"El pueblo se siente promovido por la sencillez de las Hermanas Misioneras" Turgua, periferia de Caracas
"A los niños de padres emigrantes les falta el sustento más necesario: el afectivo"
"Las mujeres no pueden dejar de atender el hogar y los niños, lo que no les permite salir a trabajar lejos de casa"
Rincones hermosos y contrastantes, desconocidos e ignorados por buena parte de la población y de sus autoridades, conforman el territorio de la Arquidiócesis de Caracas. La preocupación pastoral por las periferias, por los excluidos, por los más pobres, ha llevado a buscar una atención espiritual cargada también de promoción humana. Turgua, caserío de población dispersa, es una localidad del municipio El Hatillo perteneciente a la parroquia eclesiástica de Santa Rosalía, a 22 kms. del cruce de El Placer. Desde la Y que bifurca a Sabaneta de Turgua hay 15 kms. de carretera en buen estado, salvo el último tramo sin asfalto con las sinuosidades del terreno producto de las lluvias. La belleza del paisaje de vegetación tupida de selva nublada ofrece una vista espectacular del valle de Caracas y de los valles del Tuy. Se divisan las construcciones del este petareño hasta Mariches, y, el crecimiento poblacional de Charallave y sus alrededores.
Es un campo en la ciudad y una ciudad en el campo. Población rural aunque mejor le queda el nombre de “urbanita”, ni urbano ni rural, sino una mezcla de gente que tiene que caminar horas por falta de transporte, y cuando lo consigue tiene que pagar varias “estaciones” para llegar a Baruta y tomar otro para llegar al sitio de trabajo. Algunos viven de una agricultura de conuco pues los recursos hídricos y de otra índole no son abundantes. Muchos niños que añoran a sus padres que han emigrado para enviarles algo para el sustento pero en el que falta el más necesario, el afectivo que es el que le da sabor a la vida. Los servicios son precarios, sobresaliendo varias escuelas y la presencia del colegio “mano amiga” de los Legionarios de Cristo que ofrecen educación de calidad con valores cristianos a buena parte de la chiquillería.
La gente calcula en unos diez mil habitantes desperdigados a lo largo del filo de la montaña, a una altura aproximada entre los mil y mil doscientos metros de altura, propicia para el cultivo del café y otros frutos menores. Su historia está llena de leyendas y conjeturas. Se dice que el asentamiento indígena y criollo es anterior a Santa Lucía, y que era camino de paso del Tuy hacia el valle del Guaire. Hasta se afirma que el Libertador pasó por allí en alguna de sus refriegas bélicas. No faltan tampoco narraciones de fantasmas y aparecidos. Quizá porque en los últimos años han sido azotados por el hampa, aunque ha disminuido desde que pusieron un control policial en la Y de Sabaneta.
Las Hermanas Misioneras de la Misericordia están al frente de la Vicaría Sagrado Corazón de Jesús de Turgua desde su creación hace siete años. Los testimonios de la gente son edificantes. Se sienten acompañados, promovidos por la sencillez y el ejemplo de entrega total a una evangelización integral. Lo espiritual va unido siempre a la promoción humana en diversos campos, asunto importante en estas lejanías donde las mujeres principalmente no pueden dejar de atender el hogar y los niños, lo que no les permite salir a trabajar lejos de casa. Una bella y sobria edificación, producto de la generosidad de la Parroquia de Manzanares, sirve de hogar de formación de las Hermanas y también para encuentros formativos de los habitantes del sector. Son ellas, el rostro amable y tierno de Jesús que trasmite alegría y esperanza a estas buenas gentes en las que sobresalen las virtudes de la solidaridad y la fraternidad. Reconfortante visita que nos anima a los pastores a estar con olor de oveja, dando centralidad a las periferias como nos pide el Papa Francisco. Turgua es un bucólico enclave geográfico pero también un oasis de vida cristiana que reconforta en medio de la crisis que vive el país.