Es Otoño
AMO de mi ser las horas oscuras,
en las cuales se ahondan mis sentidos
(R.M. Rilke)
Nos cuesta amar las horas oscuras del otoño, quizás porque estamos vertidos hacia el exterior; y así difícilmente pueden ahondarse los sentidos a la búsqueda de nuevos manantiales de vida y de belleza. Las horas oscuras favorecen la interiorización.
Es OTOÑO. Es el tiempo de la luz, de la luz “milagrosamente natural” de Vermeer; de los cielos de Velazquez, transformando la atmósfera en luz y color; de los ocres y cadmios de Poussin. Luces que despiertan nostalgias de otra Luz. Tiempo también de luz, de otro perfil de luz
Hay una leve luz caída
entre las hojas de la tarde.
No podemos hollarla.
Dame tu mano…
(J.A. Valente)
Una leve luz, breves haces de luz, para ahondar los sentidos… No la apagues.
Es OTOÑO. Es el tiempo de recoger los pétalos humildes de las últimas rosas, pequeñas, delicadas. Últimos pétalos para soñar con otros nuevos, pues necesitamos tener siempre, o respirar, el aroma de la belleza.
Hay días
en la estación que baja
con las nieblas primeras
hacia la fronda aún verde
del jardín tan íntimo,
velados días como tenues telas,
tejidos en el hueco oscuro…
(J.A. Valente)
Velos para tejer en el hueco del corazón nuevas frondas, que dispersen las nieblas otoñales; “estas” nieblas que trabajan por cortar los tallos de las rosas.
Es OTOÑO, tiempo de descubrir la marcha de los vencejos, el desvanecerse de ciertos aromas embriagadores, de que estamos un poco más solos. Pero, además vuelven otros “vencejos” a la actualidad, que en realidad nunca se fueron, solo que vuelven a manifestarse en un nuevo inicio de curso. Un curso con muchos matices: político, escolar, social, religiosos o pastoral… Algunos, para seguir atando bien “sus” mieses.
Me decía un amigo que es el tiempo de sentir esa angustia dulce que no te explicas, pero que te atenaza el corazón, el sollozo constante que te sale de las entrañas, que no logras dominar, pero que te hace rezumar paz… La nostalgia dulce del OTOÑO. Pero caben también aquí, la hay y abundantes, angustias que no son dulces, sollozos que no rezuman paz, o nostalgias de una Belleza que se nos escapa.
Es OTOÑO. Cuando el paisaje monástico se viste con sus mejores galas de color. El verde esplendente, cuasi luminoso, de las cepas estivales, una vez han hecho la ofrenda de sus frutos preciosos, yo diría que quieren revestirse de fiesta, y van adquiriendo y revistiéndose de una variedad de colores, con una cierta discreción: verdes suaves, ocres, amarillos… Un precioso manto de color que despierta una nostalgia profunda; un manto de color que se irá paulatinamente desvaneciendo hasta dejar la cepa seca y silenciosa, como una llamada a sintonizar con el creciente silencio del inminente invierno, como una llamada a percibir en la nostalgia del corazón un momento de paz y deseo profundo.
OH alto árbol de la mirada deshojándose:
ahora esta a la altura de exceso
del cielo que por sus ramas irrumpe…
Ahora todo su interior se hace vía
del cielo. Y el cielo no nos conoce…
Mas la nostalgia evoca la cabeza del árbol
(R.M.Rilke)
Ahora el otoño se deshoja, en las cepas, o los árboles, en diversas frondas de la vida humana; el ambiente se desnuda, y se perciben nuevas sendas del cielo; nuevas sendas para alimentar la nostalgia de unas nuevas frondas. El árbol seco también tiene un mensaje de belleza, nos llama a tener una mirada profunda, “vía del cielo”.
SEÑOR: es hora.
suelta el viento por las llanuras,
haz que sazonen los últimos frutos…