reunión, el Coronel Benavides tomó asiento junto al General Bustillo, quien después de escuchar a Benavides decir que la UCA se encontraba dentro de su sector, respondió: “Bien, entonces ya sabe lo que tiene que hacer”. La reunión finalizó con los oficiales dándose tomados la mano, rezando, y solicitando “iluminación divina”.
Así consta en el Auto de Procesamiento dictado por el Magistrado Juez Eloy Velasco Núñez, titular del Juzgado Central de Instrucción n. 6 de la Audiencia Nacional , en el sumario 97/10, firmado el 30 de mayo de dos mil once. Tras nueve años de investigaciones y diligencias ya se está desarrollando el juicio, que concluirá probablemente este miércoles 15 de julio. Del extenso escrito entresacamos solamente el relato del momento del asesinato de los jesuitas, la empleada y su hija.
El texto judicial sigue explicando que el Coronel Ponce y otros presentes han negado sistemáticamente que los Jesuitas hubiesen sido mencionados en esta reunión, pero se trató sobre ellos en una reunión más pequeña a continuación de la reunión más amplia, donde como señala la Comisión de la Verdad, los Jesuitas fueron considerados los “cabecillas” y líderes del FMLN, y como ellos se convirtieron en uno de los objetivos.
Cerca de las 23:00, finalizada la reunión, el Coronel Benavides solicitó que el Teniente Espinoza asistiese a una reunión en su despacho hacia las 23:00 del día 15 de Noviembre. Allí se le unió un oficial del Atlacatl, el Teniente Segundo Guevara Cerritos teniente de Espinoza, y su propio oficial, el Teniente Yusshy Mendoza Vallecillos. A esta altura, el Jefe del Estado Mayor Ponce había entregado el mando de la unidad de comando Atlacatl al Coronel Benavides.
Habiendo regresado a la Escuela Militar desde la gran reunión con los altos mandos militares, el Coronel Benavides informó al grupo reunido que había recibido “luz verde” para la operación de los Jesuitas, y luego procedió a dar la orden directa de matar a los “líderes intelectuales” de las guerrillas en la UCA. Dirigiéndose a Espinoza, y refiriéndose al registro de la residencia Jesuita llevada a cabo dos días antes, Benavides recapituló: “Usted realizó el registro y sus hombres conocen el lugar. Use el mismo procedimiento que el día del registro. Tiene mi apoyo. Son ellos o nosotros. Han estado desangrando nuestro país y debemos destrozarlos. Ellacuría es uno de ellos y debe morir. No quiero testigos. . . Es una orden y deben cumplirla.”
Cristiani estuvo en el cuartel general hasta las dos
Cuando Benavides estaba dando la orden directa de asesinar a los Jesuitas al teniente Espinoza, Yusshy Mendoza y Guevara Cerritos, el Ministro de Defensa Larios llamó al Presidente Cristiani. Cristiani acudió al Estado Mayor donde se reunió con el General Larios, los Viceministros Zepeda y Montano, y el Jefe del Estado Mayor, Ponce. El Presidente permaneció allí hasta aproximadamente la medianoche, tras lo cual se acercó al cuartel general del Comando Conjunto – a pocos metros de distancia – para recibir una sesión informativa sobre la situación militar en la capital, y donde permaneció hasta las 2:00. Así, el Presidente Cristiani se encontraba en el cuartel general del Comando Conjunto mientras se desarrollaba la operación del asesinato de los Jesuitas.
Algunos consejeros militares estadounidenses estaban también presentes. El Mayor Buckland testificó que los disparos realizados desde la UCA pudieron oírse desde el Estado Mayor, donde se encontraba durmiendo. A la misma hora, el General Bustillo, que regresó a la base en el aeropuerto de Ilopango, le dijo a los oficiales de alto rango de la Fuerza Aérea que se había tomado una decisión para matar a los dirigentes del FMLN, mencionando concretamente a Ellacuría – “tanto si el presidente lo apruebe o no”.
Después de medianoche, cuando los comandos se reunieron fuera de la Escuela Militar para cumplir su misión, Hernández Barahona entregó a Yusshy Mendoza un AK47 de fabricación rusa, generalmente utilizado por el FMLN. Mendoza sacó el arma de la Escuela Militar.
Dirigiéndose a la unidad de comando reunida, Mendoza preguntó: “¿Quién de vosotros conoce y sabe disparar este arma?” Los hombres gritaron “Piljay,” señalando a Oscar Mariano Amaya Grimaldi, a quien se le encomendó el arma y se le dijo que debía ser el “hombre clave”. Amaya aceptó el arma sabiendo que sería el asesino. Hernández Barahona le dijo a los líderes del comando que el uso de un FMLN AK-47 desviaría la culpabilidad de las Fuerzas Armadas hacia los rebeldes y les ordenó dejar propaganda mencionando al FMLN en el lugar de los asesinatos.
