Kauwboy. Un niño y un grajo aprendiendo a volar


El documentalista y realizador de cortometrajes neerlandés Boudewijn Koole nos ofrece en su ópera prima de ficción este cuento sobre el deseo de vivir, la superación de las dificultades y la ausencia de los padres. Un niño y su alter ego, un grajo, son los protagonistas de esta historia de amistad en la que no resulta fácil aprender a volar.
Jojo, espectacular y premiado el pequeño Rick Lens, tiene 10 años y una familia que es una ruina. La madre ausente y el padre en crisis, ya que apenas logra sostenerse como para poder ser figura de referencia para su hijo. Pero el chico brega por sobrevivir y además procurará ayudar a Ronald, su padre, a llevar la casa y la vida adelante. Inesperadamente ha de salvar a un grajo que cae de su nido y cuya madre ha desaparecido. Éste se convertirá en su mejor amigo, realizando una actuación bastante aceptable para ser un animal. Aunque también habrá una chica, que le ayudará a crecer y a conquistar el torturado corazón del padre.
Seleccionada por Holanda para los Oscar no entró en las nominaciones a la mejor película de habla no inglesa, aunque tuvo el Gran Premio de la Deutsches Kinderhilfswerk de la Berlinale (2012).
Con un estilo escueto de película mínima, el director nos adentra con pericia en ambientes, así el desastre de la casa, donde únicamente se salva como lugar acogedor el pequeño estudio de grabación de la madre, la piscina y el equipo de warterpolo donde se representan las luchas interiores de Jojo, y, como contraste, la naturaleza que abre la mirada y airea el drama interior en los espacios abiertos. El guion va teniendo, en su humildad, giros interesantes, que van sorprendiendo al espectador junto con una fenomenal actuación del muchacho que manifiesta dotes para representar un amplio abanico de estados de ánimo: serenidad e ira, alegría y dolor, rebelión y paciencia, ternura y dureza pero siempre con una tenaz disposición de salida.
Nuevamente esta recurrente ausencia de los padres, apunta a una generación que tiene difícil crecer. Algo que nos recuerda bastante el cine de los Dardenne, aunque en este caso se deja espacio para la fábula e incluso para una cierta magia de lo trascendente en la única fugaz y sutil aparición de la madre.
La película, que es una parábola sobre el crecimiento, apunta a lo insustituible de la búsqueda personal que atrae las posibilidades y vence las dificultades. El grajo, que va actuando como proyección, será el ser necesitado, el que se esfuerza por volar, el amigo fiel y sacrificado, así como el que enseña, en un último servicio, a decir adiós.
Lo trasversal de los personajes de “Kauwboy” es que rompen las fronteras entre niños y adultos, aunque mantienen a cada uno en su lugar. El pequeño ayuda al padre en su paternidad luchando por volar y crecer, algo que al mundo adulto siempre le conviene recordar, la vida no se apaga sino que vuela.
Interesante que contemos en cartelera con varias parábolas sobre la madurez con niños como protagonista, así “Tomboy” de la francesa Céline Sciamma, “Rebelde” del canadiense Kim Nguyen y “La última isla” de la canaria Dácil Pérez de Guzmán. Algo apunta, en esta preocupación por la próxima generación, al hecho este mundo minado de las amenazas y fragilidades invita, por exigencia del guion, a un nuevo coraje y a una disposición para volar.
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