"Es símbolo del valor universal resiliencia y esperanza" Notre-Dame no pertenece a nadie sino que es de todos
"Este grandioso monumento, símbolo de París, de Francia y de la Iglesia universal, una de las catedrales por excelencia -Notre-Dame- no es sólo una obra maestra de la arquitectura gótica, sino un lugar que ha marcado la historia y la identidad de Francia"
"Notre-Dame no es sólo un lugar físico, sino un mensaje universal que habla de la fe cristiana que se ha hecho cultura, historia y belleza"
Después de más de cinco años de intenso trabajo, Notre-Dame de París, devastada por el trágico incendio del 15 de abril de 2019, reabre sus puertas hoy, el día de San Ambrosio, el 7 de diciembre de 2024. El evento, largamente esperado en Francia y en todo el mundo, se celebrará con una ceremonia inaugural que incluirá una bendición, el Magnificat, el Te Deum y las Vísperas. A partir del día siguiente, 8 de diciembre, es decir, desde la Inmaculada Concepción, Notre-Dame volverá a ser accesible para fieles y visitantes, con entrada gratuita previa reserva a través del sitio web oficial o de una aplicación específica.
El proyecto de restauración contó con la participación de cientos de artesanos, arquitectos y restauradores, comprometidos a devolver a Notre-Dame su esplendor original. La aguja diseñada por Eugène Viollet-le-Duc, que se considera un símbolo inconfundible del horizonte de París, ha sido fielmente reconstruida, y las famosas vidrieras, que cuentan siglos de historia y fe, han sido restauradas con cuidado meticuloso. Incluso el tejado, conocido como "el bosque" por su compleja estructura medieval de madera (y por ello tan inflamable como una cerilla, como desgraciadamente ocurrió), fue reconstruido utilizando técnicas innovadoras y materiales sostenibles.
Este grandioso monumento, símbolo de París, de Francia y de la Iglesia universal, una de las catedrales por excelencia -Notre-Dame- no es sólo una obra maestra de la arquitectura gótica, sino un lugar que ha marcado la historia y la identidad de Francia. Construida a partir de 1163 y terminada en 1345, la catedral ha atravesado siglos de historia, entre momentos de gloria y períodos de abandono.
Durante la Revolución Francesa sufrió graves daños y casi quedó en el olvido, pero fue gracias a Víctor Hugo y su famosa novela Notre-Dame de Paris (1831) que volvió a ser el centro de atención. Víctor Hugo escribió: «El tiempo es ciego, pero el hombre es estúpido». Con esta frase denunciaba el abandono que estaba llevando a la ruina de uno de los símbolos de la ciudad y de la cultura europea. Ese grito de alarma no sólo salvó a Notre-Dame, sino que provocó un renovado interés por el patrimonio gótico, que culminó con las restauraciones de Viollet-le-Duc en el siglo XIX.
Hoy Notre-Dame es símbolo del valor universal resiliencia y esperanza. Y, para los creyentes, símbolo también de la belleza de la fe. Por supuesto, símbolo del encuentro y del diálogo entre cultura europea y religión cristiana.
El incendio de 2019 sacudió profundamente a Francia y al mundo entero, pero también demostró la capacidad de la humanidad para unirse por una causa común. Inmediatamente después de la catástrofe, se recaudaron más de 800 millones de euros en donaciones de particulares, empresas e instituciones de todo el mundo. Estos fondos permitieron afrontar uno de los retos más complejos de la historia de las restauraciones arquitectónicas.
El renacimiento de Notre-Dame es también una oportunidad para reflexionar sobre el significado del patrimonio histórico, cultural y religioso. Como escribió una vez más Víctor Hugo: “Un gran edificio es como un gran libro; cada piedra es una palabra". Notre-Dame no es sólo un lugar físico, sino un mensaje universal que habla de la fe cristiana que se ha hecho cultura, historia y belleza.
Notre-Dame no pertenece a una sola nación o religión, sino a toda la humanidad. Es ciertamente un patrimonio universal. Como subrayó Jean-Luc Mélenchon después del incendio, "Notre-Dame no pertenece a nadie, o quizá sea de todos". Es un lugar donde la fe, el arte, la historia, la cultura y la esperanza cristiana de paz se entrelazan, creando un vínculo universal que supera las divisiones culturales y religiosas. Con su reapertura, Notre-Dame se prepara para ser, una vez más, lugar de encuentro e inspiración para las generaciones futuras, recordando que incluso ante las tragedias más devastadoras siempre es posible renacer.
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