Matar a los curas
La unidad de comando se dividió entonces en dos, y a Antonio Ramiro Avalos Vargas, apodado “Satán” por las tropas, se le encomendó la tarea de liderar a la segunda patrulla de los comandos Atlacatl. En su confesión, declaró que le dijeron fuera de la Escuela Militar que iba a una “misión delicada” ordenada por los altos mandos. Debían encontrar y matar a los curas dentro de la UCA porque eran líderes de “delincuentes terroristas” y los cerebros tras los ataques contra el ejército. A su llegada a la UCA, a estos soldados se les unieron otros 20 hombres, incluyendo el resto de la unidad y algunos refuerzos adicionales. Reunidos alrededor de su comandante, algunos de ellos que aún no lo sabían, fueron informados de que sus objetivos reales eran los sacerdotes de la UCA, y que a “Piljay” se le había encomendado matarlos.
También se les pidió que simularan una confrontación militar entre ellos y los sacerdotes una vez que los sacerdotes ya estuviesen muertos para dar la impresión de que habían sido asesinados por el FMLN. A aproximadamente la 1:00, bajo las órdenes de Espinoza, toda la unidad marchó hacia la UCA, y esperó en el aparcamiento cerca de media hora. Un vigilante nocturno que estaba durmiendo en uno de los edificios paralelo al aparcamiento, contó que oyó dos frases: “No vayas allí” y “Ahora es el momento para ir a matar a los Jesuitas”.
La operación se efectuó en tres círculos concéntricos: un grupo permaneció en el área adyacente; otros, rodearon el edificio; y un pequeño grupo “selecto” fue elegido para llevar a cabo los asesinatos. Estos soldados se acercaron a la residencia de los sacerdotes, y, por el camino, se encontraron a dos mujeres, el ama de llaves Julia Elba y su hija Celina, que estaban sentadas en un diván, en una de las habitaciones. Asustadas y sin poder volver a su hogar, buscaron protección con los Jesuitas donde pensaron que estarían más seguras y dejaron al Sargento Tomás Zarpate Castillo custodiando a las dos mujeres.
Les dispararon a la cabeza
El resto de los comandos rodearon la residencia de los Jesuitas. Cuando cinco de los sacerdotes salieron alertados por el ruido, el Subsargento Avalos ordenó que se tirasen al suelo. En su confesión, Avalos recordó que los sacerdotes no parecían peligrosos, algunos eran bastante mayores y estaban desarmados, otros llevaban pijamas. Tuvo que recordarse así mismo que eran “delincuentes terroristas” y que eran sus “cerebros lo que importaba”. Tras escuchar al Comandante Espinoza preguntarle a qué estaba esperando, Amaya Grimaldi (“Piljay”) empezó a disparar a los tres sacerdotes que yacían en el suelo justo enfrente de él, intentando dispararles en la cabeza con el AK-47.
Posteriormente, este rifle fue identificado como el arma que mató a los Padres Ellacuría, Martín Baró, y Montes. El Subsargento Ramiro Avalos Vargas también empezó a disparar y mató a otros dos Jesuitas, los Padres Amando López y Juan Ramón Moreno. Espinoza, el único soldado que se cubrió la cara antes de la operación militar, confesó que se dio la vuelta con los ojos llenos de lágrimas. El Padre Segundo Montes, que yacía muerto en el suelo, había sido su director de colegio cuando era estudiante en el Colegio Externado San José. Más tarde, Lucía Cerna, una empleada guarecida en un edificio contiguo testificó que las últimas palabras que escuchó antes de los disparos fueron los del Padre Nacho Martín Baró gritando: “Esto es una injusticia. Eres escoria”.
En ese mismo momento, Zarpate disparaba a Julia Elba y a su hija Celina, que se agarraban la una a la otra en la habitación en la que había estado vigilándolas. Cuando el Sargento Avalos Vargas descubrió que las dos mujeres aún seguían vivas en el suelo abrazadas la una a la otra, Avalos le ordenó al soldado Jorge Alberto Sierra Ascensio que se asegurase de su muerte. Sierra Ascensio descargó su M-16 hasta acabar con ellas. Inmediatamente después, otro de los soldados, Guevara Cerritos, siguiendo instrucciones de Hernández Barahona escribió en la pared: “El FMLN ejecutó a los enemigos espías Victoria o muerte, FMLN”. Los miembros del comando regresaron a la Escuela Militar a las 3:00. Algunos regresaron en una furgoneta de color beige y fueron recibidos por el coronel Benavides en la puerta. Cuando a uno de los soldados se le llevó una taza de café, comentó a uno de sus colegas: “Acabamos de asesinar a los cabecillas del FMLN. Creo que la guerra va a terminar, porque mi coronel dijo que estos asesinatos lo haría”.