En la solemnidad del Corpus Christi Una vida eucarística
"Cuando comulgamos, entramos en comunión con Jesús. En la Eucaristía, Jesús nos muestra que quiere tener una relación personal con cada uno de nosotros. Él es el pan vivo que da sentido a nuestra existencia, que sacia nuestros anhelos más profundos"
"Atrevámonos a decirle a Dios: Gracias, Señor, por el regalo de la Eucaristía, que nos permite unirnos a ti y a nuestros hermanos. Danos, Señor, la gracia para querer recibirte con toda la interioridad de nuestro cuerpo y nuestra alma. Regálanos el don de una amistad profunda contigo"
| Cardenal Juan José Omella
Hoy, solemnidad del Corpus Christi, celebramos que Cristo, en la Eucaristía, nos ofrece su cuerpo y su sangre. Él es el pan que da vida al mundo. Tal como nos dice Jesús en el Evangelio: «el que coma de este pan vivirá para siempre» (Jn 6,51).
A propósito de esta fiesta, quisiera compartir con vosotros una anécdota que leí hace un tiempo. Un catequista preguntó a un grupo de jóvenes cuál creía que era la parte más importante de la misa. Uno de los jóvenes respondió que el momento más significativo era cuando el sacerdote de su parroquia, al final de la Eucaristía decía: «Podéis ir en paz, la misa ha terminado».
En un principio, nos puede parecer que este joven estaba bromeando. Sin embargo, la respuesta esconde una gran verdad. En la Eucaristía, Dios nos alimenta con el pan de su cuerpo y su Palabra para que, llenos de paz y de alegría, anunciemos, con el testimonio nuestra vida, el Evangelio a nuestros hermanos.
Dios nos nutre con su Palabra en cada Eucaristía. Cuando proclamamos las lecturas durante la celebración, es Dios mismo quien nos habla. Nunca se cansa de dirigirnos su Palabra y espera que nosotros la acojamos de corazón y la pongamos en práctica (cf. Sant 1,22).
El pan vivo
Cuando comulgamos, entramos en comunión con Jesús. En la Eucaristía, Jesús nos muestra que quiere tener una relación personal con cada uno de nosotros. Él es el pan vivo que da sentido a nuestra existencia, que sacia nuestros anhelos más profundos. Atrevámonos a decirle a Dios: Gracias, Señor, por el regalo de la Eucaristía, que nos permite unirnos a ti y a nuestros hermanos. Danos, Señor, la gracia para querer recibirte con toda la interioridad de nuestro cuerpo y nuestra alma. Regálanos el don de una amistad profunda contigo.
La Eucaristía, ciertamente, no acaba con el rito de despedida. Jesús nos pide que, al salir de la iglesia, llevemos al mundo la Buena Nueva y seamos Buena Noticia para los demás. La Eucaristía despierta en nosotros el deseo de ayudar desinteresadamente a los demás y de ser, como Cristo, buen pan que alimente al mundo. Ojalá que en la Eucaristía recibamos el amor para servir a nuestros hermanos y cuando lo hagamos podamos descubrir la verdadera fuente de la paz y la alegría.
En este sentido, quisiera recordaros que hoy es también el día que Cáritas realiza la colecta anual de Corpus. Vuestra generosa aportación seguirá dando esperanza a nuestros hermanos más vulnerables. Recordemos que los primeros cristianos, cuando presentaban en el altar el pan y el vino de la Eucaristía, ofrecían también sus bienes para compartirlos con los que tenían necesidad.
La Eucaristía es encuentro y con Dios y es encuentro con los hermanos. Pidamos a Dios que nos enseñe a vivir eucarísticamente, a llevar a nuestros hermanos la vida y la Palabra de Cristo, además de la ayuda material.
Queridos hermanos y hermanas, Jesús nos espera en cada Eucaristía y hace realidad sus últimas palabras a sus discípulos: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20).
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