"No dejemos que la preocupación nos abrume, busquemos en cambio primero el Reino" Para un discernimiento eclesial, por ejemplo, en la Diócesis de Pamplona-Tudela
"Se trata de tener un puente hacia un momento de profetismo, conduciendo a esta Diócesis de Pamplona-Tudela hacia un discernimiento operativo que prepare el terreno para decisiones necesariamente orientadas a la renovación eclesial y nunca introvertidas"
"La gestión de las estructuras debe convertirse cada vez más en una acción comunitaria, en lógica sinodal"
"¿Qué caminos se pueden identificar para una gestión virtuosa y eficaz de bienes y personas combinada con una pastoral de nuevo atenta a la vida cotidiana?"
"¿Qué caminos se pueden identificar para una gestión virtuosa y eficaz de bienes y personas combinada con una pastoral de nuevo atenta a la vida cotidiana?"
Motivación
El discernimiento y la toma de decisión son un arte sapiencial. Esta guía pretende motivar y profundizar en ello en una perspectiva espiritual y operativa. La «sabiduría» bíblica no es un razonamiento abstracto, sino que impulsa a la conversión personal y comunitaria.
Atesorando toda la riqueza secular de esta Iglesia y aquella riqueza también complementaria de todo este Pueblo de Dios que peregrina en esta Comunidad Foral, se trata de tener un puente hacia un momento de profetismo, conduciendo a esta Diócesis de Pamplona-Tudela hacia un discernimiento operativo que prepare el terreno para decisiones necesariamente orientadas a la renovación eclesial y nunca introvertidas; incluso cuando el enfoque se centra en la vida interna de nuestras comunidades, el pensamiento es siempre el extrovertido hacia la misión en esta sociedad haciendo más ágiles ciertas dinámicas eclesiales (doctrinales, pastorales, jurídicas, administrativas,…) para el encuentro entre el Evangelio, energía vivificante y perenne, y la humanidad de hoy.
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Oración
Estamos ante ti, Espíritu Santo: estamos todos reunidos en tu nombre. Ven a nosotros, ayúdanos, desciende a nuestros corazones. Enséñanos lo que debemos hacer, muéstranos el camino que debemos seguir todos juntos. Que la justicia no sea agraviada por nosotros, pecadores, que la ignorancia no nos extravíe, que la simpatía humana no nos haga parciales, porque somos uno en Ti y en nada nos apartar de tu verdad. Te lo pedimos a Ti que actúas en todo tiempo y lugar en comunión con el Padre y el Hijo, por los siglos de los siglos. Amén.
Lectura de la Iglesia:
“Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, «toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial» -Juan Pablo II, Christifedeles laici, 30 diciembre 1988, 26-” (Evangelii gaudium 27).
La Iglesia de Navarra tiene que enfrentarse a varios tipos de estructuras: las materiales y administrativas, y que están en el centro de procesos de renovación ya en marcha o inaplazables, pero también las pastorales, que a veces parecen obsoletas o atadas a modelos sociales y eclesiales del pasado.
Una necesaria escucha pone de relieve que la renovación de las estructuras debe responder a criterios eclesiales. Es necesario, en otras palabras, poner en el centro el servicio del anuncio y la misión de la comunidad, para que las estructuras sean un recurso y no una carga para favorecer el encuentro del Evangelio con esta sociedad, con este pueblo. Es necesario un cambio de mentalidad desde varios puntos de vista: la gestión de las estructuras debe convertirse cada vez más en una acción comunitaria, en lógica sinodal; las responsabilidades deben compartirse al máximo, mientras que hoy en día una de las dificultades que a menudo se señalan se refiere al excesivo peso burocrático que a menudo recae sobre los hombros de pocas personas y sobre todo de los pastores; las competencias, también técnicas y profesionales de los laicos y laicas, para que su participación no sea meramente consultiva o de funcional asesoramiento.
Un primer «lugar estratégico» que podemos identificar y focalizar es la necesidad prioritaria de una mentalidad de escuchar y compartir. Se puede decir que vamos adquiriendo dos aspectos en relación con el hecho de caminar juntos. En primer lugar, lo importante que es aprender a discernir lo que el Espíritu pide a nuestra Iglesia, y a leer comunitariamente los signos de su presencia, las necesidades reales de nuestras comunidades, de nuestro territorio y de nuestra gente. En palabras del Papa Francisco, podemos aprender que «la realidad es más importante que la idea» (Evangelii gaudium 231-233). Tal vez la propia falta de referencia a la realidad nos ha llevado a empecinarnos en una pastoral no adaptada a las necesidades del tiempo histórico, del lugar, de la sociedad en la que se insertaba, movida simplemente por el 'siempre se ha hecho así» o por el miedo a ver desmoronarse las propias certezas.
