"La inculturación con las comunidades indígenas ha sido una de las claves de su pastoral" Julio Parrilla, obispo con los pobres y pastor con olor a fraternidad
"La gente ecuatoriana de Portoviejo enamoró a Julio Parrilla ya en los comienzos de la década de los 90. La fe sencilla, la alegría infatigable y el espíritu comunitario marcaron una urgencia para compartir su vida con esa buena gente y por ella"
"En Loja se empeñó especialmente en la pastoral social y por eso los demás obispos le llamaron a ser presidente de Cáritas Ecuador por varios mandatos"
"Una forma de practicar su solicitud para los más vulnerables ha sido la atención constante, desde sus años de Quito, a las personas privadas de libertad, sus visitas a las prisiones ha sido una constante escondida de su ministerio"
"Comunicador impenitente, su columna de los domingos en el diario El Comercio de Quito ha sido una cita habitual de muchos ecuatorianos que sintonizaban con su estilo"
"Una forma de practicar su solicitud para los más vulnerables ha sido la atención constante, desde sus años de Quito, a las personas privadas de libertad, sus visitas a las prisiones ha sido una constante escondida de su ministerio"
"Comunicador impenitente, su columna de los domingos en el diario El Comercio de Quito ha sido una cita habitual de muchos ecuatorianos que sintonizaban con su estilo"
Como hermano de vocación Adsis y como servidor de los pobres desde las iglesias Hospital de Campaña me he preocupado estos días de recabar informaciones de muchas personas que durante 30 años ha acompañando el ministerio de Julio Parrilla en el país de la línea ecuatorial de la Tierra. No me ha costado recibir testimonios de catequistas indígenas, de sacerdotes, religiosas y obispos, diferentes miembros de Cáritas, pero sobre todo de mucha gente sencilla que le han conocido en Portoviejo, Quito, Loja y Riobamba, así como por todo Ecuador.
Gracias a estas aportaciones, que agradezco, puedo realizar un esbozo de algunas claves de su servicio pastoral de estos años. Se trata de una buena herencia para los que seguimos en la brecha, para continuar remando mar adentro.
Con los pobres de la tierra
La gente ecuatoriana de Portoviejo enamoró a Julio Parrilla ya en los comienzos de la década de los 90. La fe sencilla, la alegría infatigable y el espíritu comunitario marcaron una urgencia para compartir su vida con esa buena gente y por ella. Aquel flechazo fue mutuo en una parroquia-centro pastoral ubicado en la periferia de la ciudad de los Reales Tamarindos rodeada de ciudadelas y a cargo de varias capillas con muchas personas empobrecidas.
Tras tres años marcha a Quito a la parroquia de la Inmaculada de Iñaquito, que está situada cerca del centro financiero donde sufre el fuerte contraste de la extrema pobreza. Allí se realiza su encuentro con Cáritas que marcará todo su recorrido pastoral. Impulsando la Cáritas parroquial inicia los programas de promoción y empoderamiento de las mujeres, el comedor social, el programa de alfabetización, los talleres de capacitación, el comercio justo, el consultorio jurídico y el apoyo psicológico, así como la concesión de microcréditos. Esto casi naturalmente le lleva a ser llamado como director de Cáritas Quito. Allí su empeño se centra en consolidar el marco institucional y promover las Cáritas parroquiales.
Allí le llegó, después de trece años en Quito, la encomienda de ser obispo de Loja, lo que le llevó a la diócesis más al sur del país. En Loja se empeñó especialmente en la pastoral social y por eso los demás obispos le llamaron a ser presidente de Cáritas Ecuador por varios mandatos. Su impronta, junto con tantos ha sido importante para la consolidación institucional y el despliegue de los programas de economía social y solidaria, la acogida de refugiados y emigrantes, el afrontamiento de diversas emergencias en terremotos (Manabí y Esmeraldas), erupciones volcánicas, deslaves (Chimborrazo), pobreza y ahora con la crisis sanitaria y social del coronavirus.
