"Ruego insistentemente que sigamos las instrucciones de prevención" Cardenal Omella: "A Dios lo encontramos también en las personas que nos rodean"
El arzobispo de Barcelona pide en su carta hacer frente a la situación de crisis sanitaria en España con "confianza", "fraternidad" y "oración"
"Dediquemos tiempo para repasar nuestra vida, para pensar hacia dónde y cómo queremos orientar el resto"
El coronavirus ha puesto en jaque a nuestro mundo: la economía, la política, la religión, la sanidad pública, las escuelas, las universidades, los lugares de trabajo, etc. A todos nos entra miedo, una cierta dosis de incertidumbre, parecida a la que tenían los apóstoles cuando navegaban en el lago de Tiberíades y un fuerte viento zarandeaba la barca hasta el punto de ponerla en riesgo de hundirse.
Nos invaden preguntas que están en el corazón de los ciudadanos: ¿Qué tenemos que hacer? ¿Estamos haciendo lo correcto? ¿Habría que tomar medidas más tajantes?
Las autoridades nos insisten en la importancia de colaborar activamente siguiendo sus indicaciones para evitar que este virus se propague. Ruego insistentemente a todos que sigamos sus instrucciones. Por ello, mientras dure esta situación de grave crisis sanitaria, invito a seguir la celebración de la Santa Misa por televisión o por radio. Además, no olvidemos que en casa podemos rezar solos o en familia.
A Dios lo encontramos también en las personas que nos rodean. Muchas personas están solas, no podrán salir a la calle a comprar comida o medicinas y necesitarán también el consuelo de una visita, de una llamada telefónica. ¿Por qué no hacer un gesto de buen samaritano atendiendo a los hermanos más necesitados, a nuestros vecinos? Eso sí, siguiendo siempre las indicaciones sanitarias exigidas para evitar el contagio, especialmente, entre la población de riesgo.
Procuremos estar cerca de quienes sufren y lo pasan mal. Estemos disponibles en todo momento. A veces basta simplemente escuchar, dar una palabra de consuelo y de ánimo. Durante estos días, aprovechemos de una manera particular el teléfono, internet y las nuevas tecnologías para estar cerca de las personas que están más solas.
Este tiempo de reclusión, es también una oportunidad. Que no nos roben todo el tiempo las tecnologías. Dediquemos tiempo para repasar nuestra vida, para pensar hacia dónde y cómo queremos orientar el resto de nuestras vidas en este mundo, a la espera del encuentro definitivo con Dios.
La reclusión en nuestras casas puede ser también un buen momento para el recogimiento y la oración personal y familiar, para regalar tiempo a Dios. Es un tiempo ideal para la lectura atenta y orada de los pasajes bíblicos que la Iglesia nos ofrece en la liturgia de estos días de Cuaresma. De este modo hacemos realidad lo que dice el Concilio Vaticano II: la familia puede y debe ser «Iglesia doméstica».
Hermanos y hermanas, os animo a invocar diariamente la intercesión de nuestra Madre, la Virgen María, con esta preciosa oración: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desprecies las oraciones que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!». Queridos hermanos y amigos: ¡Qué el Señor nos bendiga, nos guarde y nos conceda la paz!