Escuchar la realidad, es decir, a las personas que habitan nuestras comunidades, del territorio, de los cambios sociales nos permite oxigenar con mayor realismo, descubrir que muchos problemas son comunes a muchos, yendo más allá de nuestros propios círculos y recintos. Esto favorece una mayor cercanía a la gente y el inicio de una conversión pastoral que permite opciones más sensibles a las necesidades de hoy y, muy presumiblemente, futuras.
Lectura de la Palabra de Dios: San Lucas 12, 22-34
“Dijo a sus discípulos: «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis: porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido; fijaos en los cuervos: ni siembran, ni cosechan; no tienen bodega ni granero, y Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las aves! Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un codo a la medida de su vida? Si, pues, no sois capaces ni de lo más pequeño, ¿por qué preocuparos de lo demás? Fijaos en los lirios, cómo ni hilan ni tejen. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al horno, Dios así la viste ¡cuánto más a vosotros, hombres de poca fe! Así pues, vosotros no andéis buscando qué comer ni qué beber, y no estéis inquietos. Que por todas esas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis la necesidad de eso. Buscad más bien su Reino, y esas cosas se os darán por añadidura. «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino. «Vended vuestros bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.
A modo de Lectio Divina
Vivimos tiempos difíciles, seamos sinceros. No sólo por cuestiones económicas, que en cualquier caso suponen una carga para nuestras familias. Sino sobre todo por la falta de esperanza que embarga a tantas personas, exasperados por la falta de futuro, aturdidos por un mundo que no les quiere más que para consumir y ser idiotas. Pero es precisamente en estos tiempos cuando estamos llamados a sacar lo mejor, a ir a lo esencial. Con los pies bien plantados en la tierra y el corazón volando alto, por encima de los problemas, para mirarlos desde otro ángulo. El de Dios. Es lo que afirma el mensaje sin precedentes del cristianismo. Dios está y se hace presente. No es un estricto contable que desde la cima de su indiferencia nos deja revolcarnos en nuestras tragicómicas vicisitudes. Dios cuida de nosotros, siempre.
Primero el Reino de Dios. Con esta maravillosa certeza, la Palabra de Dios nos invita a levantar la mirada de nuestras inquietudes y preocupaciones para mirar a nuestro alrededor, observar las aves del cielo y los lirios del campo, y tener una mirada que aún sepa maravillarse ante el hecho de que Dios creó el mundo con sabiduría y previsión. Ciertamente: estamos llamados a ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, pero sin la ansiedad de la acumulación, sin el demonio de la codicia que amenaza con cegar nuestras almas. Tratemos de captar los signos de la presencia del Señor en la Providencia, tratemos de elevar nuestra mirada más allá de los estrechos confines de nuestra vida cotidiana, buscando ante todo el Reino y todo lo demás se nos dará por añadidura. No seamos como los paganos, que se dejan abrumar por la inquietud. Cada día es suficiente en su complejidad y dificultad: vivamos intensamente el presente, dejando nuestro futuro en manos del Señor.
Padre y Madre. Dios es una madre. Nuestro Dios una buena madre y un buen padre. No es posesivo, ni histérico, ni sobreprotector, ni estricto, como a veces somos los padres. Dios sabe que tenemos que crecer, sigue nuestro camino desde lejos, no interviene para sonarnos la nariz o atarnos los zapatos. Dios confía en nosotros, sabe que podemos hacerlo solos. Y nos recuerda que no nos abandona, nunca.
Igual que una buena madre no puede olvidar al hijo que ha llevado y traído a la vida. Así, en esta maravillosa aventura que es la vida, estamos llamados a fijar nuestra mirada en Él, a poner la búsqueda del Reino de Dios en el centro de nuestro crecimiento. Dios no es un asegurador que nos garantiza la ausencia de dolor en nuestras vidas, no. Sino un adulto que nos trata como adultos, que nos ofrece la posibilidad de mirar las cosas con otra mirada. El mundo no es un engaño y un antro de violencia que desciende hacia el caos, y la vida no carece de sentido. A nuestro alrededor se está construyendo un gigantesco mosaico de amor en el que cada uno de nosotros es una tesela. Dios nos pide que colaboremos en su gran proyecto. Por supuesto, hace falta fe, y mucha, para creer en esto.
