Valores de la vida monástica: El ocio

En el monasterio de Poblet, cada domingo al atardecer, en la plegaria de vísperas decimos una petición que dice así:

“Que tengan un buen retorno los que ahora están viajando, y lleguen al hogar con salud y alegría”.

Es una plegaria hermosa que me lleva a pensar en muchas familias que han salido del ritmo de la ciudad para pasar unas horas de relax, de descanso en contacto con la naturaleza, en una excursión, o en un encuentro con familiares del pueblo.

¿Será así? Prácticamente hay que decir que no lo es para todos, viendo al día siguiente, con tristeza, las noticas en la prensa sobre accidentes. Y uno se pregunta si el fin de semana es suficiente para vivir con aprovechamiento y deleite esas horas de ocio que vienen a ser la cesación del trabajo por un tiempo para alternar con la diversión o una ocupación reposada, o unos encuentros, que ayuden a recuperar una serenidad interior, una paz que necesita el corazón humano, para ser más profundo y rico en humanidad.

O el fin de semana es corto, tanto que años atrás ya oí comentar, en el colegio donde daba clases, si no habría de dejar los lunes libre, ya que era un día dominado por la somnolencia. O también sucede que el ritmo normal de la vida no está impregnado de una sabiduría que nos permita una calidad de la vida más humana.

Pero uno piensa que no debe ser fácil lograr esa calidad de la vida, cuando uno escucha canciones como esta de Facundo Cabral: Urgente. Y de la que os transcribo una pequeña muestra:

Para ti que siempre vives la vida a un ritmo vertiginoso quiero recordarte que lo más importante que tienes en la vida eres tú y todos lo que te rodean… Urgente es una palabra con la que vivimos cada día en nuestra agitada vida… Urgente, es la manera más pobre de vivir en este mundo, porque el día que nos vamos dejamos pendientes cosas que fueron urgentes… Urgente es que te preguntes: ¿Qué significado tiene todo esto que yo hago?... Urgente es que seas más amigo, más humano, más hermano… Urgente es que mires a tu familia, hijos, esposa… Urgente es que te sepas hijo de Dios, y te des cuenta que él te ama, y quiere verte sonreír feliz y lleno de vida… Urgente, todo lo hizo urgente y fue gran empresario, artista, profesional, llenó su agenda de proyectos… pero lo más importante es que le olvidó vivir.

¡Vivir!, ¡Vivir!, un camino importante para vivir es el ocio. El ocio es hoy una palabra necesaria en nuestra sociedad que solemos llamar la sociedad del ocio. Pero una cosa es el etiqueta que ponemos a esta sociedad, y otra muy distinta si llegamos a hacerla realidad.

Esta palabra también es significativa en la vida monástica, donde el horario de cada día está dividido con equilibrio. El horario es fundamental. En estos tiempos hay personas muy conscientes de su importancia y se esfuerzan por influir en nuestra sociedad cambiando horarios para llevarla a un ritmo más humano en su vivir.

Como digo en la vida monástica el horario está equilibradamente dividido en unas horas de ocio, de trabajo, de plegaria…. Una división que tiene en cuenta el ritmo humano de la persona que está llamada a un trabajo para vivir, a un tiempo para cultivar la dimensión trascendente que está arraigada en toda persona humana, y un tiempo para el descanso y vivir más en profundidad la relación con los otros miembros de la comunidad.

De aquí que el ocio sea un valor más allá de la vida monástica. Un valor del que tiene miembros estos valores sin los cuales nos deshumanizamos en esta sociedad de ritmo tan agitado.

Se dice que el monje es aquel que busca a Dios. Porque Dios es el Dios de la vida, como nos dice él mismo por el profeta: “Pasando yo a tu lado te vi, chapoteando en tu propia sangre y te dije: Vive, y crece como un brote campestre" (Ez 16,6).

Pero vivir no es exclusivo de los monjes sino de toda criatura humana. Tenemos pues la llamada a un valor común para todos: ¡Vivir!

E incluso este Dios nos ha hecho esta invitación en nuestro propio lenguaje a través de la palabra de Jesucristo: Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Pero siempre la respuesta tanto en la vida monástica, como en la vida de la sociedad deberá ser una respuesta desde nuestra libertad que acepta ponerse en un camino de crecimiento de unos valores fundamentalmente humanos. El ocio, es uno de ellos.
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