Según la antropología bíblica el atributo fundamental del ser humano es la libertad. Todo el mensaje bíblico es un mensaje de libertad: La Creación, el Éxodo, la Historia de Israel, la afirmación de los profetas de cara a los poderes y a la dominación de su tiempo; la lucha de Jesús contra los fariseos es una reivindicación de libertad.Jesús fue condenado a muerte por reivindicar una religión de amor frente a una religión de servidumbre. No estamos hablando aquí de la libertad de elección entre diversos bienes presentes. Se trata de la “libertad de rehusar lo presente para escoger lo que no existe todavía, lo que es simple posibilidad. Es poder de hacer lo nuevo, de no dejarse encerrar en un universo ya acabado, sino de cambiar el universo para hacerlo más humano” (J. COMBLIN, Teología de la Revolución, DDB, Bilbao 1973, 292). La libertad es un signo que marca la historia cristiana, pero no se da sin esfuerzo. Se conquista con un trabajo constantemente renovado. No siempre, a lo largo de la historia, las instituciones eclesiásticas han estado al lado de los conquistadores de la libertad, sino más bien al lado de los que la impedían. Pero pese a esto el mensaje de la Biblia no se destruye, ya que el Espíritu es la fuerza de lo imposible, de lo imprevisto, de lo no hecho todavía.