Una forma de practicar su solicitud para los más vulnerables ha sido la atención constante, desde sus años de Quito, a las personas privadas de libertad, sus visitas a las prisiones ha sido una constante escondida de su ministerio. Otra forma de esta atención pastoral ha sido el cuidado de la religiosidad popular, promoviendo la espiritualidad de los pobres acompañando las peregrinaciones a los santuarios, como la romería de la Virgen del Cisne que congrega cada año a 500.000 peregrinos, especialmente mestizos e indígenas.
Por una iglesia indígena
La inculturación con las comunidades indígenas ha sido una de las claves de la acción pastoral de estos años del ministerio del obispo Julio. Desde acompañamiento de Cáritas ha tenido ocasión de conocer las dificultades de muchas comunidades originarias que se veían desplazadas hacia las ciudades con riesgos de empobrecimiento y de disolución de su cultura. Desde su presencia pastoral en Quito y Loja realiza un acercamiento vital a los indígenas y mestizos que se culmina en Riobamba donde comparte más cotidianamente su vida.
“Los pueblos originarios viven integrados con la Madre Tierra -la Pachamama- y conocen los ecosistemas de las selvas, los ríos y los lagos, sus sabidurías, creencias y mitos… Viven una espiritualidad ecológica integrada en la cotidianidad de la vida”. Escribe esto en sintonía con "Hay que valorar esa mística indígena de la interconexión e interdependencia de todo lo creado, mística de gratuidad que ama la vida como don, mística de admiración sagrada ante la naturaleza que nos desborda con tanta vida” (Querida Amazonía,73).
Desde aquí ha vivido está mística en la experiencia de las visitas pastorales que le hacían acercarse a las comunidades indígenas por todos los rincones, sin importar la distancia y las limitaciones de salud. Al llegar saludaba a la gente personalmente entre chistes y risas. Luego escuchaba a fondo, sin prisas, y detectaba las dificultades y anhelos para después formular las líneas de futuro de la Pastoral Indígena en mensajes finales que después se convertían en acciones de seguimiento. Esto proceso se realizaba especialmente en las convivencias indígenas. En una de ellas con el corazón averiado y la altura tuvo una caída grave que empeoró su salud.
En esta línea hay que situar la institución de los nuevos “llaktamichik”, que a modo de diáconos pueden presidir bautizos, matrimonios y funerales, así como animar a las comunidades. Todo ello, favoreciendo unos servicios a las comunidades especialmente incardinados en sus propias realidades sociales, culturales y en su propia lengua.
Ecoteología y agroecología
Pioneras de Laudato Si’, las iglesias latinas ya habían escuchado el grito de la madre-tierra en la grave contaminación de los ríos, en la deforestación y en los desplazamientos por la crisis climática. En los tiempos de Quito, Julio Parrilla se empeña en promocionar el Comercio Justo como alternativa a la comercialización abusiva que explotaba la tierra y los pobres. Sus desplazamientos y conocimiento sobre el terreno en Loja y Riobamba le confirman en estas convicciones. “Hay que aclarar el concepto de Tierra, nuestra casa común, como madre y hermana; la certeza de que todo está interconectado; el énfasis en una espiritualidad y educación ecológica, el cuidado del planeta mediante una vida austera, natural y respetuosa con el medio ambiente”. Así ha promovido el cuidado de las fuentes de agua, de los páramos, de la Pachamana, la reforestación y la agricultura ecológica.
Un ejemplo de este tipo de intervención ha consistido el reflotar el Hospital Andino de Riobamba. Con las distintas especialidades médicas, dotado de tecnología actual apuesta por la integración de la medicina ancestral, incorporada de forma complementaria a las terapias habituales. Así, buscando recuperar viejas formas de tratamiento, se ofrecen hierbas medicinales o baños al vapor que apuntan a la integración de la relación del ser humano con la naturaleza y Dios.
La palabra recibida y dada
La palabra humanas tienen huella de la Palabra de Dios. La pastoral de las palabras dadas responde a la acogida de la Palabra recibida. Por ello, la oración y la celebración de los sacramentos son las fuentes del compromiso. Para el padre Julio, la Palabra y las palabras siempre han sido importantes. La primera es la palabra de la acogida y el acompañamiento. Una palabra que aproxima y establece oportunidades de encuentro donde la alegría es la forma de combatir las dificultades.
Pastor de homilías, en Quito era habitual que las misas se llenarán para escucharlo. Su predicación es sencilla pero cultivada, partiendo de la vida se encamina a la Palabra de Dios para retornar al compromiso de la vida. Por eso tiene el don de que sus palabras apuntan alto e invitan a ir más allá.
Comunicador impenitente, su columna de los domingos en el diario El Comercio de Quito ha sido una cita habitual de muchos ecuatorianos que sintonizaban con su estilo. Esto ciertamente provoca amistades, pero también convoca antagonistas. Sobre todo, si es una palabra libre entre plantaciones de corrupción. “No es bueno que una sociedad o las personas tengamos miedo, porque cuando el miedo se apodera de nuestro interior son muchas las cosas que se quiebran o se pierden. Los miedos suelen ser viejas cuentas no saldadas que nos impiden afrontar el futuro con esperanza” dirá en la citada columna semanal. Sin estar dispuesto a dar un cheque en blanco al poder de turno, esta actitud ha abierto enemistades que ahora afloran en su despedida. Gajes del oficio de crítico y libre con el Evangelio en la mano.
La red de la fraternidad
El obispo Parrilla cree en la fraternidad porque la vive y la ha vivido todos estos años. Durante su vida ha intentado responde a la pregunta, ¿dónde está tu hermano? (Gén 4,9). Una fraternidad de puertas abiertas que anuncia el Evangelio sin desmayo a través de los hechos.
El trato tú a tú y las relaciones de amistad entre iguales han sido un estilo donde se vive que la primera relación es ser hijos y hermanos. Las asambleas diocesanas, como me indican varios de los asistentes, han sido eje pastoral y un lugar de escucha para un camino sinodal. Para él han sido un tema prioritario que se preparaba con mucho tiempo, que se vivía en ambiente fraterno, alegre, aunque las cosas se hablaban y se confrontaban. Así participaba de una manera no protagonista, dejando que las personas y comunidades avanzaran a su ritmo y procuraba asumir los horizontes que entre todos se planteaban.
Consciente que la economía era una forma de cuidar de la fraternidad ha trabajado con sabiduría y prudencia para conseguir recursos, renovar equipamientos, pero sobre todo para promover la reactivación económica de miles de familias proveyendo de gestionar las ayudas adecuadas con trasparencia y austeridad.
La formación de los jóvenes, impronta de futuro
Un rasgo que ha atravesado su preocupación pastoral ha sido la formación. De sus años como presidente de Caritas Ecuador quedan los planes de formación del voluntariado y en las diócesis que ha servido se ha preocupado de la formación de los laicos y líderes indígenas.
En este sentido la pastoral de juventud y los seminarios han sido sus preocupaciones. Ha procurado sacerdotes dedicados y ha promovido las vocaciones con estudios teológicos actuales y formación complementaria en el extranjero. Para el padre Julio, consolidar el futuro de la iglesia local ha sido conformar a las nuevas generaciones que ahora lo tienen en sus manos. Así mismo, la preocupación por el mundo universitario tanto en Loja como en Riobamba fueron constantes de esta alianza juventud, cultura y espiritualidad. El apoyo con becas a los estudiantes con más dificultades económicas era también una forma de apuesta por abrir brechas en la desigualdad.
En este sentido sus libros (Amor extramuros, Volver al primer amor o Sobre el dolor y la compasión), sus artículos periodísticos y sus intervenciones radiofónicas semanales han tenido una finalidad formativa y espiritual que pretende consolidar convicciones creyentes y apuntalar el estilo crítico ante la realidad.
Que sean estos rasgos, recogidos de un calidoscopio de testigos, una invitación a renovarnos en la causa del Evangelio que pasa por la contribución de ser "siervos inútiles que no hicieron sino lo que tenían que hacer". Uno de ellos es el obispo, ya emérito, Julio Parrilla.
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