María, presencia discreta y activa Omella: "María es el modelo perfecto de la discípula de Jesús"
Y María sabe estar cerca de nosotros, sus hijos. No nos deja solos. Ha subido al cielo en cuerpo y alma. Desde allí vela e intercede por cada uno de nosotros. Por ti y por mí. Gracias, Virgen María. Somos tus hijos y te amamos.
En la Carta a los Filipenses san Pablo nos dice: «Para mí la vida es Cristo» (Flp 1,21). Ciertamente, ser cristiano es vivir centrado completamente en Jesús. Sin embargo, no podemos olvidar lo que representó la figura de María, su madre, para Él y para todos nosotros.
¿Cómo podemos conocer a María? Si buscamos a María en el Evangelio no encontraremos muchas citas sobre ella. Tal vez no sean muchas, pero son muy significativas. En el fragmento de las bodas de Caná leemos: «La madre de Jesús estaba allí» (Jn 2,1). También encontramos a María junto a Jesús en el Calvario: «Junto a la cruz de Jesús, estaba también su madre» (Jn19,25a). San Lucas también nos hace notar la presencia de María después de la Ascensión de Jesús: «Todos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos» (Hch 1,14).
Cuando tratamos de comprender cómo es Dios, nos ayuda la imagen del padre que nos acoge, nos sostiene y nos abraza. Del mismo modo, cuando pensamos en María, nos pueden servir de ejemplo todas aquellas mujeres desconocidas, relegadas y olvidadas que han sostenido y transformado a familias y comunidades enteras con la potencia de su testimonio (cf. Gaudete et exsultate, 12).
Pienso, por ejemplo, en la mujer africana que ha sufrido las terribles consecuencias de la guerra civil en su país, pero que no se deja doblegar ni por el sufrimiento ni por el rencor y que años más tarde es capaz de seguir adelante con su vida y, si puede, organiza una cooperativa para ayudar al desarrollo de su comunidad.
Me viene también a la memoria el testimonio de una mujer que, durante más de treinta años, ha ido visitando diariamente a su hermana que está ingresada en un hospital psiquiátrico. Ahora, ya anciana, tan solo está preocupada por saber quién irá a verla cuando ella ya no esté.
Pienso asimismo en las palabras de un hombre que está tan metido en el mundo de la droga que no puede salir de él, y que, en un momento de lucidez dice: «No entiendo por qué mi madre continúa viniéndome a ver después de todo lo que he hecho». Y concluye diciendo: «No hay amor más grande».
Todas estas mujeres, como diría el papa Francisco, son un ejemplo de los santos de la puerta de al lado. Es decir, de aquellos que viven cerca de nosotros y son reflejo de la presencia de Dios (cf. n.7).
Todas ellas también pueden acercarnos a la figura de María. Ella sabe estar al lado de Cristo en los momentos más importantes de su vida. María, con su presencia discreta y activa, es el modelo perfecto de discípula de Jesús.
Y María sabe estar cerca de nosotros, sus hijos. No nos deja solos. Ha subido al cielo en cuerpo y alma. Desde allí vela e intercede por cada uno de nosotros. Por ti y por mí. Gracias, Virgen María. Somos tus hijos y te amamos.
Card. Juan José Omella
Arzobispo de Barcelona