Guarda tu corazón

Hijo mío, haz caso a mis palabras,

presta oído a mis consejos:

que no se aparten de tus ojos,

guárdalos dentro de tu pecho;

pues son vida para el que los consigue,

son salud para el cuerpo;

por encima de todo guarda tu corazón

porque de él brota la vida


(Prov 4,20-23)



No es fácil vivir estos consejos del libro de los Proverbios, uno de los libros sapienciales de la Biblia, que nos invita a contemplar la vida y recoger de ella la sabiduría que necesitamos para la nuestra. No es fácil, porque lo dificulta el ritmo de nuestra misma existencia. Pero, quizás en estos días de verano puede haber algún que otro resquicio para escapar de este ritmo a veces tan inhumano que llevamos, y que nos impide hasta una relación sosegada con las personas más cercanas a nosotros.

Yo no sé si el verano es para hacer vacaciones. Muchos, más de los pensamos, no podrán tener unos días de descanso, o de vacaciones; hay otros que las tienen, y no siempre vuelven más relajados, con nuevas fuerzas…, el abanico de propuestas podría ser mucho más amplio. Pero pienso que sí debería ser una oportunidad para cambiar de ritmo, para cuidar el corazón, para contemplar la vida, e intentar alguna corrección en la orientación de nuestra existencia.

Escribe el poeta Rilke: deja que la vida vaya sucediendo y traiga lo que tenga que traer. Créame, la vida siempre tiene razón (Cartas a un joven poeta,9)

La vida va sucediendo, y se nos va imponiendo, evidente, pero también cuenta en ella la iniciativa humana, su capacidad creadora y de influencia en el ritmo de la misma. Por ello, la vida siempre implica una tensión, que supone en ocasiones una pasividad receptora de la misma; pero, otras un esfuerzo de respuesta a los acontecimientos de la vida. Pues es en dicha tensión como buscamos resolver positivamente nuestra existencia, y con un mínimo de eficacia.

Pero podemos abdicar de esa tensión y limitarnos a ser meros receptores pasivos de la vida, convirtiéndonos en serios candidatos a personas alienadas y dominadas por otros.

Un factor importante para salir de ese círculo estéril de la vida es el tiempo. ¿Cómo vivimos nuestro tiempo?

Debe haber tiempo en nuestra existencia para una reflexión, cambiar, en determinadas ocasiones, de ritmo, y tomar conciencia de si va habiendo una adecuación de mi persona con ese ritmo de la vida que va viniendo y que tenemos la responsabilidad de hacerla humana, de que nunca le falte un sello verdaderamente humano.

Hoy son muchas las personas con tal grado de ocupación, de movimiento en su vida, que únicamente les detiene un infarto, una enfermedad. Para muchos ni siquiera unas vacaciones. Viendo esas personas ya hasta lo decimos con nuestras palabras: “lleva una vida de infarto”. La vida impone su “razón” y se ven obligados a cambiar el ritmo, o el ritmo acaba con ellas.

Pero hay otro aspecto que afecta al corazón, y en este caso quizás no recibimos aviso alguno. Y aquí recordaría los consejos que san Bernardo daba a un monje suyo elegido Papa, Eugenio III, que se le quejaba de sus muchos trabajos y ocupaciones:

“No hay enfermedad tan peligrosa como la de no sentirse enfermo. No hay nada tan arraigado en el ánimo que no pierda su fuerza con la negligencia y el paso del tiempo. La callosidad termina encubriendo una herida vieja ya olvidada, por eso se hace difícil de curar cuanto menos duele. Al principio pueden parecerte insoportables algunas cosas; a la larga si te acostumbras a ellas no las consideras pesadas; poco después ya son soportables; enseguida ni las notarás y al fin terminan por gustarte. Así, poco a poco se llega a la dureza de corazón, y de ella a la aversión.

Corazón duro es simplemente el que no se espanta de sí mismo, porque ni lo advierte. ¿Cuándo es duro el corazón? Cuando no se ablanda con la compasión, ni se conmueve en la oración. Es ingrato a los bienes que recibe, desconfiado de los consejos, cruel en sus juicios, cínico ante lo indecoroso, impávido ante los peligros, inhumano con los hombres, temerario con lo divino. Todo lo echa a la espalda, nada le importa el presente. Es de corazón duro el hombre que del pasado solo recuerda las injurias que le hicieron. En una palabra: es de corazón duro el que ni teme a Dios ni respeta al hombre.



Guarda el corazón porque de él brota la vida. Este camino lo ha elegido expresamente Dios: camino pleno de humanidad. Guarda el corazón contempla tus reservas de humanidad. Te recordaría otra palabra sabia del mismo libro de los proverbios:



La angustia del corazón deprime

una buena palabra reanima


(Prov 12,25)



Busca esa “buena palabra”, en tu consorte, en tus hijos, en tus amigos, o en aquella Palabra que ha puesto tanta belleza en el mundo, empezando por tu propio corazón. Guarda tu corazón.
Volver arriba