¿Cuál es la fuente original de toda la realidad?
Según Teilhard de Chardin en su libro El Medio divino, toda la realidad deriva de una sola perfección “fontanal”: “Descubrimos a Dios cuando le buscamos en nuestros tanteos, como un medio universal, en tanto que es el punto último en el que convergen todas las realidades. Cada elemento del mundo, sea el que fuere, no subsiste hic et nunc sino a manera de un cono cuyas generatrices (al término de su perfección individual y al término de la perfección general del Mundo que las contiene) se enlazaran en Dios que las atrae. Por tanto, todas las criaturas, en tanto que lo son, no pueden ser consideradas, en su naturaleza y en su acción, sin que en lo más íntimo y más real de ellas mismas, como el sol en los fragmentos de un espejo roto, no se descubra la misma Realidad, una bajo la multiplicidad, inasible en su proximidad, espiritual bajo la materialidad. Ningún objeto puede influir sobre nosotros por el fondo de sí mismo sin que sobre nosotros también irradie el Foco universal”. Porque Dios es el centro, ocupa toda la esfera.
Por esto, “abandonamos la superficie. Y sin dejar el Mundo, hundámonos en Dios. Allí y desde allí, en él y por él, todo lo tendremos y mandaremos en todo. De todas las flores y las luces que hayamos debido abandonar para ser fieles a la vida, allí un día hallaremos su esencia y su fulgor. Los seres que desesperábamos poder alcanzar y, aún más, influenciar, allí están reunidos por el vértice más vulnerable, el más receptivo, el más enriquecedor de su sustancia. En este lugar se recoge y se conserva el menor de nuestros deseos, y de nuestros esfuerzos, que puede hacer vibrar instantáneamente a todas las médulas del Universo”. (TEILHARD DE CHARDIN, El Medi divi, Nova Terra, Barcelona 1968, 135-136)
Por esto, “abandonamos la superficie. Y sin dejar el Mundo, hundámonos en Dios. Allí y desde allí, en él y por él, todo lo tendremos y mandaremos en todo. De todas las flores y las luces que hayamos debido abandonar para ser fieles a la vida, allí un día hallaremos su esencia y su fulgor. Los seres que desesperábamos poder alcanzar y, aún más, influenciar, allí están reunidos por el vértice más vulnerable, el más receptivo, el más enriquecedor de su sustancia. En este lugar se recoge y se conserva el menor de nuestros deseos, y de nuestros esfuerzos, que puede hacer vibrar instantáneamente a todas las médulas del Universo”. (TEILHARD DE CHARDIN, El Medi divi, Nova Terra, Barcelona 1968, 135-136)