"Reforcemos la certeza de que el bien supera los males" "La santidad, un desafío universal"
Acabo de participar en Roma en el simposio internacional sobre la pedagogía de la santidad, un desafío universal para los fieles laicos
Personas de 13 países de 4 continentes se han reunido para escuchar, compartir y abrir caminos a la promoción de una vida sana y la necesidad de ejemplos de vivir valores y virtudes humanas
Hay que ser cristiano, laico, en salida como repite a menudo el papa Francisco. Somos ciudadanos del mundo, protagonistas activos y responsables de la ciudad de los hombres, cada uno en su propio ámbito
No basta estar a la defensiva, es urgente reencontrar el sentido de trabajar en equipo, juntos, reorganizar la sociedad a partir de las necesidades de los más débiles
Hay que ser cristiano, laico, en salida como repite a menudo el papa Francisco. Somos ciudadanos del mundo, protagonistas activos y responsables de la ciudad de los hombres, cada uno en su propio ámbito
No basta estar a la defensiva, es urgente reencontrar el sentido de trabajar en equipo, juntos, reorganizar la sociedad a partir de las necesidades de los más débiles
Acabo de participar en Roma en el simposio internacional sobre la pedagogía de la santidad, un desafío universal para los fieles laicos. Una frase del papa Francisco sirve de slogan a este encuentro: “en la medida en que se santifica, cada cristiano se vuelve más fecundo para el mundo” (Gaudete et exsultate, 33). Pudiera parecer a muchos que se trata de un tema pasado de moda o sin sentido para el mundo de hoy. La Fundación Pío XI, de la Acción Católica en colaboración con la Federación Internacional de la misma, ha promovido este encuentro, con la participación de personas de trece países de cuatro continentes, para escuchar, compartir y abrir caminos a la promoción de una vida sana y la necesidad de ejemplos de vivir valores y virtudes muy humanas que tienen en el cristiano una exigencia todavía mayor.
A primera vista pareciera que la sociedad de hoy valora más a quienes son “más vivos y audaces” en aprovecharse de los demás, por caminos torcidos. La verdad, la trasparencia, el bien común, la equidad, la justicia y la libertad, no parecen ser virtudes a promover, al contrario, se exalta la viveza de quienes con mayor habilidad y sin escrúpulos se enriquecen, disfrutan o se hacen del poder a costillas de los más ingenuos o permisivos.
Hay que ser cristiano, laico, en salida como repite a menudo el papa Francisco. Somos ciudadanos del mundo, protagonistas activos y responsables de la ciudad de los hombres, cada uno en su propio ámbito, según las propias competencias e inclinaciones, pero cada uno en el espacio del bien común, que es el bien no solo mío sino de toda la comunidad. No basta estar a la defensiva, es urgente reencontrar el sentido de trabajar en equipo, juntos, reorganizar la sociedad a partir de las necesidades de los más débiles. Esto es uno de los desafíos para los laicos cristianos de hoy, animados de una visión profética inspirada en el Evangelio. Este es el sentido del testimonio laical, la semilla que pueda dar origen a una historia nueva y un nuevo testimonio de los cristianos de hoy.
La novedad del Evangelio tiene incidencia en las grandes cuestiones sociales. Todo lo que lesiona la dignidad humana y que obstaculizan la realización de la persona humana y su vocación para el desarrollo y la salvación total. Están ligados a los desafíos de la formación y de la profundización en las enseñanzas sociales de la Iglesia, asuntos tales como las injusticias sociales, los conflictos permanentes y las guerras, las violencias de todo género, la violación de los derechos humanos, la creciente y persistente pobreza, la corrupción y la mala gestión de los líderes sociales y políticos, los problemas ligados al medio ambiente, la falta de reconciliación, la desigualdad de oportunidades y responsabilidades entre los hombres y las mujeres, en fin, en todo aquello que hiere la convivencia fraterna y la igualdad.
La historia nos enseña que en todos los tiempos y lugares ha habido creyentes que han dado ejemplo con su vida de la presencia de Dios en los pequeños gestos de la vida ordinaria. No nos avergoncemos de caminar contracorriente, no perdamos el ánimo ante los obstáculos y las dificultades. Francisco nos urge a no tener cara de velorio o cementerio, ya que no nos debemos dejar robar la esperanza en la gracia que Dios nos ha dado. Reforcemos con una espiritualidad vigorosa, la certeza de que el bien supera los males, y que la constancia en la oración y el fortalecimiento de los valores más auténticos son las mejores armas para ofrecer una luz al mundo que nos rodea.
6.- 9-2-2020 (3612)
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