Santos conseguidores II - (¡Imposible interceder ante un Amor infinito derramándose!)

(Ruego encarecidamente que NO LEAN esta meditación los católicos de fe frágil, insegura, rígida o fanática. Va dirigida a quienes están convencidos del viejo principio: "Ecclesia semper reformanda", es decir, la Iglesia ha de estar siempre reformándose. Creo que éstos podrán meditar con aprovechamiento cuanto expongo).
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Santo Domingo 5



A un niño de seis años le preguntaron quienes eran los santos. Y dio esta respuesta magistral: "Un santo es quien deja pasar la luz". Sin duda en su imaginación estaban las vidrieras de la iglesia a la que le llevaba su madre.

Es evidente, los santos dejan pasar la luz de Dios hacia nosotros. Esa transparencia es su santidad. Pero nosotros hemos invertido el tráfico y les hemos convertido en los encargados de recordarle a Dios sus deberes.

Los santos son personas humanas que nos muestran lo que se puede conseguir cuando nos abrimos a la luz de Dios, a la maravillosa "influencia divina", a la potencialidad de su Reino.

Pero, para un "buen católico", son todo lo contrario. Son los que tienen "influencia humana" sobre Dios y le pueden hacer llegar nuestras necesidades, abrir su puño cerrado y sacarle alguna dádiva (bajo previa instancia nuestra, por supuesto).

¡Pobres santos! Los hemos convertido en "personajes utilitarios", intercesores ante Dios, intermediarios influyentes. Son los robaperas que asaltan el huerto divino y nos consiguen algo de un "dios tacañón" que guarda bajo siete llaves todos sus favores. Son los enchufados, los recomendados, los colocados, los cortesanos que pueden conseguirnos alguna prebenda.


Ésta es la otra gran corrupción con la que hemos degradado a nuestros santos. El mejor, el más santo, el que más popularidad y limosnas recoge es siempre el más milagrero, el más útil. Hemos convertido a nuestros santos en "conseguidores". Lo que nos importa no es su luz espiritual sino su utilidad material. ¡Madre mía qué perversión de la religión!
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¿Cómo hemos llegado a imaginar que a un Dios Amor se le pueden "arrancar" favores personalizados a través de influencias humanas? ¿No hemos intuido siquiera que el verdadero Abba se derrama gratuitamente sobre todas sus criaturas? ¿Pero en qué "dios" creemos?

¿Cómo no vemos este "ateísmo" camuflado en el que vivimos inmersos? ¿Por qué nos seguimos fabricando fetiches, intermediarios, reliquias milagrosas, enchufes e "influencias humanas" para mover a un "ídolo" sordo e inmisericorde?

¿Es ese el Padre que nos reveló Cristo? ¡Desde luego que no! El Dios revelado y racionalmente comprensible es puro vuelco, entrega total, infinita gratuidad, incompatible con las intercesiones y recomendaciones de influyentes personajes. Es absurdo pensar que se puede añadir algo al Todo, que se puede exprimir una gota a la absoluta Misericordia. ¿Quién puede añadir un grado a los 360º del círculo o un lado a los 3 de un triangulo? ¿No ves que es absurdo, imposible, irracional?

Por eso "los intercesores" son entelequias, imaginación humana, proyección de nuestra terrena realidad, negación del "Soy el que soy", del Absoluto. Somos nosotros los que tenemos que movernos hacia la Plenitud y abrirnos a la realidad vivificante del Dios Amor, que nos recrea, inunda y circunda siempre, siempre, siempre.

Me asombra, me escandaliza y me subleva que, a estas alturas del Cristianismo, seamos "ateos" del Dios verdadero. Hemos denigrado el Rostro revelado y hemos convertido a nuestros santos en cortesanos que pululan por los aledaños del trono de Dios para arrancarle algún gramo de compasión. Muy pocos, por cierto, porque debe tratarse de un "dios tacañón".
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Digámoslo alto y claro: ¡Los santos no pueden hacer nada por nosotros, solo mostrarnos su vida! Forman parte de la lluvia gratuita que Dios vierte sobre nosotros. Es absurdo suplicar a una gota que interceda ante la nube que se está derramando.

Los santos desde sus peanas y hornacinas, desde fuera, no pueden hacer absolutamente nada por nosotros. Las peticiones de "favores" son como cartas a los Reyes Magos. Los "favores reales" (solicitados o no) se consiguen cuando obramos, oramos y caminamos como ellos.

Esta es una verdad que se oculta a los creyentes por ignorancia o superstición (1). A los santos hay que masticarlos, digerirlos y dejar que nos alimenten desde dentro de nosotros mismos. Cualquier otra ilusión es una sacralización inútil, una falsa piedad e incluso una subconsciente idolatría.

Me duele el alma cuando veo a personas necesitadas que se gastan lo que no tienen en una enorme cantidad de fotocopias con "oraciones que consiguen milagros", siempre que se repartan en tropecientas iglesias. Los pobres enriqueciendo a los foto copistas con sus supersticiones... Pero me duele aún más ver el silencio de muchos curas que se limitan a tirar las fotocopias. ¿No sería más caritativo, exigible y urgente advertir a los fieles de la falsedad de tales "cadenas de oración" y prácticas similares?