Lirios y Pájaros. Así que Jesús nos invita a mirar más de cerca: los lirios del campo, los pájaros del cielo. Y yo añadiría: el mar, el viento, la primavera temblorosa, la nieve que refleja la luz cegadora. Todo a nuestro alrededor nos grita que Dios creó el mundo con sabiduría y lo conserva con previsión. Ocupémonos del trabajo, del futuro, de la hipoteca que hay que pagar, por supuesto, pero sabiendo que nuestro corazón está en otra parte, que el Reino está en otra parte. Sabiendo que cada cosa (buena) que vivimos no es más que el anticipo del futuro, la página publicitaria del absoluto de Dios, de la plenitud que nos espera en otra parte. Entonces, si la gente que nos rodea también vive al revés, ¿a quién le importa? ¿Por qué nos importa lo que piense la gente y su juicio despiadado? Vivir las bienaventuranzas, vivir la paradoja del Evangelio, vivir el deseo de mirar lo invisible es nuestra vida.
Aunque nos tomen por ingenuos, o por locos. Pongamos lo esencial en el centro, cada día, no nos dejemos engañar por las mil sirenas que nos señalan un camino improbable hacia la felicidad (éxito, dinero, apariencias...), sino miremos obstinadamente hacia el único que puede colmar nuestra infinita necesidad de plenitud.
Lo hemos experimentado mil veces: cuando aprendemos a confiar, sin soltar el timón de nuestro barco sino navegando hacia la dirección que nos señala la brújula de Dios, las cosas se simplifican, el universo se alinea, todo se orienta hacia la plenitud. No dejemos que la preocupación nos abrume, busquemos en cambio primero el Reino. Sencillo.
Después de pedirnos a los discípulos que busquemos el único tesoro verdadero que importa, Jesús, sonriendo, nos invita a confiar, a mirar a nuestro alrededor para ver cómo Dios cuida también de la hierba en los prados y de los pájaros en el cielo. Hacemos bien en cuidar de nosotros mismos y de nuestros seres queridos, en vivir con equilibrio y conciencia, en planificar nuestro futuro, claro. Pero debemos confiar siempre en la Providencia, saber y comprender que somos preciosos a los ojos de Dios. Nuestra vida se convierte entonces en un equilibrio entre actuar con inteligencia y sagacidad en los asuntos humanos y dar prioridad a la iniciativa de Dios. Estamos en sus manos, en las manos de un Dios poeta que disfruta observando los lirios y los gorriones. Con esto en mente, ¡hagamos nuestro discernimiento!
Algunas etapas para ordenar la reflexión
Estructuras materiales
El patrimonio de estructuras materiales de que disponen las comunidades es amplio y diversificado: iglesias (algunas muy utilizadas, otras que empiezan a dejar de serlo); casas parroquiales, seminarios, casas de congregaciones religiosas (que en algunos casos ya no corresponden a las necesidades para las que fueron concebidas). Luego están otras instalaciones y/o centros-espacios asistenciales, educacionales, sociales… A todos los niveles, su gestión requiere recursos económicos no siempre disponibles, competencias específicas y visión de futuro.
En vista de ello, es necesario
- iniciar una reflexión sobre ciertos aspectos reglamentarios para llegar a determinadas opciones;
- formar a las personas llamadas a gestionar porque se reconoce una escasez de competencias;
- realizar un estudio de las estructuras (a través de equipos cualificados) para una evaluación ponderada y colegiada la utilización presente y futura de los activos.
Estructuras administrativas
La vida de la Iglesia en Navarra se articula en torno a un gran número de entidades administrativas.
Las parroquias necesitan una revisión, algunas trataron de comenzar a fusionarse en unidades pastorales. Este proceso requiere una atención específica.
Los párrocos se ven sobrecargados con responsabilidades administrativas cada vez mayores. Para aligerarlas, debemos empezar a dejar ayudar a los laicos, especialmente a los que tienen competencias específicas y paulatinamente dejando que ellos sean los que asuman el servicio de la gestión.
En vista de la administración de las parroquias sin párroco residente, debe estudiarse la posibilidad de confiarlas a un diácono o a la figura de los animadores comunitarios (laicos, consagrados, diáconos) o a áreas pastorales, también mediante equipos o grupos ministeriales. Iniciar una reflexión para discernir los caminos a seguir y la formación a ofrecer es un paso muy importante para evitar encontrarse con necesidades repentinas y no estar preparados.
