Más allá de la diversidad sexual "Lo realmente importante no es que sea gay, sino que soy cristiano católico"
"Muchos me preguntaron por qué siendo gay decidí bautizarme a mis 30 años en una Iglesia tan homófoba como la católica … Reconozco que mi experiencia dentro de la Iglesia católica es más una excepción que una regla, y que la realidad de varios católicos es la del rechazo o la exclusión"
"Reconociendo esto, lo que deseo es mostrar la otra cara de la Iglesia: el lado amoroso y realmente cristiano del catolicismo hacia las personas LGBTIQ+"
"Tenemos que evangelizar a quienes están fuera de la Iglesia, pero también a quienes están dentro y se esmeran en sacarnos"
"A un año de mi bautismo, he caído en la cuenta de que la diversidad no sólo es valiosa para la Iglesia sino parte constitutiva de ella"
"Tenemos que evangelizar a quienes están fuera de la Iglesia, pero también a quienes están dentro y se esmeran en sacarnos"
"A un año de mi bautismo, he caído en la cuenta de que la diversidad no sólo es valiosa para la Iglesia sino parte constitutiva de ella"
| Daniel Vargas
Muchos me preguntaron por qué siendo gay decidí bautizarme a mis 30 años en una Iglesia tan homófoba como la católica. Un año después, he de confesar que aún no tengo del todo claro lo que motivó mi decisión, pero sí puedo afirmar que ha sido un evento clave para tomar más en serio mi vida espiritual.
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Mi proceso de conversióna la Iglesia católica sucedió en un momento en el que buscaba estabilidad en mi vida, sobre todo porque sentía que debía escoger una disyuntiva entre mi sexualidad y mi espiritualidad: o era gay o era creyente. Con el tiempo, y gracias al acompañamiento y apoyo de varios laicos y sacerdotes, fui asimilando que no podría ser “Daniel” fragmentando mis realidades, y lentamente fui armonizando ambos aspectos de mi vida. Crecí en una comunidad cristiana de religiosidad moralista y coartante, empeñada en la homogeneización de sus miembros, donde era habitual que los pastores —a quienes nos dirigíamos como “líderes”— se inmiscuyeran en mi vida privada para tratar de “arreglarla”. En la doctrina católica comprendí que no había nada que arreglar, sino, por el contrario, mucho que reconciliar entre mi vida cristiana y mi realidad como persona LGBTIQ+.
Reconozco que mi experiencia dentro de la Iglesia católica es más una excepción que una regla, y que la realidad de varios católicos es la del rechazo o la exclusión, no sólo por su realidad sexogenérica, sino también por su situación económica, su estado de salud, su raza, su pensamiento político o incluso su nacionalidad. Esta exclusión, aunque no es uniforme en toda la Iglesia, sí es una realidad en algunas de nuestras parroquias y más notable aún en el contexto latinoamericano, que se caracteriza por su diversidad y multiculturalidad. No obstante, y aun reconociendo esto, lo que deseo es mostrar la otra cara de la Iglesia: el lado amoroso y realmente cristiano del catolicismo hacia las personas LGBTIQ+. Por supuesto que entre abusos de poder y moralidades inmisericordes a veces es complicado reconocer el rostro de Cristo en nuestra Iglesia, pero creo fielmente que Él camina con su rebaño, que nos acompaña y nos defiende.
"Lo que deseo es mostrar la otra cara de la Iglesia: el lado amoroso y realmente cristiano del catolicismo hacia las personas LGBTIQ+"
Lo que narro me trae a la memoria el capítulo 10 de los Evangelios de Lucas y de Mateo, cuando Jesús se dirige a sus discípulos con palabras turbadoras: “Vayan ustedes; miren que los envío como corderos en medio de lobos”. Como católicos LGBTIQ+ estamos llamados a ser esos corderos en nuestras parroquias y diócesis para llevar el evangelio del amor y la unidad que nuestra Iglesia requiere hoy día. Este llamado no es por el mero hecho de ser personas LGBTIQ+, sino por ser miembros de la Iglesia, guste a quien no le guste, y porque nuestra presencia en diócesis, parroquias, apostolados y comunidades religiosas es un hecho innegable, aunque no usualmente reconocido. Es una tarea grande, pero el cambio debe suceder en las bases, en nuestros grupos más cercanos, en nuestras parroquias.
Tenemos que evangelizar a quienes están fuera de la Iglesia, pero también a quienes están dentro y se esmeran en sacarnos; en esto, nuestra sensibilidad para recibir el mensaje evangélico y nuestro testimonio de vida son cruciales para evidenciar que, como cualquier bautizado, también estamos llamados a una gran misión. No sé si hoy más que nunca, pero creo que la Iglesia requiere nuestra sensibilidad como personas LGBTIQ+ para aprender de ella. Cristo se mostraba especialmente sensible a lo que veía a su alrededor: “Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor” (Mt. 9, 36). ¡Cuántas personas, tan diversas entre ellas, están hoy en las periferias, cansadas y abatidas, como ovejas que no tienen pastor!
"La Iglesia requiere nuestra sensibilidad como personas LGBTIQ+ para aprender de ella"
A un año de mi bautismo, he caído en la cuenta de que la diversidad no sólo es valiosa para la Iglesia sino parte constitutiva de ella. Como subraya el sínodo actual, fomentar la interacción de ideas y perspectivas enriquece nuestras vidas y nos permite ver en los demás el rostro de Cristo. Resulta contradictorio con el Evangelio no promover este intercambio, y preocupante coartar a quienes piensan, actúan o sienten de manera diferente a las estructuras bajo las cuales uno se ha formado. Los Doce que seguían a Jesús eran un grupo muy diverso, tan diverso que el mismo Jesús acogió a quien más tarde lo traicionó y lo entregó a la muerte. Pienso en esa acogida radical cuando leo o escucho comentarios homófobos por parte de algunos católicos. Me interpela la manera de actuar de Jesús porque me invita a acoger a quienes me excluyen (1 Jn. 4, 20).
"Los Doce que seguían a Jesús eran un grupo muy diverso, tan diverso que el mismo Jesús acogió a quien más tarde lo traicionó y lo entregó a la muerte. Pienso en esa acogida radical cuando leo o escucho comentarios homófobos por parte de algunos católicos"
Están muy lejos de la realidad quienes afirman que, como creyentes LGBTIQ+, intentamos imponer una ideología dentro de nuestra Iglesia. Como gay y católico, puedo afirmarles que nuestro propósito es buscar la unidad en medio de la diversidad, algo que Cristo mismo predicó. Erramos al pensar que quien no está con nosotros está en nuestra contra, porque Jesús también dijo que “todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor” (Mc 9, 40). Aquí, lo realmente importante no es que sea gay, sino que soy cristiano católico, hijo de la misma Iglesia que nos une bajo “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos” (Ef 4, 5-6). Abracemos este evangelio de amor, de reconciliación, de diversidad y pluralidad, para evangelizar dentro de nuestra propia Iglesia y, como discípulos de Cristo, atender a su llamado para ser enviados adonde escasea el amor.
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