San José despertaba tanta devoción que Pío IX le proclamó patrono de la Iglesia universal Un santo para todos
"Hoy es San José, aunque litúrgicamente celebraremos mañana la solemnidad de este gran santo, custodio de Jesús y patrón de la Iglesia y de los seminarios"
"Santa Teresa consideraba a san José como abogado, señor y maestro de oración. Con él –decía la santa de Ávila–, no erraremos jamás el camino (cf. Vida 6,8)"
"Su testimonio nos recuerda a la sal de la que nos habla el Evangelio. La sal es una sustancia insignificante, apenas se ve en los alimentos. Sin embargo, es esencia"
"José es ante todo un buen padre y un buen esposo que protege a su familia … está preparado para levantarse en cualquier momento y cumplir la voluntad de Dios"
"Su testimonio nos recuerda a la sal de la que nos habla el Evangelio. La sal es una sustancia insignificante, apenas se ve en los alimentos. Sin embargo, es esencia"
"José es ante todo un buen padre y un buen esposo que protege a su familia … está preparado para levantarse en cualquier momento y cumplir la voluntad de Dios"
Hoy es San José, aunque litúrgicamente celebraremos mañana la solemnidad de este gran santo, custodio de Jesús y patrón de la Iglesia y de los seminarios. Aunque san José pasa casi desapercibido en los evangelios, desde muy antiguo ha sido un santo especialmente querido y venerado por todos los cristianos.
Un buen ejemplo de ello es santa Teresa de Jesús. Santa Teresa consideraba a san José como abogado, señor y maestro de oración. Con él –decía la santa de Ávila–, no erraremos jamás el camino (cf. Vida 6,8). Mucho tiempo después, en 1870, el papa Pío IX tuvo en cuenta la devoción que el pueblo de Dios profesaba a san José y lo proclamó patrono de la Iglesia universal. El papa Juan XXIII se encomendó al esposo de María para que el Concilio Vaticano II diera fruto abundante.
San José fue un hombre humilde que pasó inadvertido en la sociedad de su tiempo. Nunca quiso ser el protagonista de su familia. Siempre supo poner a María y a Jesús en el centro de su vida. Su testimonio nos recuerda a la sal de la que nos habla el Evangelio. La sal es una sustancia insignificante, apenas se ve en los alimentos. Sin embargo, es esencial para darles sabor. Del mismo modo san José, desde la humildad, fue relevante, porque obedeció a Dios Padre dando su vida por Jesús y María. Su testimonio nos anima a ser sal y luz para nuestros hermanos y a ayudarlos de manera discreta y activa.
El evangelista Mateo narra que cuando a José se le reveló en sueños que el rey Herodes buscaba a su hijo Jesús para asesinarlo, organizó con valentía la huida de su familia a Egipto. Y es que José es ante todo un buen padre y un buen esposo que protege a su familia. Pidamos a san José que nos proteja a todos, especialmente a aquellas personas que tienen que escapar de sus hogares huyendo de la miseria y de la violencia. Nuestra Iglesia, que es la familia de Dios, está llamada a estar al lado de los más vulnerables con audacia y creatividad.
Joseph Ratzinger, antes de ser el papa Benedicto XVI, explica en una de sus homilías que tiene especial devoción a una imagen de san José, que aparece en un retablo. En ella podemos contemplar una tienda custodiada por un ángel, en la cual está el padre adoptivo de Jesús durmiendo y vestido con ropa de peregrino. Nos puede parecer que José duerme profundamente, pero está preparado para levantarse en cualquier momento y cumplir la voluntad de Dios. Esta imagen puede ayudar a nuestra Iglesia a estar siempre en camino y a punto, siempre dispuesta a dejarse conducir por Dios y a decirle como el profeta Isaías: «Aquí estoy, Señor, envíame» (cf. Is 6,8).
Queridos hermanos y hermanas, hoy, Día del Seminario, pidamos a san José que interceda ante Dios para que envíe a santos sacerdotes que caminen a nuestro lado, nos alimenten espiritualmente con la predicación de la Palabra, la celebración de la Eucaristía y nos fortalezcan y sanen con el resto de sacramentos.
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