La realidad temporal está creada e inundada por el mismísimo Dios. Nos la ha entregado para que la administremos con autonomía y libertad. Es por tanto nuestro tiempo, nuestro turno, somos nosotros los que podemos elegir y decidir nuestro camino. Los santos ya hicieron lo que podían hacer mientras vivían: seguir el Camino y dejarnos su testimonio, su vida, sus palabras, sus decisiones. Ya no cabe hacer más. Ahora somos nosotros los que podemos hacer o deshacer.

Es totalmente inútil y aberrante que sigamos inmersos en una "religión de tráfico de influencias", sin darnos cuenta que son nuestras opciones las que nos construyen o nos destruyen. Seguimos pensando bobamente que al Padre hay que recordarle "sus deberes".
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¿Cómo no vemos los ídolos que nos hemos fabricado? Nos encomendamos a "sagrados despertadores" para que consigan espabilar a un "dios dormido". ¿Cómo no nos percatamos de que somos nosotros los que estamos dormidos y sumidos en nuestras inconsciencias e incoherencias?

Pero no nos detenemos ahí. De un ídolo saltamos a otro, "de oca a oca y tiro porque me toca", como niños ignorantes. Cuando logramos despertarle entonces nos construimos otro ídolo de nuestra estatura: el "dios influenciable" al que podemos sobornar fácilmente a través de los enchufados.

¿Cómo podemos traicionar así a nuestros santos y despacharles de vuelta? Vinieron para convencernos de la "buena noticia" y les respondemos que no es a nosotros a quienes tienen que convencer, sino al mismísimo Dios. El problema no está en nosotros y nuestras libres decisiones. El problema es Dios y su cicatería. ¿Cuándo comprenderemos lo absurdo de nuestra conducta?

Me abochornan las oficiales oraciones de intercesión. Interceder es "hablar en favor de alguien para conseguirle un bien o librarlo de un mal". Pero el Padre no necesita influencias de nadie para ocuparse de sus hijos porque todos estamos tatuados en sus palmas y en su corazón. Es más, Él está metido en el nuestro. ¿Dónde está nuestra fe? ¿Dónde nuestra experiencia del Dios verdadero?

Siento una enorme vergüenza cuando oigo: "La Misa de hoy es en acción de gracias a san Antonio". ¡Por favor! ¿La máxima expresión de la oración católica la torcemos y la elevamos a un santo? ¿No será al revés? ¿No deberemos dar gracias a Dios por habernos regalado el testimonio de ese santo?
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Lo repetiré hasta quedarme ronco: No hay nada que conseguir, no hay méritos que aplicar, no hay novenas ni medallas milagrosas, no hay santos intercesores, ni recomendaciones especiales.

Dios es pura entrega y nos lo ha entregado todo desde el principio. Somos nosotros los que debemos abrirnos a su gratuidad y dejarnos transformar.

Los santos NO pueden nada, absolutamente nada, su turno ya pasó. Araron el mundo con inteligencia, amor y energía. Ahora nos toca a nosotros sembrar y cosechar en esos surcos que nos legaron. Nuestros santos pueden influir en nosotros -si les dejamos- pero NO conseguir milagros de un Dios Torrente, totalmente derramado. Ellos no son más misericordiosos que el Padre. ¿Quién puede pensar que el santo más santo es más misericordioso que la infinita Misericordia y tiene el poder de exprimirla para que deje caer alguna gota?

Las semillas, escondidas en nuestro ser, son permanente gratuidad de Dios. No necesita que nadie le suplique y le convenza. "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones" (Rom 5,5). ¡Ese es el milagro!
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Nos corresponde a nosotros dejarnos inundar por ese "Reino" que pugna por brotar, crecer e inundarnos. La "comunión de los santos" nos revela que tenemos unos hermanos instruyéndonos, ayudándonos, acompañándonos. Pero no empujando al mismísimo Dios. Ruegan CON nosotros pero no POR nosotros. Nos llaman, pero no hurtan en los agujereados bolsillos de Dios. ¡El milagro está en nuestras manos!


La oración de petición es solo el reconocimiento de nuestra fragilidad humana, de nuestra necesidad de un Padre. Es algo así como las lágrimas al dolor, nos desahogan y nos llevan a reconocer nuestra pequeñez.

De ahí hay que saltar a actuar con inteligencia y coherencia para poder sanar y crecer, convencidos de que el poder de Dios está "dentro de nosotros" (Lc 17,21) apoyando nuestra aventura humana de transformación.

Si la oración de petición "no es para mover a Dios, sino para movernos a nosotros", como decía san Agustín, la oración a los santos no puede ser otra cosa que el análisis y aprovechamiento de su testimonio para dejarnos mover por sus pasos. La oración a los santos consiste en dejarnos iluminar y, como ellos, dejar pasar la luz que Dios sembró en nosotros.

Lo que excede de ahí no es más que superstición (1), imaginario tráfico de influencias ante un "dios voluble y caprichoso" que se deja manipular por sus cortesanos.

¡Y ese no es el Dios de los católicos, el Abba revelado por nuestro Señor Jesucristo!

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(1) Superstición: Fe desmedida o valoración excesiva respecto de algo.




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