Es necesaria la agilidad y la simplificación de las reflexiones y de las tomas de decisión.
Es necesario seguir pensando en centralizar algunas áreas específicas de gestión dentro de la diócesis.
Estructuras pastorales
Desde hace años ha surgido la necesidad de pensar en una pastoral «de salida» habitando lugares «umbrales» y entrando en diálogo con las necesidades reales de la gente. Al mismo tiempo, la escucha de los signos de estos tiempos presentes, y presumiblemente futuros, va mostrando la necesidad de volver a poner en el centro la escucha-estudio de la Palabra de Dios, la celebración de la fe, la acción samaritana, la vocación evangelizadora.
Así pues, es necesario repensar las estructuras pastorales, empezando por la misma parroquia. Pasar de la «pastoral de los acontecimientos y del encanto» a la «pastoral de la vida cotidiana» en la que llevar a Jesús.
Se puede abrir también una reflexión sobre las parroquias, las unidades pastorales, las oficinas de la Curia, a todos los niveles, para clarificar las competencias individuales y mejorar las interacciones sinérgicas.
Una pregunta fundamental:
Las estructuras eclesiásticas, en sus diversos ámbitos, necesitan competencias sólidas, profesionales formados y una división responsable del trabajo (ya no se puede confiar en la mera experiencia, aunque ésta sea importante): ¿qué caminos se pueden identificar para una gestión virtuosa y eficaz de bienes y personas combinada con una pastoral de nuevo atenta a la vida cotidiana?
Otras preguntas:
Para discernir hoy
¿Dónde está nuestra Iglesia local? ¿De qué tradiciones procede nuestra Iglesia y hacia qué nuevo cristianismo se está encaminando? ¿Dónde tenemos miedo de hacer cambios y preferimos continuar una pastoral de «conservación» ligada a lo que siempre se ha hecho?
Para fomentar el estilo de proximidad
¿Qué tenemos que cambiar, qué espacios, qué modalidades y qué formas podemos imaginar para que en nuestras comunidades, los marginados no se sientan sólo destinatarios de nuestro anuncio y beneficiarios de las diversas actividades pastorales, sino interlocutores activos y responsables, con derecho a la palabra y de acción?
Para reflexionar sobre la evolución de las estructuras
Pensando en nuestras estructuras, ¿cómo podemos reducir la carga burocrática de la administración de estos bienes, que a menudo recae sobre los hombros de los presbíteros?
Las estructuras administrativas de las Iglesias están en el centro de muchos cambios: ¿qué aprendizajes y orientaciones surgen de la experiencia de las unidades/comunidades pastorales o de la unificación de varias parroquias bajo la dirección de un párroco? ¿Cómo avanzar en la institución y formación de nuevas figuras y ministerios, por ejemplo, animadores comunitarios sin presbíteros residentes y equipos de pastoral?
Para reorganizar las estructuras en función de la pastoral evangelizadora
¿Cómo repensar las estructuras pastorales, poniendo en el centro el cuidado de la vida espiritual y de la acción evangelizadora y misionera? ¿Qué cambios en la pastoral ordinaria de diócesis y parroquias para poner en el centro el anuncio del Evangelio? ¿Cómo pasar de una pastoral de acontecimientos/eventos/ jornadas a una pastoral que acompañe la vida de las personas, en sus diversos pasajes y situaciones?
Para alcanzar estos objetivos ¿qué cambios son necesarios en la organización tradicional de los sectores pastorales de la parroquia (catequesis, liturgia y caridad) y en la organización de las oficinas de la curia?
Para reflexionar sobre la formación de los presbíteros
¿Qué aspectos del ministerio ordenado y de la vida de los presbíteros necesitan ser profundizados y renovados para apoyar y facilitar su formación permanente? ¿Qué cambios deberían introducirse para implementar y aumentar la formación conjunta y compartida entre presbíteros, religiosos y laicos?
Para reflexionar sobre la formación de los laicos
¿Cómo debería diseñarse la formación para la ministerialidad que nace del sacramento del bautismo?
En nuestras parroquias, ¿qué tipo de propuesta formativa se ofrece para los laicos? ¿Cómo podemos pasar en nuestras comunidades de una formación orientada sólo o fundamentalmente a la preparación para los sacramentos a un conjunto de propuestas atentas a todas las edades y condiciones de vida?
En relación con nuestra práctica catequética y formativa actual, ¿qué cuestiones nos plantean estas experiencias? ¿Qué tipo de orientaciones diocesanas serían deseables sobre estas cuestiones?
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