Querido divorciado II - (Lo que empecé a escribir y palpita ahora bajo la "Amoris Laetitia")
Concretado todo lo anterior, vayamos ahora, querido Andrés, a lo concreto de tu conducta, a tu discernimiento y decisión personal a la luz de la "conciencia profunda" que es la que manda.
Si yo estuviera en tu caso, no dejaría de confesar y comulgar. Trataría con todas mis fuerzas de vivir unido a ese Dios en quien creo, por encima de la obligación impuesta de vivir desterrado. Sin duda me saltaría el destierro.
Claro que, para eso, tienes que encontrar un obispo o un sacerdote comprensivo que quiera confesarte y ratificarte que "tus errores del pasado" están "perdonados desde la eternidad".
Nadie puede impedirte AMAR y construir una FAMILIA desde el amor, con más consciencia y acierto que en tu anterior "no-matrimonio". Obstaculizar tu relación con Dios por AMAR sincera y profundamente es una blasfemia, muy similar a las que perpetraron los jefazos judíos según se narra en el Evangelio.
Nunca he comprendido cómo puede haber personas, llamadas cristianas, que prefieren el RIGOR -muchas veces impostado por una errónea tradición- a la MISERICORDIA, cuando la esencia del Cristianismo es justamente el AMOR y la MISERICORDIA. ¡Esa es la BUENA NOTICIA! Lo que importa es volver al Padre con sinceridad y determinación.
La Comunión la puedes recibir de cualquiera, basta con acercarse. Siempre que seas discreto y no levantes escándalo.
Para quebrantar la norma sin sentirte culpable tendrías que avanzar hacia una conciencia PROFUNDA (la que se fía del discernimiento propio y las aspiraciones profundas; en tu caso, la aspiración a vivir más íntimamente unido al Señor).
Tendrías que tomar distancia de la rigidez de la conciencia CEREBRAL (la que sigue ciegamente normas, reglas y libros) y salir de la alienación a la conciencia SOCIAL (la que se somete rigurosamente al "ambiente humano" en que vive, sin discernimiento personal).
La primera es la conciencia de que habla Pablo: "Nos sentimos orgullosos de que nuestra conciencia nos asegure que nos hemos comportado con todo el mundo, y especialmente con vosotros, con la sencillez y la sinceridad que Dios da, y no por la sabiduría humana, sino por la gracia de Dios" (2Cor, 1,12).
Es decir, hay que madurar y aprender a descender a la conciencia profunda, dándola prioridad sobre las otras dos, propias de etapas inmaduras. No se trata de eliminarlas sino de ponerlas en su lugar. La conciencia profunda es el íntimo reducto de la persona, que tiene en cuenta todas las realidades (interiores y exteriores) en que está inmersa, es la brújula que pivota siempre sobre el Dios personal que nos habita.
Mientras no consigas bajar a la conciencia profunda no serás libre ni autónomo, seguirás siendo un niño agarrado a la mano de mamá: "Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Cuando llegué a hombre, desaparecieron las cosas de niño" (1Cor 13,11). "Mientras el heredero es niño, en nada se diferencia de un esclavo, aunque sea el dueño de todo" (Gal 4,1).
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Algún día te escribiré sobre los terribles daños que causa la religión que no promueve la autonomía y libertad de las personas. Confundir "religiosidad" con "sometimiento" (algo que se patrocina con mucha frecuencia) nos conduce a la alienación, inseguridad, temor, rigidez, culpabilidad, escrúpulos, incluso neurastenia, depresión y agresividad sectaria o fanatismo. Es un tremendo fraude, aunque sea realizado con buena intención, más propio de sectas que de verdaderas religiones.
En este momento te sientes atado por el texto que me envías: "Cuando los fieles divorciados vueltos a casar se separan o viven en plena continencia, pueden ser admitidos nuevamente a los sacramentos" (1). Ese es el "muro de hormigón" que nos oprime y el Papa Francisco no ha podido dinamitar en la "Amoris Laetitia" (2), tan solo abrir un ventanuco.
Ahora dime qué solución prefieres: ¿Separarte de tu actual esposa, con la que reconstruiste una familia con dos pequeños? ¿O vivir con ella en total continencia?
No sé a quién se le ocurrió esa redacción que repugna al sentido común. Y lo digo así, abiertamente, para que nuestros dirigentes se enteren que la VIDA REAL no cabe en esos almidones que nos han planchado.
Qué distante y distinto ese texto que te aprisiona de aquél del primer Concilio de Jerusalén: "El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponeros más cargas que las imprescindibles" (He 15,28). Me parece que hay evidentes contradicciones entre la doctrina original y sus complejas derivaciones posteriores.
Con el afán de tenerlo todo atado, normalizado y cuadriculado, nos han construido una torre doctrinal enorme, mayor que la de Babel, sin la mínima concesión a la conciencia, al discernimiento o al raciocinio personales.
Somos una Iglesia ferroviaria que ha dejado de ser camino (alegres pasos, libres y autónomos, hacia la felicidad auténtica) para convertirse en una interminable y compleja red de rígidos raíles.
Sobre ellos circulan los fieles herméticamente encerrados en vagones precintados con obligatorias consignas, debidamente fiscalizados por autoridades rigurosas e inamovibles, desfasadas de su tiempo generalmente, con atuendo de brujos más que de apóstoles.
