"Es Cristo Rey; hagamos, pues, una poesía y pongámosle música"
Causa cierta decepción el ver cómo muchos se posicionan "espiritualmente" en este gran día de la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo...
No me interesan las posibles razones sociológicas por las cuales Pío XI pudo instituir esta fiesta en 1925. Hay suficientes referencias bíblicas, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, para atribuir, en fe, a Cristo el título de Rey.
Todos conocemos los atributos que se le reconocen a la figura del Rey en sentido bíblico, atributos de poder, de justicia, de majestad, de señorío, de grandeza, de autoridad sobre su pueblo, etc. Y todos esos atributos se los reconocemos, por fe, al Señor, Rey del Universo.
Ante este reconocimiento de grandeza y poder del Señor, grandeza y poder por tanto de nuestra fe, unos, por un lado, optan por cantar poesías "al Rey Jesús", abundando además en la "retórica de la pobreza", con la secreta pretensión de seguir empobreciéndonos a todos y rebajándonos a la situación espiritual y existencial en la que antes estábamos y de la que hemos sido rescatados, pobres y ricos, por obra y gracia del Señor Rey; otros, sin distinguir si están en la fiesta de Cristo Rey, o en el domingo de Ramos, o en el Viernes Santo, enfatizarán siempre la "retórica de la cruz", con la ilusoria y también secreta pretensión de seguir crucificándonos a todos en cruces que ya han sido removidas de nuestro horizonte vital, donde ya brilla la luz de la Resurrección de Cristo, que además de resucitado, tiene poder, porque, en fe, le reconocemos como Rey...
Nosotros, en cambio, en esta magnífica solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, le alabamos y le bendecimos, le exaltamos y le glorificamos, porque "Suyo es el poder y la gloria... " (1 Crónicas 29). Dejemos que nuestros hermanos evangélicos (serios) nos hagan una predicación y una oración de alabanza al Señor "Rey de reyes y Señor de señores" (confieso que he intentado buscar predicadores católicos, jerárquicos y no jerárquicos, que abunden en esta idea del poder regio del Señor, en predicación y alabanza, más allá de los siete minutos de sermón, y no he encontrado ninguno; una verdadera lástima)...
En fin, el empoderamiento de nuestra vida espiritual y de nuestra fe, empieza por un reconocimiento del poderío de Jesús, que actúa en favor de su pueblo, como Rey de misericordia y bendición. Él se rebaja para levantarnos y enriquecernos a todos, con toda clase de bendiciones materiales y espirituales. Espirituales, sí. Materiales, también.
Mientras unos, en esta solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, cantan poesías a la pobreza, y otros cargan todavía con cruces imaginarias pesadas y pasadas, nosotros alabamos y ensalzamos al Señor y le reconocemos en fe como Rey también de nuestras vidas. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos.