¿Que qué podemos esperar ante el V Centenario de la Reforma?
Yo espero que la unión con los luteranos nos acerque más a los cristianos evangélicos, que son, hoy por hoy (hablamos de los evangélicos serios), los que mantienen mayormente la antorcha de la fe espiritual encendida...
Las iglesias cristianas históricas están en decadencia, esto es, católicos, luteranos y anglicanos principalmente. Las iglesias protestantes del norte de Europa están medio vacías, por no decir prácticamente vacías. No podemos pensar, por tanto, que la unión de las iglesias católica y protestante nos saque de la situación de postración en la que nos encontramos, si no cambiamos radicalmente nuestra forma de actuar y de vivir la fe.
Pero la unión con los luteranos posiblemente allanará el camino para nuestra unión con nuestros hermanos evangélicos (me refiero a los evangélicos serios), y ese acontecimiento sí creo que pudiera tener mayor trascendencia, de cara a la vivificación de la fe de toda la cristiandad.
A mi juicio, los evangélicos son los que realmente llevan hoy el testigo de la fe espiritual vivida en libertad. Experiencia de Dios en libertad. Ejercicio del ministerio y proclamación de la palabra en libertad. Están muy perdidos en temas doctrinales, ya lo sabemos, y quizás estemos de acuerdo, por ejemplo, en que es excesivo teóricamente hablar de "libre examen" y de "libre interpretación de la palabra", como ellos defienden. Pero habida cuenta de la despreocupación, el desinterés y el abandono al que nosotros hemos sometido la Palabra de Dios como alimento fundamental sobre todo para las almas del pueblo de Dios durante siglos: ¡Bendito sea el libre examen y bendita sea la libre interpretación!
Además, sin Palabra proclamada ni Palabra escuchada y acogida, no hay evangelización que valga. "Id al mundo entero y proclamad... ", dice el Señor. Nosotros ni salimos al mundo (nos quedamos encerrados en las parroquias y en las sacristías), ni proclamamos nada de nada, pues sólo celebramos ritos colectivos individualistas e impersonales, con cada vez menos gente, por cierto.
Y esta falta absoluta de vigor evangelizador de nuestra Iglesia no es por culpa de los sacerdotes, como la propaganda institucionalista pretende hacer creer. Aunque quieran, los sacerdotes, y en especial los pequeños sacerdotes, no pueden en absoluto hacer nada de nada, están maniatados, funcionan como meros "peones" de la institución que "organiza" desde los despachos, dentro del "modelo" pastoral de sacramentalismo sociológico y parroquialismo imperante. Y la responsable de este modelo pastoral y de sus catastróficos resultados es la institución eclesiástica que lo promueve y sobre el que se asienta. Yo no me atrevo a llamar hoy a la institución eclesiástica "la gran prostituta de Babilonia", ni "la gran ramera", como hizo Lutero. Pero que para mí es "el gran lastre" para la evangelización, eso está más claro que el agua.
Con la celebración del V Centenario de la Reforma, espero, pues, que el proceso de liberación de la experiencia religiosa y del ejercicio del ministerio sacerdotal se asiente hasta los tuétanos dentro de la Iglesia, y en especial conmocione ---¡la libertad siempre conmociona!--- la institución eclesiástica hasta sus cimientos.
Pero esto no va a ser fácil. Para ello las estructuras eclesiásticas deben prácticamente desaparecer, al menos en su papel coactivo o incluso directivo con respecto al ministerio sacerdotal. Los sacerdotes tienen que ser libres para realizar su ministerio en nombre propio también y en total protagonismo de su propio ministerio también, para gloria de Dios y bien de la Iglesia (no hablo de institución eclesiástica, hablo de toda la Iglesia). Tienen que ser totalmente libres, no independientes pero libres, con la libertad de los pastores de Dios, para proclamar el Evangelio y la Palabra de Dios y ejercer su Ministerio en nombre propio también, sin ningún tipo de atadura o yugo eclesiástico, ni mucho menos amenaza canónica. La institución no evangeliza, evangelizan las personas. En la evangelización y en el ejercicio del ministerio sacerdotal no existen y no pueden existir "peones" de otros que "organizan" desde los despachos. La evangelización es siempre en primera persona y en total libertad. Los pastores, esto es, los sacerdotes, y en especial los pequeños sacerdotes, tienen el derecho divino de poder evangelizar en total libertad y protagonismo de su propio ministerio, no como peones de ninguna institución del tipo que sea. Así aflorarán y se verán verdaderamente los carismas, y el Pueblo de Dios seguirá a los pastores que ellos realmente quieren, no los impuestos.
¿Por qué no interesa a la institución la completa libertad de los sacerdotes en el ejercicio de su ministerio sacerdotal?
Primero porque los sacerdotes, y en especial los pequeños sacerdotes, perderían su "estatuto" de meros peones semigratuitos en el que ahora viven y ejercen el ministerio, y ninguna institución o partido político o sindicato o secta o club de fútbol o agrupación de ancianos está dispuesta a perder fácilmente semejante ganga.
Y además, quedaría en evidencia dónde está verdaderamente el liderazgo moral y apostólico, y el verdadero ministerio deseado por el pueblo de Dios, en detrimento de otros "modelos" clericales, como son los clérigos de gabinete o de sacristía, que quedarían al descubierto.
De esta forma, con sacerdotes en total libertad y autonomía, aunque no en independencia, porque seguirían formando parte de la Iglesia (hablo de Iglesia, no de institucion eclesiástica), el Ministerio sacerdotal se dignificaría, los sacerdotes realizarían el ministerio que ellos realmente quieren, el Pueblo de Dios podría congregarse en torno a los pastores que ellos realmente quieren, y la institución eclesiástica dejaría de ser "institución de poder eclesiástico", gracias a Dios, para convertirse en "autoridad eclesial al servicio de todos", mucho más acorde con los deseos del Señor, que actuaba desde su "auctoritas" y no desde su "imperium": "¿O piensas que no puedo rogar a mi Padre, y El pondría a mi disposición ahora mismo más de doce legiones de ángeles...?", (Mt 26).
¿Que qué espero, pues, del V Centenario de la Reforma?
¡Libertad!