Rebelde: Los niños-soldados, la inocencia mancillada puede dar a luz una nueva vida
Nuestros dispositivos móviles están manchados. El coltán (columbita-tantalita) es indispensable para la construcción de los condensadores electrolíticos, que controlan el flujo dentro de las placas de circuitos. El 80 % de las reservas de este mineral se encuentran en la República Democrática del Congo, donde la guerrilla que se enfrenta al gobierno controla parte de la extracción del coltán y prolonga una larga guerra que algunas fuentes aseguran que ha ocasionado 5,5 millones de muertos.
Esta es la historia que cuenta “Rebelde” de Kim Nguyen. Komona una niña de 12 años que vive pacíficamente con sus padres es secuestrada y adiestrada para convertirse en una niña-soldado. Está narrada como el recuerdo que la joven madre trasmite a su hijo para hablarle de su origen y para conjurar el odio que lleva en su corazón: “no sé si Dios me dará fuerzas para quererte”. Estructurada en tres bloques al comienzo nos presenta la guerra y el papel de los niños soldados, después nos cuenta la historia de amor con el Mago, otro niño soldado albino que quiere casarse con ella, y por fin, nos lleva a la resolución donde se abre a otros personajes y otro futuro.
La presencia terrible de la violencia, mostrada con elocuencia pero con elipsis suficientes para no hundir al espectador, contrasta con la relación de amor llena de ingenuidad y progresiva madurez de la joven pareja. Formalmente la fotografía y los cambios de definición de la imagen resaltan el aspecto documental del drama de África, saqueada en manos de señores de la guerra y entre intereses, donde la violencia densifica el mal pero no destruye lo mejor de los africanos que no pierden ni la dignidad ni la capacidad de generosidad como resalta el icono final de la maternidad.
“War Witch”, éste es su título en inglés, ha tenido un importante camino de reconocimiento por distintos festivales del mundo. Tuvo el premio a la mejor película en el Festival de Tribeca; Rachel Mwanza, la excepcional actriz protagonista, obtuvo un Oso de Plata por esta película en el Festival Internacional de Cine de Berlín; y además, estuvo nominada a los Oscar 2013 a la mejor película de habla no inglesa.
El tono mágico abre también a una perspectiva espiritual. Los espíritus de los muertos que acompañan como sus apariciones a la joven Komona, dan un tono trascendente a la narración. Como espectros pintados de blanco son testigos de la atrocidad pero también son presencia benéfica que ayudan al camino de la protagonista, avisándole del peligro. A ellos les deberá una reparación en la que también tendrá que ver el canto y la música africana que aporta, en toda la película, dramatismo, sentimiento y esperanza a la dureza de la historia.
Las tres peticiones a Dios, realizadas al comienzo, en el retiro durante la estancia con sus tíos adoptivos y al final, que siempre tienen que ver con el hijo que representa el futuro, colocan el drama ante el misterio de un Amor mayor que permita el perdón capaz de disolver tanto odio interior y tanta maldad. La inocencia ha quedado mancillada y rota convirtiéndose, forzada, en agente del mal. Pero la bondad de los que están en los márgenes, las gentes sencillas que viven y sobreviven en medio del desastre, son la fuerza que permite esperar.
La película recibió una mención especial del jurado SIGNIS en el Festival de Cine de Berlín por "dar un mensaje de esperanza redentora"