No me extraña que nos asalte muchas veces esa sensación de falta de oxígeno y vida. Nos enseñan:
-- "sometimiento" en vez de "discernimiento",
-- "cumplimiento" (cumplo y miento) en vez de "seguimiento",
-- "erudición" en vez de "conversión",
-- "rito" en vez de "vida interior".
En nuestras catequesis (e incluso en la formación de nuestros curas) se memorizan historias, teorías y cánones (formación intelectual) pero no se forman conciencias, ni se camina hacia la maduración personal real. La fidelidad propuesta es obediencia ciega a las "voces externas", en vez de escucha y docilidad a la "voz interior" del dulce Huésped que nos anida.
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La gente de nuestro tiempo, sin embargo, ama el aire, la libertad, la naturaleza, la solidaridad, la racionalidad, la creatividad y el progreso. Luego se preguntarán por qué se vacían las iglesias llenas de rígidas rutinas, oraciones incoherentes y homilías vacuas…
A pesar de todo, me duelo pero no me escandalizo. Sé que nuestra Iglesia está dirigida por hombres falibles que hacen lo que pueden y suplen sus carencias dándose más importancia de la que tienen: "Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas" (Sal 127).
Y no te confundas, amigo mío, no defiendo una Iglesia blandengue, sin columna vertebral, sometida al capricho de cada cual. Ése sería el otro peligrosísimo extremo. Suspiro por una Comunidad caminante, que proponga y no imponga, que anime y nunca rechace, que promueva la libertad, la maduración, la conciencia y los carismas personales, que crea visceralmente en el Espíritu, el gran olvidado.
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Pero volvamos a tu caso. En los temas complejos, como éste, no es fácil conciliar la norma general con las necesidades particulares. Los dirigentes tienden al rigor y los fieles deberíamos anclarnos en la comprensión y la misericordia. Sigue siendo verdad que "el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado" (Mc 2,27).
Por eso hay que acudir a la sincera "conciencia personal", piloto de la vida concreta de cada uno. Tienes la obligación de buscar la luz que te guíe y alimente. No puedes "alienarte", sin más, a lo que otros dicten. Nadie tiene el derecho de imponerte caminos que te restan vida o repugnan a tu inteligencia. Los apóstoles hubieran pasado hambre -como tú ahora- si hubieran cedido al legalista rigor de los fariseos y no hubieran comido espigas.
Por lo que me has contado deduzco que en tu primer matrimonio ("no-matrimonio") hubo una nulidad plena (tu conciencia te lo descubrirá si te miras con sinceridad). Me parece que no sabías lo que hacías y los hechos posteriores lo demuestran. Además no puedes pedir la "nulidad oficial" porque tus circunstancias no lo permiten. ¿Puedes pensar que el Señor te quiere ATRAPADO en esa especie de tierra de nadie y alejado de sus sacramentos?
Desde luego, yo creo en un Dios que me atrae y me quiere cerca, en cualquier circunstancia, por encima de cualquier norma, aunque haya tenido un accidente de vida o haya cometido un garrafal error al emparejarme. Mis aspiraciones interiores no pueden ser retenidas por ningún código humano. Abandonaría la gruta del destierro, como los leprosos, y me acercaría al Jesús que comprende, cura y nunca rechaza.
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No entra en mi cabeza cómo en su Iglesia se puede legislar institucionalizando el rechazo a unos hermanos por la desgracia de haberse equivocado en una opción de vida, tomada muy probablemente con inconsciencia cierta.
Te recomiendo que leas y releas este texto: "¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?... Porque estoy persuadido que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las cosas presentes ni las futuras, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rom 8,35).
Continúa después con este otro: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mc 2,17). Después discierne si debes o no debes acercarte a los sacramentos.
¡Perdóname si algo de lo que digo te perturba! Ya sabes que sólo se critica lo que se ama porque "no hay mayor desprecio que no hacer aprecio". Mi amor a mi Iglesia me hace desear apasionadamente su transformación y conversión, empezando por uno mismo naturalmente. Me has pedido sinceridad y ahí la tienes.
Una única advertencia: Que las decisiones de tu conciencia no causen escándalo a otros más débiles o ignorantes. Por tanto sé prudente a la hora de actuar. Se trata de vivir lo más cerca posible del Dueño de la vida sin causar escándalo a los "niños" de mayor o menor edad.
Sé consciente de que estas letritas no agotan el tema del divorcio, ni interpretan tu situación, ni pretenden que las sigas. Sería salirte de una alienación para meterte en otra.
He pretendido simplemente darte algunas pistas para que puedas tomar tus propias decisiones. Si te sirven, me sentiré pagado. En todo caso, no dejes de buscar al Señor y dejarte encontrar por Él. Me parece que no puedes consentir que "la falta de unos papeles" (los de la nulidad) te alejen del Señor. Eso sería un disparate.
El Papa Francisco dice explícita y claramente: "No recomiendo una lectura general apresurada de la Exhortación, sino que ésta será mejor aprovechada por cada cual si la profundizan pacientemente parte por parte o si buscan en ella lo que puedan necesitar en cada circunstancia concreta" (Amoris Laetitia 7).
Es el ventanuco que el Papa te abre y yo me atrevo a interpretar. No lo desprecies y sal de la rigidez de tu parálisis doctrinal.
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(1) De la antigua Exhortación Apostólica Familiaris consortio (22-11-1981), punto 6, posterior al Sínodo de los Obispos sobre la familia (1980).
(2) Amoris Laetitia: Exhortación Apostólica Postsinodal del Papa Francisco (19-03-2016) posterior al Sínodo de la Familia (Octubre 2014 y Octubre 2015).
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