Sin fe el edificio se nos cae...


Me causa tristeza ver a algunos, desde las estructuras eclesiásticas, que se lamentan porque parece que, según ellos, se están poniendo en entredicho la doctrina y el magisterio "perennes" de la Iglesia. Da la impresión de que estos benditos líderes de la Iglesia viven aún, no ya en tiempos preconciliares del Concilio Vaticano II, sino incluso en tiempos pretridentinos ---¡qué tiempos aquéllos!--- sin darse cuenta de que ya estamos, desde hace mucho, en una nueva era, la era postcristiana. Se ha perdido prácticamente toda la autoridad que teníamos en los años gloriosos de la "Cristiandad". Hemos perdido la fe...

El glorioso edificio magisterial, teológico, doctrinal de la Iglesia (hablo de toda la Iglesia no sólo de la institución eclesiástica), la "doctrina perenne", el edificio completo de la Iglesia, construido a lo largo de los siglos, se apoya en un solo punto: la fe. La fe fue la que que lo hizo florecer y brillar. Y la fe es la que aún lo sostiene. Pero nuestra fe flaquea. Y sin fe, todo acabará por derrumbarse.

Y no vale con echar mano del poder coactivo, "imperium", espiritual, canónico, inquisitorial, o el que sea, para intentar sostener el edificio. Eso podrá sujetarlo por un tiempo, como así ha ocurrido fundamentalmente en los últimos 500 años, pero al final acabará cayendo, como objetivamente está ocurriendo. Con un 10% de cumplimiento de la obligación dominical por parte de los mismos "creyentes", ¿podemos hablar de fe?

Sin fe, además, no pueden plantearse iniciativas realmente constructivas para seguir avanzando y seguir edificando el Reino de Dios en la tierra. Lo que surgirán, en cambio, serán "parches" con los que se pretende camuflar la debacle.

Unos propondrán que los sacerdotes se puedan casar, pretendiendo así corregir la degradación del ministerio sacerdotal, por falta precisamente de verdadera fe en el ministerio, empezando por las propias estructuras eclesiásticas, que no creen en un ministerio de realización de proclamación y de evangelización, sino en un servicio ritualista en este contexto de sacramentalismo sociológico y parroquialismo que nos aplasta a todos, y en especial a los pequeños sacerdotes. Ése es el problema de fondo, la falta de fe. Luego vendrán las siguientes "soluciones" en la "espiral viral de progreso" que nos espera, si un aumento de fe no lo remedia: diáconos femeninos, sacerdocio femenino, diáconos homosexuales, sacerdotes homosexuales, obispos femeninos, obispos homosexuales, y así sucesivamente hasta el colapso total...

(Nota: que conste que cualquiera de estas iniciativas me parecería bien y oportuna, si surgiera desde un contexto de fe, en un diálogo abierto y libre, en fe, situación que ahora creo que no se da).

El mandamiento sublime del amor cristiano, sin el anuncio, que nace de la fe, se convierte en mera filantropía paliativa minorista, que sólo sirve para justificarnos ante la sociedad (¡podemos presentar "algún número de algo" que nos justifique!). En estos días hemos visto cómo el Rey agradeció a la Iglesia efectivamente su labor asistencial, pero no destacó el sublime anuncio de Cristo, que mayormente no hacemos, anuncio que estamos llamados a hacer por mandato del mismo Señor: "Id al mundo entero y proclamad... ".

Sin fe no nos podemos enfrentar a nada en el debate cultural e ideológico del mundo. Eso es lo que ha pasado en los últimos 500 años. Lo máximo que podemos proponer son rogativas ritualistas para tranquilizar las conciencias neurótico-religiosas. En el incierto mundo en que vivimos, con terrorismo propiciado por estados, desequilibrios económicos dramáticos, migraciones sociales, en muchos casos con resultados catastróficos para las vidas de las personas, con un problema medioambiental que nos acecha, no podemos seguir enabolando la bandera del "buenísmo" repartiendo estampitas piadosas y promoviendo "un mundo mejor"... Eso se lo dejamos a los niños, y que reciten poesías entrañables…

Todo el edificio se sostiene por la fe, y todas las posibles soluciones y los posibles caminos de futuro para la Iglesia nos vendrán desde la fe, no desde la ausencia de fe.

Por la fe somos salvos...
Pero cuando venga el Hijo del hombre... ¿encontrará fe sobre la tierra?
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