Era contemplativa LA ERA CONTEMPLATIVA - Nueva Era y Mística cristiana
La espiritualidad no es patrimonio de las religiones. Cualquier persona que vive con hondura y calidad humana su existencia, vive con una determinada espiritualidad que motiva su vida, inspira su comportamiento y configura sus valores y el horizonte de su ser
La experiencia religiosa, que en el sentido más amplio que se quiera, se trata de una relación con una realidad trascendente. Se trata de un encuentro y una superación. Es decir, encuentro con un absoluto, con una energía, con una fuente de valores reconocidos. Es a la vez otro y uno mismo. Presente y ausente. Inmanente y trascendente.
Nada hay más urgente en la iglesia de hoy que volver a Jesús para centrar con más verdad y fidelidad nuestra espiritualidad en su persona y su proyecto de reino de Dios.
Nada hay más urgente en la iglesia de hoy que volver a Jesús para centrar con más verdad y fidelidad nuestra espiritualidad en su persona y su proyecto de reino de Dios.
| JL Vázquez Borau
Hay personas con una vida interior muy rica, que no tiene nada de religiosa y que ni siquiera puede ser considerada como vida espiritual o sentimiento religioso, por más amplitud que se dé a esta palabra. Hay poetas o artistas que son completamente incrédulos, pero que, sin embargo, experimentan y comunican una gran riqueza de imaginación y de sentimientos. En otras personas que no tienen ninguna vida religiosa aparente, subsiste, sin embargo, un vago sentimiento religioso y hasta una cierta creencia. Y al revés, algunos tienen una práctica religiosa que no corresponde a una vida religiosa o a una creencia profunda1. Así pues, podemos describir el sentimiento religioso como la necesidad afectiva de estar ligado a algo distinto de uno mismo. Es una aspiración confusa a estar en simpatía con el mundo. Un sentimiento que trata de penetrar y comunicar con las fuerzas sensibles que se presiente que actúan en el universo. En definitiva, es una inclinación al misterio. El sentimiento religioso prolonga la afectividad sin objeto preciso, satisfaciéndose con vagas efusiones. Busca las sensaciones, las emociones que le dan la ilusión del amor universal. Es un sentimiento panteísta que no implica una creencia determinada. La espiritualidad no es patrimonio de las religiones. Cualquier persona que vive con hondura y calidad humana su existencia, vive con una determinada espiritualidad que motiva su vida, inspira su comportamiento y configura sus valores y el horizonte de su ser.
Otra cosa es la experiencia religiosa, que en el sentido más amplio que se quiera, se trata de una relación con una realidad trascendente. Se trata de un encuentro y una superación. Es decir, encuentro con un absoluto, con una energía, con una fuente de valores reconocidos. Es a la vez otro y uno mismo. Presente y ausente. Inmanente y trascendente. La persona que tiene experiencia religiosa o espiritualidad, tiene la impresión de salir de sus límites, de entrar en otra realidad distinta de lo cotidiano. Normalmente se describe esta experiencia en términos de rapto, de luz, y hasta de éxtasis. Esta experiencia escapaba de las dimensiones de espacio y de tiempo. Vive un tiempo que no miden los relojes. A veces, por un corto instante, tiene el sentimiento de que su vida no se limita a la sucesión de sus actos. Adquiere una nueva orientación de su existencia, que se encuentra asociada a otras vidas. A la Vida.
Vamos a intentar recoger aquí la invitación de José Antonio Pagola, que, en Santiago de Compostela, en el Foro Relixión e Cultura de Galicia afirmaba: «Nada hay más urgente en la iglesia de hoy que volver a Jesús para centrar con más verdad y fidelidad nuestra espiritualidad en su persona y su proyecto de reino de Dios. En unos tiempos en que se está produciendo un cambio socio-cultural sin precedentes, la iglesia necesita una conversión al Espíritu que animó la vida entera de Jesús, que es fuente y camino de una espiritualidad sana, creativa, liberadora y generadora de esperanza. Después de veinte siglos de cristianismo, el corazón de la iglesia necesita conversión y purificación. De lo contrario el cristianismo corre el riesgo de diluirse en formas religiosas cada vez más decadentes y sectarias, y cada vez más apartadas de lo que fue el movimiento inspirado y querido por Jesús»2.
Así, para desarrollar nuestro tema de La Era contemplativa, cuyo paradigma ya no es la razón sino la conciencia, en primer lugar, analizaremos el Movimiento de la Nueva Era3, especialmente en su concepción “de la nueva espiritualidad”, para, a continuación, exponer el itinerario de la experiencia religiosa a la plenitud mística como fuente de belleza, verdad y bondad.
1 Cf. A. SAMUEL, Las religiones en nuestro tiempo, Estella 1989, 12-14.
2 J. A. PAGOLA,Espiritualidade centrada en Xesús, Encrucillada 175 (2011) 490-510.
3 Cf. V. MERLO, La llamada (de la) Nueva Era, Ed. Kairós, Barcelona 2007, 60-61.