Llega la Nueva Cristiandad. Revisión y discernimiento
Se va a imponer inevitablemente. De hecho ya se está produciendo. Es la hora de la Nueva Cristiandad, es la hora de los nuevos laicos creyentes (no hablo de los laicos ya clericalizados, que esos ya han pasado a formar más parte del problema que de la solución). Es la hora de los laicos de verdad, los laicos que quieren vivir nuestra hermosísima fe sin yugos, ni ataduras, ni tutelas, ni masoquismos, y vivir la fe en su vida diaria, no en las sacristías, ni dentro de los templos (intentando competir con los sacerdotes en potestades litúrgicas o pastorales); una fe positiva, activa, redimida, una fe posible y vivible en medio de los afanes de este mundo. El "contemptus mundi" (entendido distorsionadamente, anacrónicamente, no como la entendieron nuestros más excelsos místicos), desprecio del mundo que nos impide poder vivir la fe plenamente en nuestra vida y como personas 100% "normales" (no viviéndola acomplejadamente o atenazados en la neurosis religiosa, que nos hace "anormales" ante los ojos de los hombres y, lo que es peor aún, bloquea nuestra mente en su capacidad de pensar natural y limpiamente) se ha terminado.
Y la mayoría de esos laicos de verdad, son académicamente muy formados, muchos de ellos se dedican a las Ciencias, a la Psicología, a la Economía... Y no se les podrá dar gato por liebre. Viven además en la Sociedad de la Información y de la comunicación electrónica. Ese es su medio. Para ellos, Internet no es pecado, sino una necesidad. Y además, un campo increíble para evangelizar...
Laicos creyentes que quieren vivir dignamente y no quieren la miseria espiritual, ni la miseria material tampoco (lo cual es muy natural y muy sobrenatural), y sienten, por ello, compasión por los que la sufren, e intentan sacarlos de ella. Quieren además cuidar su salud, estar sanos, no sólo “espiritualmente”, sino también mentalmente y físicamente. Y materialmente también. Tienen ambiciones, planes, proyectos, en los que se sienten ilusionados y comprometidos. Desde ellos, pueden hacer mucho bien a la Humanidad, en especial a los más desfavorecidos. Pero es siendo fieles a sí mismos (en Cristo), no traicionándose a sí mismos o negándose neuróticamente a sí mismos, como pueden ayudar a la Sociedad. El sacrificar a los seres humanos a Dios en el altar de la institución eclesiástica, se ha terminado. Es tiempo, no de sacrificar al hombre ni de que el hombre se sacrifique, sino de que Dios se glorifique en el hombre que vive en Cristo, y que vive por tanto su Pascua y su Resurrección. Es hora, por tanto, de vivir "la otra cara" del Misterio Pascual de Cristo: Su Resurrección. Ha llegado la hora de una nueva espiritualidad, fundamento de la nueva Fe. Ha llegado la hora de los nuevos laicos. El nuevo modelo de creyentes. La Nueva Cristiandad.
El "sensus fidelium" de estos nuevos laicos será, se quiera o no (¡es cuestión de supervivencia!) la horma que suavice, lime, quite aristas, desate yugos, corrija o suprima lo que haga falta, y haga, en fin, “vivibles” hoy, en el III Milenio, todas las enseñanzas "inmutables, perennes, eternas, infalibles, etc. “ que "nos hemos encontrado” después de 2000 años de Historia.
Así, en el Pueblo de Dios surgirá inevitablemente la pregunta: todas esas enseñanzas “inmutables, infalibles y eternas” que nos hemos encontrado, acerca de todos los aspectos de la vida y de la existencia, de Dios, del hombre, de la Sociedad, del Mundo, de la Ciencia, de la Filosofía, de la Modernidad, de la Moral, etc.: ¿Nosotros hemos tenido la oportunidad de expresarnos al respecto, apoyando, matizando, o incluso rechazando dichas interpretaciones, dichas sentencias “infalibles”? ¿O simplemente se nos han impuesto “de lo alto”?
El Pueblo de Dios tendrá la necesidad de aclarar este punto fundamental y hacer ahora (va a ser un poco abrupto, todo hay que decirlo) lo que quizás no pudo hacer durante todos estos siglos pasados, quizás porque no había llegado la hora, eran otros tiempos, tiempos de la tutela forzada, tiempos de que alguien tenía que "velar por nosotros" para que así todos pudiéramos ir “por el buen camino, inmutable y eterno”...
Pero ahora quizás hayan llegado otros tiempos, tiempos menos "inmutables" y menos "eternos". Lo que sí seguro que ha llegado es el tiempo de la “mayoría de edad” de los hombres, tiempo de la independencia, del atreverse a cometer “errores” para avanzar y seguir adelante, realizando el plan de Dios, en pos de las promesas del Señor... Es la hora de los nuevos laicos, de la Nueva Cristiandad. Pero su hora se llama “Revisión y discernimiento”...
Y así, vamos a ir viendo cómo se van a ir revisando todos los temas, todos los asuntos, considerados por algunos hasta ahora como (hipostáticamente) “eternos e inmutables”. Ahora toca revisar y discernir. El manto hipostático, aunque no será fácil, va a ir siendo poco a poco removido....
Y es que el único infalible y eterno es el Señor y su Palabra. Lo demás, incluso nuestra interpretación de la Palabra y de la Revelación, interpretación de la Ley de Dios, de la Ley de la Iglesia (no hablo de institución eclesiástica), de la Ley Moral... ¡de lo que sea!, es falible, mutable, caduca, susceptible de errores, aunque sólo sea por la propia evolución cuantitativa y cualitativa del conocimiento humano. Cada etapa histórica supera cualitativa y cuantitativamente a la etapa anterior. Pretender detener el conocimiento humano en planteamientos, digamos, medievales, es una absoluta ingenuidad intelectual (por muy sublimes que éstos sean). Esa creencia atenta contra la más mínima inteligencia.
Así, el Señor sí es el referente inmutable y eterno, que siempre iluminará nuestras interpretaciones (falibles y limitadas), siempre susceptibles de ser más iluminadas y perfeccionadas en cada etapa histórica por la Luz de su presencia en medio de nosotros (Emmanuel, Dios con nosotros). El Señor, referente absoluto y eterno para su Iglesia (no hablo de institución eclesiástica). Nuestra interpretación, incluso las interpretaciones literales, son totalmente falibles e incompletas, susceptibles de mejoramiento continuo, iluminadas por la luz del referente absoluto, que es nuestro Señor, que siempre iluminará nuestras conciencias, y nos ayudará a incorporar a la fe los extraordinarios avances del conocimiento humano en todos los ámbitos y en todas las etapas de la Historia. A nosotros nos queda dejarnos iluminar por su Luz eterna e infalible...
La Nueva Cristiandad. Revision y discernimiento. Pidamos al Señor que nos dé el coraje de afrontar nuestro futuro de creyentes con amplitud de miras y anclados solamente en Cristo, eterno, inmutable y siempre nuevo, para así podernos enfocar por fin en un futuro, simbolizado en este Nuevo Año 2018 que ahora comienza, lleno de confianza y esperanza...