El Papa en la conferencia de la Congregación del clero


"Si quieres vocaciones abandona la sacristía...", (Papa Francisco a los reunidos en la conferencia).

Si "los unos" están en la sacristía, ¡qué será de "los otros"!: pues igualmente, en la sacristía, esperando "su turno", pues es lo que han aprendido y es el "modelo" a seguir. Y así sucesivamente…

"La Iglesia y el mundo necesitan sacerdotes maduros y equilibrados, pastores que sean intrépidos y generosos, capaces de cercanía, de escucha y de misericordia…".

El problema es que ya los hay (apuesto a que la mayoría de los pequeños sacerdotes lo son), pero en buena medida están aplastados por una estructura eclesiástica y un modelo de sacerdocio muy estéril y frustrante (100,000 sacerdotes han abandonado el sacerdocio desde los años 70 hasta el día de hoy, cifra de escándalo ante la que nadie mueve una ceja; ¿cuántos responsables han dimitido por semejante masacre?). En este caso, el Señor no sólo no manda más sacerdotes, sino que saca los que hay. "Al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene...".

"Pero si no nos encerramos en quejas y seguimos adelante a anunciar el Evangelio, el Señor estará con nosotros y nos da la fuerza para lanzar la redes de nuevo, incluso cuando estemos cansados y decepcionados por no haber pescado nada...".


Si seguimos tirando las redes "por el mismo sitio que hasta ahora" (es decir, desde el mismo modelo de sacerdocio muy frustrante y desde la misma estructura eclesiástica muy aplastante, con las mismas conexiones de promoción, afinidades, etc) y no tiramos las redes "a la derecha de la barca" como nos dice el Señor (esto es, promoviendo un nuevo modelo de "sacerdocio de realización" y no "de frustración", y un nuevo modelo de estructuras eclesiásticas al servicio de la evangelización y no al servicio de la promoción clerical de sacristía), por mucha fuerza que tengamos para lanzar las redes, nuestro esfuerzo seguirá siendo inútil, porque no estamos cumpliendo lo que Dios quiere; seguimos echando la redes por el lado equivocado...

En fin, el desafío es profundo. Se impone un nuevo modelo de sacerdocio. El pueblo de Dios reclama un nuevo modelo de sacerdote, pastores y no clérigos. Pero eso no se puede dar sin un nuevo modelo de estructuras eclesiásticas, de sistema de promociones, de garantías de higiene ministerial (mobbing) para el sacerdote, en especial para el pequeño sacerdote, evitar que se dañe más y más la autoridad del sacerdote, en especial del pequeño sacerdote, absolutamente solapado su ministerio hoy día por clérigos, monjas, diáconos y laicos. El pequeño sacerdote se ha convertido en el "esclavo de la repartición de los sacramentos", en este sistema de sacramentalismo sociológico (anónimo e individualista) y parroquialismo (estrecho de miras) que nos aplasta a todos, pero en especial aplasta al pequeño sacerdote.

¿"De dónde nos vendrá el auxilio" para semejante reto de transformación y renovación profunda de la Iglesia? El auxilio nos viene del Señor, claro, ¿pero a través de qué mediaciones? ¿Mediaciones desde dentro? No lo creo, sería casi un suicidio. La tendencia es, si Dios no lo remedia, una consunción progresiva y creciente, la decadencia complacida en la que nos hemos instalado y de la que no vamos a salir fácilmente por cuenta propia…

Como hay que quitar hierro al asunto y la evasión onírica ayuda al menos a pasar el trago sin tanta acritud, yo propongo una medida radical: Que sean los del departamento de marketing de Coca-Cola ---¡esos sí saben hacerlo!---, cuyo vicepresidente ejecutivo, responsable del marketing mundial del fabricante estadounidense, si no me fallan los datos, es el español Marcos de Quinto, que sean ellos, digo, los que tomen el control de la pastoral vocacional y de la dinamización del ministerio sacerdotal y de la fe por un tiempo... No os garantizo una profundización en la teología dogmática de los nuevos candidatos al sacerdocio, pero que tendrían más "chispa", ¡seguro!...

Y pensándolo bien... ¿no es "chispa" lo que nos falta? Con sólo una chispa se puede prender un gran incendio...

"Y qué quiero, sino que arda…"
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